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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Ago
2015

Cuando avanzar es retroceder

6 comentarios

Hay unos versos de Joan Alcover que, a mi modo de ver, expresan la paradoja que comporta toda experiencia y todo conocimiento de Dios. El poeta dice que el contemplativo, antes de subir a la montaña, “debe recorrer palmo a palmo toda la tierra que desde la cima dominará”. Y entonces ocurrirá algo sorprendente, pues “No per això s’esvairà el misteri, / del fons de tota cosa inseparable; / si avança la claror, l’ombra recula, / com més va reculant, més imponenta” (= No por ello se desvanecerá el misterio, / inseparable del fondo de toda cosa; / si avanza la luz, la sombra retrocede, / cuanto más retrocede, más imponente).

Se diría que recorrer palmo a palmo una realidad y, además, contemplarla desde la perspectiva de la altura, debe conducir a un conocimiento amplio, profundo, completo. Y, sin embargo, hay algunas realidades que, por mucho que las conozcamos, siempre resultan misteriosas. Más aún, cuanto más las conocemos, más misteriosas resultan. La cuestión, según el poeta, no es que la sombra retrocede cuando avanza la luz, sino que cuanto más luz hay, la sombra resulta más imponente. O sea, cuando parece que avanzamos porque las cosas se van clarificando, entonces es cuando las conocemos menos y resultan más misteriosas.

Esa paradoja se realiza plenamente en el caso de la experiencia y del conocimiento de Dios. Cuanto más avanzamos en el conocimiento de Dios, cuanto más nos acercamos a Dios, cuando parece que le conocemos mejor, entonces más cuenta nos damos de que Dios es un misterio. Acercarnos a Dios es darse cuenta de lo lejos que de él estamos. Por eso, cuanto más cerca parece que estamos de Dios, más conscientes somos de la infinita lejanía que nos separa de él.

Esa es también la experiencia del justo. Precisamente el justo es el que confiesa sus pecados. Por eso, cuanto más avanza uno en el camino espiritual, más consciente es de lo mucho que le falta para identificarse con Dios. De ahí que, aparentemente, avanzar en el conocimiento y en la experiencia de Dios es retroceder. Cuanto más y mejor le conocemos, más cuenta nos damos de lo lejos que estamos: “la búsqueda de Dios, lo hace cada vez más incomprensible” (San Agustín). Avanzar es retroceder. Cobrar conciencia de la santidad de Dios es al mismo tiempo darse cuenta de lo mucho que nos falta para llegar a él. Se diría que aquí se cumple, aplicada a la situación del creyente, esta frase de Juan Bautista sobre Jesús: “es preciso que él crezca y que yo disminuya”.

Y, sin embargo, esta conciencia de la lejanía de Dios, no es una conciencia de separación, sino de unión. De la misma forma que la conciencia de lo poco que sabemos de él, una conciencia que se agudiza a medida que parece que sabemos más, no es la conciencia de una ignorancia absoluta, sino la conciencia de una “docta” ignorancia. Sabemos que no sabemos. Y así es como sabemos. El que se cree que sabe, no sabe nada. En los terrenos de la fe, el que lo tiene todo claro, hace tiempo que dejó de creer.

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Anónimo
31 de agosto de 2015 a las 01:01

Martín un consuelo para los que lo tenemos oscuro.Aurea

Angel Plaza-Martin
31 de agosto de 2015 a las 02:35

Un bebé en los brazos de su madre está tranquilo y confiado y está aprendiendo de su madre aunque sólo es capaz de balbucear el nombre de su madre y quizá ni eso. Pero la reconoce y hay un mundo de mutua comunicación entre los dos. Pero no le pidamos al bebé un tratado sobre la maternidad o una biografía de su madre. Quizá con Dios tenga que ser así. Muchos no sabemos decir gran cosa sobre Dios, a penas su nombre. Pero cuando estamos en comunicación con ‘El, lo reconocemos en el corazón que se amansa lleno de confianza y sin embargo la mente no se llena de ideas, más bien al revés se calla. Volviendo al ejemplo de las personas que amamos, cuando estamos con alguien que queremos de verdad y somos correspondidos, no hacen falta grandes discursos, la presencia, el compartir el tiempo y el espacio, ya es una forma de comunicación y ya es muchas veces suficiente.
Saludos
Angel

Juan
31 de agosto de 2015 a las 05:42

En nuestro proceso de búsqueda de lo que debemos conocer y debemos hacer con frecuencia nos ocurre lo que experimenta el poeta. El encuentro con lo que logramos conocer y el proyecto realizado más que satisfacción y felicidad nos produce inquietud y ansia de nuevas búsquedas. Y diríamos con San Agustín que experimentamos más alegría en la búsqueda que en el encuentro, hasta que nos encontremos definitivamente con el Autor Supremo de todo el saber y el obrar. Mientras tanto, y en constante búsqueda, aprendemos a saber que no sabemos. Gracias, fray Martín, por enseñarnos principios de "docta ignorancia": "Sabemos que no sabemos y así es como sabemos".

Wilson Rodríguez
31 de agosto de 2015 a las 05:50

Jesucristo dice en el Evangelio de San Juan, cuando suba al Padre, os enviaré el Paráclito, para que os convenza acerca del pecado.El hombre iluminado por Dios, ve la oscuridad de sus pecados y los nombra, de modo que no encuentra en que apoyarse de sí mismo: es la humildad.Cuando en el Génesis, Dios se pasea por el Jardín, pregunta al hombre:¿Dónde estas? Resultan dos actitudes:1-La de esconderse, esconder la historia-2-La de denunciarse, la de aceptar la cercanía comprensiva del Creador.El justo lo primero que hace al hablar es denunciarse a sí mismo.Me despido con el Hamlet:Ser amado o no ser amado, esta es la cuestión.

Anónimo
31 de agosto de 2015 a las 19:11


Wooow! Amén. Silenci contemplatiu.

Déu és aquí! Fugiu, ombres de vida,
Davant Aquell qui és…
Obriu-me el fons d’abatiment sebs mida,
Abismes del no-res.

…Oh Llum de Llum, Essència tota pura!
Miraume fit a fit…

Vull beure vostres raigs de viva flama.
Oh Sol abrasador!
Cremau!...que és dolç a lésperit que us ama
Patir més set d’amor.

Adorant
Miquel Costa i Llobera

Anónimo
31 de agosto de 2015 a las 22:09

Fe de errata:

sens ( no sebs)

Adorant ( fragments)
M.Costa i Llobera

Disculpeu

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