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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Ene
2016

Cambiar el ciego destino

5 comentarios

Aunque no sea muy usada, en castellano existe la palabra destinación. En francés es una palabra de uso más corriente y eso permite a los franceses jugar con los términos "destino" y "destinación". En castellano se entiende mejor este juego de palabras si distinguimos el destino (el ciego destino) de aquello a lo que estamos destinados; dicho de otra manera: de cuál es nuestra meta. Con el término destino designamos una situación inevitable, no escogida, que se nos impone. Su contrario sería la libertad. Ahora bien, la libertad no es solo la posibilidad de escoger; entendida así queda asociada a la indecisión que precede a toda elección insegura e incierta. La libertad es un acto de responsabilidad que nos hace capaces de asumir aquello que nos conviene y nos realiza. La libertad, por tanto, es el acto capaz de transformar el destino.

Sin duda hay elementos que escapan a la voluntad humana (eso es el destino), pero la manera como los manejamos está bajo nuestra responsabilidad. El que yo sea alto o bajo es mi destino, pero yo puedo asumir y vivir mis cualidades corporales de una u otra manera. La grandeza del ser humano está en su capacidad de sobreponerse a situaciones que, de alguna manera, se le imponen. El arte es un buen testimonio de esta capacidad: el escultor está condicionado por la piedra pero, al esculpirla, muestra hasta dónde puede llegar la libertad.

Todos los seres humanos, recuerda el Concilio Vaticano II, estamos llamados a un sólo e idéntico fin, puesto que nuestra vocación es una sola, la divina. A eso estamos destinados, esa es nuestra meta. Hacia eso caminamos. Pero no como un destino que se nos impone, como una especie de hado o fuerza desconocida, sino una meta que requiere nuestra aceptación libre. Porque esta vocación divina es una llamada al amor. Y el amor solo se realiza en la libertad.

Por otra parte, en este mundo nuestro, dónde hay tanta gente que lo pasa mal, muchos culpan al destino de su mala suerte. Tampoco ahí hay que culpar al destino, sino a la mala política que produce desgracias sin cuento, y a la falta de solidaridad de quellos que tenemos un mejor destino. Unos y otros deberíamos ser capaces de cambiarlo, para que en este mundo las personas pudieran vivir, no según los malos hados del destino, sino según la voluntad de Dios, que quiere a todos libres, responsables y felices. El cristiano no cree en el destino, no cree que cuando uno nace lo hace con las cartas marcadas. El cristiano cree que Dios nos ha hecho libres precisamente para poder cambiar el destino, para rebelarnos contra los elementos que nos atemorizan o nos esclavizan. Hay rebeldías que son fruto del Espíritu Santo: todas aquellas que conducen a pasar de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas.

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Angel Plaza
9 de enero de 2016 a las 19:28

"Todo se ha cumplido" dice Jesús en la Cruz. ... ?era ese su destino? ?Una Cruz, un proceso judicial injusto, una humillación pública, el abandono de sus discípulos y la negación de sus apóstoles más cercanos? ?Ejerció Jesús su libertad ante un camino vital aparentemente marcado? ?había otras posibilidades en manos de los hombres? o ?la crueldad, la injusticia, las leyes del mundo en el que vivimos se impusieron sobre el destino de un hombre?

Martín Gelabert
9 de enero de 2016 a las 19:59

A propósito del comentario de Angel Plaza quiero recordar este texto que el evangelio de Juan pone en boca de Jesús (cito de memoria): "nadie me quita la vida; yo la entrego libremente. Tengo poner para darla y poder para recuperarla. Tal es la orden que he recibido del Padre". Quizás este texto puede iluminar algo la pregunta que plantea el comentarista.

Juan
10 de enero de 2016 a las 13:27

Ciertamente Jesús, siendo Dios y hombre, tenía poder para entregar su vida y recuperarla, pero ¿no era esa la voluntad de su Padre?..¿No tenía que morir y resucitar para salvarnos de las oscuras realidades que menciona Angel Plaza y tantas otras?
Gracias, fr. Martín.

Tenía que morir
10 de enero de 2016 a las 15:45

Queda claro que como acabamos de celebrar en la fiesta de los Reyes Magos o Epifanía, "hincando sus rodillas le adoraron". Ante él todo poder hinca las rodillas. Y eso es algo que los reyes, hoy en día los políticos, los que hay, ladrones y corruptos, o los que vienen, que ya hemos visto como son y cómo hacen, que como dicen incluso en su lema algunos de ellos, "podemos" (=poder), no quieren permitir. El poder-podemos no permite que ante Jesucristo nos arrodillemos y nos quitemos las coronas del poder de la cabeza. Ni ellos ni nadie. Por lo tanto, más vale que el pueblo no se soliviante, así que le matamos y todo quedará olvidado. Les pondremos un gran hermano VIPS y unos partidos más de fútbol para que se entretengan. Ah, y teléfonos más baratos para que se enganchen a la pantallita.

Fanny Ueda
11 de enero de 2016 a las 05:11

El destino , nos lo hacemos nosotros mismos , con nuestras decisiones , pero lo más bellos es que por VOLUNTAD DIVINA , TODOS ESTAMOS DESTINADOS A LA VIDA ETERNA DIVINA , DIOS PADRE nos dotó de todo cuanto necesitamos y nos dió libertad, y lo más bello de todo esto es que es una llamada al AMOR.
que nuestra vocación es una sola, la divina
esta vocación divina es una llamada al amor. Y el amor solo se realiza en la libertad.

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