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El método cococo
6 comentariosUno de los buenos profesores que he tenido contaba que un día, en clase, los alumnos le preguntaron cuál era el método para hacer una buena homilía. Y el sabio profesor, con una pizca de humor, contestó: “el método Co-co-co”. Que traducido significa: con-tenido, con-vicción, co-municación.
Una buena homilía debe ofrecer buenos contenidos. No puede limitarse a ser una exhortación piadosa o un discurso moralizante. Debe iluminar la inteligencia, ayudar a los oyentes a conocer mejor al Señor. Para ofrecer contenidos hay que estar preparados, y la preparación se adquiere por el estudio. Un predicador que no sabe teología, que no está al día, que no estudia, no puede ser un buen predicador. Por otra parte, una buena homilía debe ser dicha con convicción. La oración, el encuentro con el Señor, refuerza el propio convencimiento. La cuestión no es si el predicador es un pecador. Lo que importa es que esté convencido de lo que dice, que los oyentes noten que se lo cree. Finalmente, el predicador debe ser un buen comunicador, su lenguaje debe llegar a los oyentes, responder a sus necesidades, inquietudes y demandas de sentido. El predicador tiene que hacerse entender. Porque si su discurso no dice nada, si aburre, si no interesa, nadie se preguntará por la verdad de lo que dice. Para que el mensaje llegue hay que hacerlo en un lenguaje inteligible y seductor.
Lo que digo de la homilía vale para cualquier tipo de discurso. Aunque a mí me interesan los discursos eclesiales, los que hacen los obispos, los presbíteros, las y los catequistas, las y los profesores de religión. Muchas veces estos discursos se convierten en respuestas a preguntas que nadie hace, o en exhortaciones piadosas que no responden a ninguna demanda y, por tanto, que no sirven para nada; o resultan ininteligibles porque están formulados en un lenguaje que nadie entiende o que solo entienden unos pocos ilustrados. Normalmente este tipo de discursos alejados de la realidad y encima formulados de forma abstracta, además de no convencer a nadie, manifiestan el poco o nulo convencimiento de quién los hace.
Cuando se habla de determinados temas es necesario que el primero que se sienta implicado y comprometido con lo que se dice, sea el que lo dice. El predicador no es un profesor que puede explicar muy bien y muy fríamente un tema, y no estar de acuerdo con el contenido de la explicación. El predicador es alguien que se siente implicado en lo que dice y afectado por lo que dice. Si lo que dice no le ha cambiado la vida, difícilmente se la cambiará a los oyentes. Eso de hacer homilías o catequesis es una cosa muy seria.