May
A vueltas con la Misa en latín
26 comentariosLa Santa Sede acaba de hacer pública una instrucción reglamentando el uso de la liturgia romana vigente en 1962. Dicho claramente: se trata de un documento que regula la celebración de la Eucaristía (y otros sacramentos, como la confirmación, y también el triduo pascual) según el rito anterior al Concilio Vaticano II, en lengua latina, lecturas incluidas, como si fuera algo habitual. Si un grupo de fieles lo piden o un sacerdote se presenta en una Iglesia con un grupo de fieles, el encargado de la Iglesia debe facilitarles poder celebrar de este modo. Los obispos deben disponer de sacerdotes que entiendan latín por si un grupo de fieles solicita celebrar con este rito. Curiosamente de la homilía no se dice nada. Ni si es conveniente hacerla, como sí dice que es conveniente y obligatorio, en algunos casos, la normativa del Misal posterior al Vaticano II, y como dicen todos los documentos actuales de la Iglesia, el último la Verbum Domini; ni tampoco se dice, en caso de hacerla, si también hay que usar el latín en la homilía.
La verdadera cuestión en este asunto es el bien de los fieles, y el valor y tratamiento que le damos a “la Mesa de la Palabra”. Se trata de encontrar los mejores modos que ayuden a rezar y a acoger la Palabra de Dios. Y eso vale para todos los fieles. Conviene, pues, aclarar dónde está el interés, si en la Misa y la oración, o en el rito antiguo y el latín. No sería bueno que el acento estuviera puesto en los modos y no en la oración. Pues los modos son importantes, siempre que no se absoluticen y no se conviertan en fines. Por eso he dicho lo de la homilía y lo de la mesa de la Palabra: las personas que piden la Misa en latín, ¿entienden suficientemente el latín? ¿O detrás del latín hay otro tipo de reivindicaciones y nostalgias? El favorecer, como algo bastante habitual, el ritual anterior a la reforma del Vaticano II (dice la instrucción que ambos ritos, el antiguo y el actual, son “dos usos del único Rito Romano, que se colocan uno al lado del otro”), ¿es un modo de mirar al futuro, de ilusionar a las jóvenes generaciones, de hacerles gustar la Palabra, o es un modo de contentar a una serie de nostálgicos, que al fin y al cabo son una minoría?
Las personas merecen mucho respeto. Lo que no me gustaría es que un asunto tan serio como la Eucaristía (seguro que los amantes del rito antiguo prefieren la palabra Misa), digo que un asunto tan serio, se convirtiera en signo de otra cosa.