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Buscar la verdad en la mentira
7 comentariosEs conocido un texto que Tomás de Aquino cita atribuyéndolo a San Ambrosio: “La verdad, la diga quien la diga, proviene del Espíritu Santo”. Menos conocido es otro texto en el que, comentando una palabra de Jesús sobre el diablo como padre de la mentira, dice que “en los demonios hay alguna verdad, así como algo verdadero”. En caso contrario, argumenta el santo, el diablo no tendría posibilidad de entender nada; luego en él tiene que haber capacidad para la verdad. Por tanto, la verdad, aunque la diga el diablo, sigue siendo verdad, y los amantes de la verdad deben prestarle atención, no tanto por quien lo dice, sino por lo que dice.
El pensamiento de Tomás de Aquino tiene una interesante aplicación: hay que saber buscar la verdad incluso donde parece que sólo hay error y mentira. O dicho de forma más suave: hay que buscar la verdad debajo de muchas reacciones desconcertantes y de muchas cosas con las que no estamos de acuerdo. Pues buscando la verdad que puede haber en ellas tenemos una posibilidad de reorientarlas, de reconducirlas al buen camino. Si solo condenamos, no hay modo de “encontrarnos” con el diferente, ni de evangelizar. Hay que buscar un punto de encuentro, un punto de partida, una base buena en el otro desde la que poder construir. Partir de su parte de verdad, de su lado bueno, buscar la verdad y el bien incluso allí donde no es fácil encontrarlo, pero seguros de que algo bueno tiene que haber.
¿No hay una falta de cariño, y por tanto, una búsqueda implícita de amor, en muchas búsquedas explícitas de sexo? ¿No hay una falta de acogida, una soledad profunda, y por tanto, una búsqueda implícita de amor, en muchas contestaciones violentas de los adolescentes y de los no adolescentes? ¿No hay una búsqueda de comprensión, y por tanto, una búsqueda de amor, en muchas expresiones de disgusto, en tanta cara seria y malhumorada de la gente? ¿No hay incluso una falta de comunión y, por tanto una búsqueda de fraternidad y, en definitiva, de Dios, en tantas protestas contra el mal y contra la injusticia del hombre moderno? ¿No hay una búsqueda de santidad en tantas críticas y lamentos contra los pecados de la Iglesia? ¿No hay un deseo de justicia en el grito rebelde y, a veces, violento de los pobres?