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Cuba, punto de encuentro
2 comentariosCuba se ha convertido últimamente en un lugar de encuentro entre líderes religiosos que hacía tiempo que no se hablaban (el Papa de Roma y el Patriarca de Moscú) o entre facciones políticas que llevan demasiado tiempo enfrentadas (como es el caso de la guerrilla y las fuerzas del gobierno colombiano). Quién facilita encuentros merece toda alabanza, porque lo que más necesitamos los seres humanos es encontrarnos. Las separaciones no son buenas para nadie. Promover también encuentros entre los grupos y tendencias que hay dentro de la isla y entre los cubanos que viven fuera y lo que se han quedado en el país, resultaría coherente con este ser facilitador de encuentros para los de fuera. ¿La visita del presidente Obama servirá de desencadenante de estos encuentros entre cubanos de dentro y de fuera de la isla, o son otros los intereses que hay detrás de esta visita?
Cuba es un lugar con muchos jóvenes, algunos con inquietudes religiosas o, al menos, respetuosos con las religiones e interesados en conocer lo que las religiones pueden aportar. Por sexto año consecutivo he estado en la capital habanera para dar unas clases en un master de teología, al que esta vez se han apuntado 25 jóvenes universitarios. A su nivel, el master ha sido también un punto de encuentro. Entre las y los alumnos había algún no creyente, cristianos de distintas iglesias, y miembros de otras religiones. Un grupo heterogéneo. No es la primera vez que, en estos cursos me encuentro con jóvenes no creyentes. En principio no tiene que sorprender que un ateo se interese por la reflexión teológica católica, del mismo modo que tampoco sorprende que un cristiano pueda ser un experto en doctrinas ajenas al cristianismo.
El conocimiento mutuo es el comienzo de todo encuentro fructífero. El amor comienza con el conocimiento. Cierto, para que haya amor no basta conocerse, pero sin conocerse no hay amor. Por eso es importante que los distintos grupos políticos, religiosos, sociales, económicos, hablen y se encuentren. Porque así, al menos, se darán cuenta de que el otro, el distinto, no es necesariamente un enemigo, ni un rival. Es posible incluso que el otro tenga objetivos y finalidades parecidas a las mías, aunque su experiencia y su trayectoria vital le lleven por caminos distintos. En el fondo, todos buscamos la felicidad. Donde nos separamos es el camino para encontrarla. En este línea me gustaría pensar que los partidos y grupos políticos que, ahora mismo, en España, parecen distantes, pretenden todos lo mismo, o sea, el bien de los ciudadanos. Porque si no pretenden eso, mejor que se retiren. Y si todos quieren lo mismo, ¿cómo es posible que a veces parezca que solo buscan que el otro desaparezca del mapa?