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Confirmación, cumplimiento de una promesa
1 comentariosTuve ocasión de confirmar a 30 muchachos y muchachas de unos 17 años; habían hecho tres años de catequesis antes de confirmarse. Se notaba que estaban preparados y que acudían a recibir el sacramento con ilusión. Cuando me presentó a los confirmandos, el párroco dijo: “estos jóvenes fueron bautizados con la promesa de que serían educados en la fe, y de que un día recibirían por la Confirmación la plenitud del Espíritu Santo. Este fue el compromiso de sus padres y padrinos en el bautismo”.
Comencé la homilía aludiendo a estas palabras y dije algo así a los jóvenes: “vosotros, al venir a confirmaros, habéis dejado en buen lugar a vuestros padres y padrinos. Ellos hicieron una promesa. Vosotros sois la prueba evidente de que han cumplido lo que un día prometieron; la prueba de que su promesa no fue un puro formalismo vacío, sino un compromiso serio. Esta promesa es la más importante que pueden hacer unos padres: comprometerse a educar a sus hijos en la fe. Os felicito, porque habéis dejado en buen lugar a vuestros padres. Además, un hijo, una hija que deja bien a sus padres es una buena garantía de que un día será un buen padre y una buena madre”.
A veces, al recibir un sacramento, hacemos promesas no sólo sin intención de cumplirlas, sino sin ni siquiera saber lo que hacemos. Sin duda, la vida es compleja y, a veces, nos lleva por donde no queremos. Pero una cosa es no poder cumplir una promesa por causas ajenas a nosotros, y otra cosa es prometer sin saber lo que prometemos o sin ninguna intención de cumplir lo prometido. Si el sacramento “falla” (no solo en el caso del bautismo, también del matrimonio o incluso del orden sacerdotal) por la primera causa, habrá que analizar con prudencia y comprensión lo ocurrido. Si falla por la segunda, entonces somos unos payasos que más valdría que reservásemos la payasadas para otras ocasiones.