Jul
En el principio estaba la mujer
5 comentariosLa mujer está en todos los principios importantes de la historia de la salvación. Está presente en la creación, hasta el punto de que, sólo cuando ella aparece, la obra creadora de Dios alcanza su perfección. Si la creación es obra de “la Palabra”, que desde el principio estaba en Dios, sólo cuando aparece un animal que habla puede decirse que la Palabra creadora ha logrado dejar su huella propia en la creación. Pero esta “criatura de la Palabra”, que es el ser humano, no puede ejercer su capacidad hablante mientras no encuentra un interlocutor que esté a su nivel. Por eso, un hombre sólo no es una buena creación, tal como reconoce el mismo Dios. Sólo la presencia de la mujer hace posible la palabra y con ella culmina la creación. Ante su presencia, el varón dice una palabra de admiración y agradecimiento. Esa es la primera palabra de la historia de la salvación: admiración y agradecimiento por la mujer.
Cuando llegó la plenitud de los tiempos, la Palabra se hizo carne. Pero para que la Palabra que desde el principio estaba en Dios y por medio de la cual todo se hizo, pueda hacerse carne y entrar en el mundo de los humanos, se requiere de nuevo la presencia de la mujer que, íntimamente penetrada por la Palabra, puede acogerla y entregarla al mundo. Rechazada por el mundo, la Palabra es rehabilitada por Dios mismo. ¿Y quienes son las primeras que cobran conciencia de esta rehabilitación divina de la Palabra y anuncian al mundo tan buena nueva? Las mujeres. Ellas las primeras testigos de la resurrección de Jesucristo. A ellas se les aparece primero Jesús resucitado. Según Tomás de Aquino el motivo de esta primacía es porque ellas estaban mejor preparadas que los varones para entender la maravilla de la vida.
Este post tiene una continuación, pero por lo dicho ya queda clara una primera cosa: sin la mujer no hay historia de salvación. Sin el elemento femenino (elemento compartido por unas y por otros) no hay salvación para una historia en la que la fuerza, la competencia y el poder, hacen imposible la ternura, el compartir y el dialogar.