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Contemplación y predicación
4 comentariosHomilía del lunes, 29 de julio de 2019, fiesta de Santa Marta, en el Capítulo General de la Orden de Predicadores en Vietnam:
Tras experimentar las maravillas de Dios, el pueblo de Israel hizo una promesa de perpetua fidelidad a Dios, según relata el libro del Éxodo. Hoy hemos visto como esta promesa de fidelidad se cambió rápidamente por la realidad de la infidelidad. No es nada fácil ser fiel a un Dios al que no se puede ver, ni oír, ni tocar, un Dios invisible, que siempre se nos escapa, que nunca controlamos. Lo fácil es adorar al oro, al dinero, que es algo concreto, parece maravilloso y siempre deslumbra. Yo suelo decir que el dinero nos vuelve locos a todos. Cuando nuestro criterio de actuación es el dinero, perdemos la perspectiva. Es una advertencia para nosotros, casi al final del Capítulo. Muchas actas, muchos buenos deseos, muchas promesas. Lo importante van a ser las realidades.
Vamos con Marta y María. Los maestros espirituales de no hace mucho tiempo, presentaban a Marta y María como iconos o figuras de dos tipos de vida consagrada: la activa y la contemplativa. Evidentemente los textos evangélicos hablan de otra cosa, pero a ellos les venía bien eso de que “María ha escogido la mejor parte”, para concluir en la mayor perfección de la vida contemplativa.
A mi se me aclararon las cosas sobre la relación entre vida activa y contemplativa leyendo una de las cuestiones disputadas de Caritate de santo Tomás. Allí el santo dice que hay tres grados en el amor a Dios: primer grado, el de aquellos que fácilmente dejan la oración bajo pretexto de trabajos apostólicos; esos manifiestan poco amor a Dios. Otros, en cambio, se deleitan tanto en la oración, que no quieren dejarla ni siquiera para servir al prójimo. Más algunos, dice el santo, suben a tan alta cima de la caridad, que dejan la contemplación divina, aunque tengan en ella el máximo deleite, a fin de servir a Dios para salvación de los prójimos. Esta perfección, dice el santo, es propia de los predicadores. Los predicadores de la fe son los que alcanzan el máximo grado de perfección en el amor.
Dejo de lado algunas otras cosas interesantes que añade Tomás de Aquino, para no cansarles. Concluyo: puestos a usar estas dos figuras, la de Marta y la de María, como iconos de vida consagrada, habría que decir: ni Marta sola, ni María sola. Marta y María siempre juntas e inseparables. Eso sin olvidar que el evangelio pone en boca de Marta una de las más bellas confesiones, la que debe anunciar todo predicador de la fe: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, la resurrección y la vida. Quién cree en él, no morirá para siempre.