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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Oct
2019

Cuando pecas, Dios te sostiene en tu pecado

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cuandopecas

Desde un punto de vista creyente, Dios es el que hace posible la vida. Por eso, una de las primeras afirmaciones del Credo es que Dios es Creador. Y eso en un doble sentido: es el que hace posible la vida, y es también el que, una vez aparecida la vida, la sostiene permanentemente, gracias a su Espíritu, presente en toda la realidad. Dios no manipula, hace posible la vida. La vida tiene su propia autonomía, pero esta autonomía es un don de Dios. Si, en algún momento, Dios retirara su aliento, todo volvería a la nada. “No hay brisa si no alientas, monte si no estás dentro”, dice uno de los himnos de la liturgia de la Iglesia. Lo mismo, y con más razón, cabe decir de la vida humana: Dios ama a todos los seres y no aborrece nada de lo que existe, porque su espíritu incorruptible está en todas las cosas.

Esta presencia permanente de Dios en toda la realidad nos permite afirmar algo que resulta paradójico: si uno decide quebrantar la ley de Dios, o apartarse de sus caminos, el Señor es el que le sostiene en la existencia mientras lo hace, segundo tras segundo. El pecador peca libremente, sólo él es responsable de lo que hace (y si no es responsable, por el motivo que sea, no es culpable), pero es Dios quién le sostiene en el ser mientras peca. Esto nos permite una doble reflexión. Por una parte, que Dios sostenga al pecador en el ser, es la mejor prueba de cuánto le ama Dios. Dios nos ha hecho libres, somos libres porque él nos sostiene. Dios ha firmado un cheque en blanco con cada uno, y nunca retira la firma. Porque Dios ama incondicionalmente a todas y cada una de sus criaturas. Incondicionalmente. Su amor no está condicionado por nuestra respuesta. Dios siempre nos sostiene, porque siempre confía en nosotros y, al sostenernos en el ser, nos ofrece nuevas oportunidades.

Por otra parte, el pecado resulta ser el absurdo y la contradicción más radical. Tú solo existes, tú sólo eres tú, por causa de Dios. Si pretendes enfrentarte a Dios lo único que haces es auto engañarte. Pretendes ser el dueño de tu vida, y no eres consciente de que tu vida es un regalo permanente. Pretendes ser “sin Dios”, alejado de él, y no te das cuenta de que eres “gracias a Dios”, que nunca se aleja de ti, nunca te abandona. El pecado es pretender lo imposible: romper con Dios. Pretensión absurda, porque Dios nunca rompe con nosotros. El pecado es un engaño: al enfrentarte a Dios quieres ponerte a su nivel, pero siempre eres una criatura. Lo cual no significa que no sea posible ponerse al nivel de Dios, pero nunca desde el enfrentamiento, sino desde la acogida de su amor. La serpiente tenía razón cuando le dijo a Eva que Adán y ella podían “ser como dioses”. La pregunta es: ¿ser como Dios rompiendo con Dios, o recibiendo la auténtica divinidad como un don del propio Dios?

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