May
Con la caridad tenemos un problema de lenguaje
3 comentariosLa caridad es una manera de designar al amor cristiano. Hay que reconocer que en nuestras catequesis y predicaciones tenemos un problema de lenguaje con el término caridad. ¿Qué entienden los no cristianos y también bastantes cristianos cuando oyen la palabra caridad? En muchos casos se confunde la caridad con la limosna y se la desprecia porque se la considera una excusa para no practicar la justicia. Por eso es muy importante que en estos terrenos de la relación entre caridad y justicia nos expliquemos bien, no sea que buscando defender la caridad los oyentes entiendan “otra cosa”.
Ya el Vaticano II reconoció en Apostolicam Actuositatem, 8, la justeza de algunas de las críticas a ciertas concepciones de la caridad, y dejó escrito que era necesario “cumplir antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia; suprimir las causas, y no sólo los efectos, de los males, y organizar los auxilios de tal forma que quienes los reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se vayan bastando por si mismos”.
Los problemas de comprensión del término caridad van todavía más allá. Quizás uno de los fundamentales está en que, cuando se habla de caridad, espontáneamente todos pensamos en el prójimo. Sin embargo, la referencia fundamental de la caridad es Dios: la caridad ama a Dios por sí mismo y al prójimo por Dios, dice la más elemental catequesis de la Iglesia. De nuevo aquí hay que aclarar que “amar por Dios” es el más exigente de los amores.
Amar “por” Dios es valorar lo mejor que tiene el prójimo como imagen e hijo de Dios. Y es una exigencia de universalidad: todos los seres humanos, en virtud de su origen y destino divino, deben ser amados. Esta motivación nos previene contra un amor que estaría basado únicamente en la amabilidad del otro. La caridad nos impulsa a amar a todos los seres humanos incluso si no aparecen como amables. El amor cristiano exige la imitación del amor universal de Dios. Prescribe todo odio y resentimiento, incluso los que parecerían humanamente fundamentados. Supera el egoísmo falsamente natural y alcanza incluso al enemigo.