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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

26
Oct
2014

El método cococo

6 comentarios

Uno de los buenos profesores que he tenido contaba que un día, en clase, los alumnos le preguntaron cuál era el método para hacer una buena homilía. Y el sabio profesor, con una pizca de humor, contestó: “el método Co-co-co”. Que traducido significa: con-tenido, con-vicción, co-municación.

Una buena homilía debe ofrecer buenos contenidos. No puede limitarse a ser una exhortación piadosa o un discurso moralizante. Debe iluminar la inteligencia, ayudar a los oyentes a conocer mejor al Señor. Para ofrecer contenidos hay que estar preparados, y la preparación se adquiere por el estudio. Un predicador que no sabe teología, que no está al día, que no estudia, no puede ser un buen predicador. Por otra parte, una buena homilía debe ser dicha con convicción. La oración, el encuentro con el Señor, refuerza el propio convencimiento. La cuestión no es si el predicador es un pecador. Lo que importa es que esté convencido de lo que dice, que los oyentes noten que se lo cree. Finalmente, el predicador debe ser un buen comunicador, su lenguaje debe llegar a los oyentes, responder a sus necesidades, inquietudes y demandas de sentido. El predicador tiene que hacerse entender. Porque si su discurso no dice nada, si aburre, si no interesa, nadie se preguntará por la verdad de lo que dice. Para que el mensaje llegue hay que hacerlo en un lenguaje inteligible y seductor.

Lo que digo de la homilía vale para cualquier tipo de discurso. Aunque a mí me interesan los discursos eclesiales, los que hacen los obispos, los presbíteros, las y los catequistas, las y los profesores de religión. Muchas veces estos discursos se convierten en respuestas a preguntas que nadie hace, o en exhortaciones piadosas que no responden a ninguna demanda y, por tanto, que no sirven para nada; o resultan ininteligibles porque están formulados en un lenguaje que nadie entiende o que solo entienden unos pocos ilustrados. Normalmente este tipo de discursos alejados de la realidad y encima formulados de forma abstracta, además de no convencer a nadie, manifiestan el poco o nulo convencimiento de quién los hace.

Cuando se habla de determinados temas es necesario que el primero que se sienta implicado y comprometido con lo que se dice, sea el que lo dice. El predicador no es un profesor que puede explicar muy bien y muy fríamente un tema, y no estar de acuerdo con el contenido de la explicación. El predicador es alguien que se siente implicado en lo que dice y afectado por lo que dice. Si lo que dice no le ha cambiado la vida, difícilmente se la cambiará a los oyentes. Eso de hacer homilías o catequesis es una cosa muy seria.

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sufrida feligresía
26 de octubre de 2014 a las 12:03

Tras la lectura del Evangelio, sería bueno dejar un espacio de silencio, de acogida profunda de la Palabra, antes de la homilía. El cococo homilético,merece una patente Fray Martín, debiera hacerse “viral” en homilías de perpetua propaganda política, en las que se sigue riñendo a los presentes, a costa de los ausentes. El pasado domingo en una homilía se hacía referencia a la corrupción de los partidos políticos de izquierdas, cuando la corrupción es un fenómeno social transversal. Es más asistimos ahora al fenómeno de las tar-jetas, que implica de lleno al partido en el gobierno. Hay personas que en este momento abandonan la celebración.

En muchas homilías se está de cuerpo presente y de mente en otros asuntos, hasta que se retoma la celebración después de la homilía. Homilías en que lo de menos es la Palabra, y sí, la vida social de la parroquia, y la propaganda política, unida al poder, claro.

Sería bueno tener en cuenta que el pueblo de Dios tiene acceso a información litúrgica y homilética. No confundir homilía con catequesis de primera comunión. Falta respeto hacia la feligresía.

Gracias al servicio que ofrece la web de predicación de este portal de dominicos. Un plan A bíblico-homilético profundo y bien documentado, frente a tanta mediocridad litúrgica. Homilía de cada domingo.

Un amigo
26 de octubre de 2014 a las 17:45

He estado en eucaristías en las que el predicador no ha hecho la más mínima mención al evangelio proclamado. Repito porque es verdad; Ni la más remota mención al evangelio.
Eso sí, ha glosado unos cuantos artículos de un libro que me parece que se llama;"Camino"

Y algo mås...
27 de octubre de 2014 a las 20:43

Y si a esto se añade: vida, hechos, experiencia, entonces la feligresía (que a veces tiene criterio propio y distinto del predicador) podrá poner mejor en su vida aquello que acaba de escuchar. La homilia debe llegar viva, vivida, no memorizada ni soltada, a ver si llega. No vale copio y pego! Eso alguna vez funciona, pero si no veo que usted vive lo que predica... No le creere. Me buscare otro modelo, no? Es importante incluso compartir alguna frase o idea tras la eucaristía con algún parroquiano!no mas de diez minutos, cortitas e intensas! Nos cuesta mucho vivir lo que decimos, aunque creamos lo que predicamos!

pepe E
29 de octubre de 2014 a las 13:05


Si el predicador no esta convencido de lo que dice,los feligreses lo perciben y desconectan.

La Palabra de Dios es eficaz por si misma, mejor proclamárla y dejar una pausa de silencio para meditarla.

Vicente
17 de septiembre de 2020 a las 21:58

el mejor método es el que practicaba Nuestro Señor cuando predicaba.

Henry Mosquera Quintana
21 de septiembre de 2020 a las 16:38

Completamente de acuerdo, en la homilía o exposición de la Palabra, no se trata de decir algo, sino tener algo que decir. Jesús afirmó en Juan 6:63: Las palabras que os dicho, son espíritu y son vida. De ahí que cuando se predica, se debe tener una responsabilidad muy grande, en el momento de exponer el mensaje de salvación, somos la boca de Dios.

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