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Juicios teológicos
7 comentariosHay dos modos de hacer teología. Uno, espontáneo, que todos hacemos cuando nos preguntamos qué pretende decir la Palabra de Dios que escuchamos en la liturgia, o cómo juzgar cristianamente un determinado acontecimiento. La fe plantea preguntas, pide acogida y se vive en circunstancias concretas. En este sentido todos los creyentes que preguntamos, acogemos y vivimos la fe, hacemos teología. Hay otro modo de hacer teología, más sistemático, más científico, con método, propio de los estudiosos, de aquellos que buscan los nexos recíprocos entre los diferentes aspectos de la fe, y el significado de los mismos. Esta tarea de los teólogos sirve para que la Iglesia y los fieles profundicen en la fe y la comprendan mejor; sirve para responder inteligentemente ante las dificultades que a la fe le presenta la cultura ambiental y, por tanto, para exponer con mayor pureza el mensaje cristiano.
Ocurre, a veces, que la tarea teológica, absolutamente necesaria en la Iglesia, utiliza un instrumental que no todos pueden comprender. Y suele ser grande la tentación de rechazar o de menospreciar aquello que no se comprende o no se conoce. Este rechazo aparece en frases de este estilo: “yo no necesito leer a este autor para saber que es un hereje”. Evidentemente, para ser un buen cristiano no se necesita leer a un determinado teólogo, pero para juzgar su teología sí. Ahora bien, un buen acercamiento a una determinada teología no puede consistir en rastrear errores o buscar herejías. Como muy bien dijo recientemente un conocido teólogo en la introducción de su cristología “cualquiera es libre de contradecirme. Pido sólo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial sin la cual no hay comprensión posible”.
Dicho de otro modo: para acercarse a una determinada propuesta teológica se requiere, en primer lugar, comprender lo que dice el autor. Y luego hacerlo desde una empatía crítica. Empatía para acercase sin prejuicios, comprender los diagnósticos que el autor hace, así como la propuesta teológica que formula y los matices que enfatiza; y todo ello con el sano propósito de enriquecer el propio pensamiento. Pero esta empatía debe ser también crítica. Esto significa capacidad de evaluar por sí mismo la validez de lo propuesto. Nadie debe juzgar lo que no comprende. Muchas veces comprender requiere tiempo, paciencia, esfuerzo, ascesis. No sería bueno que la teología se convirtiera en entretenimiento o en religión-espectáculo.