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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Feb
2014

Cristo ilumina el misterio de lo humano

5 comentarios

Para un cristiano el misterio no es un enunciado incomprensible, sino una realidad muy positiva, a saber, la presencia al mismo tiempo desbordante y totalmente cercana de un Dios trascendente. La característica fundamental del Dios de la Biblia no es su incomprensibilidad, sino su manifestación en Jesucristo, anunciada por la predicación de los apóstoles y por el testimonio de la Iglesia. Cierto, este Dios está fuera de nuestro alcance y siempre nos deja pensativos, pero no es menos cierto que nos llega y nos afecta en lo más profundo de nuestro ser. Nos concierne íntimamente y opera en nosotros, ya que su revelación viene a esclarecer nuestro propio ser.

“El misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”, dice el Vaticano II. Cuando Jesús nos revela el misterio de Dios como Padre, se nos descubre al mismo tiempo el misterio del ser humano, descubrimos nuevas maneras de ser humanos, descubrimos en definitiva que somos hijas e hijos de Dios y hermanos los unos de los otros, descubrimos la dimensión divina de nuestra vida, descubrimos que el fondo más auténtico de lo humano es Dios. A la luz de Cristo, nos entendemos mejor a nosotros mismos, conocemos mejor el sentido de la vida y de la muerte.

Así se explica el corazón inquieto del hombre, su insatisfacción permanente, su no estar nunca contento con lo que tiene, su deseo de más y siempre más, en suma, sus ansias nunca colmadas de felicidad y de vida. Este corazón inquieto, esta insatisfacción permanente, estos anhelos de verdad, justicia, vida y amor, son la huella de la presencia del misterio de Dios en la vida humana.

El misterio de Dios es un misterio que nos concierne porque ilumina nuestro propio misterio. No en el sentido de una clarificación puramente intelectual, sino como autocomunicación de amor que acontece definitivamente en Jesucristo. El misterio de Dios en Jesús es amor. Un amor que llena de sentido la vida humana y la abre a un desbordamiento de amor hacia todos los humanos.

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Juanjo
1 de febrero de 2014 a las 09:29

¡Qué misterio el de la revelación de Dios conjugada totalmente con la libertad del hombre para poder captar o rechazar este Misterio! ¡tantos y tantos autores a lo largo de la historia justificando el hecho cristiano!. Incluso este domingo en la lectura del Ev de Lc, se proclama que este niño será "Signo de contradicción". En efecto Simeón dice que él es la Luz. ¿Pero como? ¡Inaudito! ¡herejía! ¡Pero si la luz es la Ley, el cumplimiento estricto de las normas establecidas y su observancia rigurosa!¿Como ahora la Luz que trae la salvación puede venir de un niño recién nacido?

Esther
1 de febrero de 2014 a las 15:15

El ser libres es algo fascinante, podemos aceptar a Jesucristo o rechazarlo. Me vienen a mi mente aquellas palabras de San Agustín en el libro de las Confesiones: " Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti" (Conf. I,1,1)
Quien está lejos de Dios está lejos de sí mismo, alienado de sí mismo y sólo puede encontrarse a sí mismo si se encuentra con Dios, de este modo logra llegar a su verdadero yo y su verdadera identidad.
El amor que recibimos de Dios lleva a la plenitud nuestra vida, le confiere sentido.

Valero
3 de febrero de 2014 a las 14:46

Gracias Martín por expresar de forma tan sencilla e inteligible el misterio de Dios y del hombre. Dijo Albert Einstein que el universo es infinito pero limitado. En esa paradoja se resume algo complejo y no obstante sencillo, y así uno llega a la conclusión de todas las realidades encierran una paradoja. Por ejemplo que en la concreción histórica de Jesús, se reveló plenamente la inmensidad intangible de Dios o que en Jesucristo, el hombre, frágil y esclavo de su miedo a la muerte, es glorificado y alcanza su verdadera manera de ser hombre.

Juan
3 de febrero de 2014 a las 17:19

"Crucé siete mares en busca de algo…", reza una canción clásica. San Agustín nos recuerda haber más placer en la búsqueda que en el encuentro... Fray Martín habla del corazón siempre inquieto e insatisfecho del ser humano…y sólamente en el encuentro con Jesús (que nos revela el inmenso amor de Dios Padre por la creación y el género humano y nos manda amar del mismo modo a Dios y los hermanos: el Hijo Prodigo y el Buen Samaritano), encontramos una respuesta misteriosa a este casi absurdo que soy, siempre en búsqueda… Gracias, fray Martín, por este poema de amor tuyo. Gracias, Señor, por tu gran poema de salvación. Gracias a los exégetas y teólogos y poetas que nos indican un camino a seguir de fe, esperanza y amor.

roberto Rueda davila
4 de octubre de 2016 a las 03:05

Podria usted profundizar mas acerca de la doctrina biblica de la iluminacion?

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