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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Jun
2008
Comienzo del año paulino
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Comienza hoy el año dedicado a conmemorar el nacimiento de San Pablo, hace dos mil años, en Tarso, en la actual Turquía. Muchos serán los actos que durante este año le recordarán. Uno de ellos lo organizará la Facultad de Teología de Valencia que, en abril del próximo año le dedicará su Simposio bianual de teología histórica.

Hoy quisiera destacar la homilía de Benedicto XVI en la apertura del año paulino en Roma. Una de sus claves es la verdad: “la verdad era para Pablo demasiado grande para estar dispuesto a sacrificarla en vista de un éxito exterior”, dice el Papa. Y más adelante: “en un mundo en el que la mentira es potente, la verdad se paga con el sufrimiento”. Certeras palabras que nos orientan hacia la verdad como algo que se impone por sí misma y no por la coacción o la fuerza. Precisamente porque se impone por sí misma, porque se manifiesta como lo más valioso, uno está dispuesto a sufrir por ella, a defenderla a despecho de todos los obstáculos. En relación con la verdad está la libertad: la verdad nos hace libres, dijo Jesús; san Pablo vivió esta experiencia de encontrar la verdad en Cristo y de abrirse así a la libertad del que actúa por propio convencimiento, del que no se siente coaccionado porque hace lo que le nace de dentro. Una libertad así entendida solo puede conducir al amor. Al respecto el Papa recuerda una famosa frase de san Agustín: ama y haz lo que quieras. Del amor no puede surgir ningún mal; el que ama siempre quiere el bien y  por eso lo realiza libremente, espontáneamente.

Me complace destacar otro aspecto interesante en esta homilía. Recordando la escena narrada en el libro de los Hechos, en la que Pablo escuchó estas palabras del Señor: “Yo soy Jesús a quién tu persigues”, el Papa nota: “Persiguiendo a la Iglesia, Pablo persigue al mismo Jesús”. En efecto: Jesús se hace presente en la Iglesia. Pablo, persiguiendo a los cristianos, se encontró con Jesús. Porque Jesús Resucitado se hace presente en sus seguidores. Ayer y hoy. Tomar conciencia de que los cristianos somos hoy la presencia de Jesús ante el mundo tiene consecuencias de cara a la credibilidad de la Iglesia, a su forma de presentarse, a su modo de actuar, al tipo de relaciones que se dan dentro de la Iglesia, al modo de gobernar, a nuestra consideración con los de fuera, a nuestra solidaridad con los pobres, a nuestro trato con los poderosos, etc., etc., etc.

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28
Jun
2008
Ambiente raro
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¡Qué cosas tiene uno que leer! A veces es mejor no enterarse para vivir más feliz. Lo malo y lo triste es que sobre esas cosas muy secundarias, poco importantes y marginales, se hace mucho ruido, logrando así causar risa a los que están fuera y poner de mal humor a muchos que están dentro. Ahora resulta que los grandes temas eclesiales son la Misa en latín, la comunión en la boca y de rodillas, los cambios en el palio y el báculo del Papa y hasta la marca de sus zapatillas. ¡Por favor!

Hay una categoría teológica, muy práctica, que no se menciona, aunque tengo la impresión que sí se practica o no (según como se mire), aún sin saber que se practica o no, como le ocurría a ese personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo. Me refiero a la “recepción”. Con este término se indica la aceptación de las verdades referentes a la fe y a las costumbres. El problema aparece cuando se trata de recibir determinadas costumbres que a un gran número de personas les resultan extrañas, bien por estar acostumbrados a otras costumbres, bien porque no acaban de ver las razones de la propuesta. Cuanto más secundario sea el asunto mayor será la diversidad de opiniones o de costumbres, y más difícil resultará la recepción de una única norma o costumbre. Precisamente porque se trata de temas secundarios la autoridad eclesial se limita a recomendarla, pero no a imponerla. Lo malo es que quienes son favorables a la costumbre recomendada, supuestamente recomendada, permitida o tolerada (porque a veces tampoco está muy clara la distinción) se atribuyen el papel de guardianes de la ortodoxia y hasta de la fe y la moral, y se dedican a descalificar a la inmensa mayoría de los que no siguen tal costumbre, pongamos por caso la comunión de rodillas y en la boca. Todo esto crea un mal ambiente, facilita la burla de los de fuera, hace que nos perdamos en cuestiones secundarias, provoca desorientación en la gente sencilla y buena, y produce la impresión de que los que mandan siempre se colocan al lado de las posiciones más extrañas, minoritarias, rígidas y anticuadas. Y lo que es peor, todo eso no favorece la recepción de lo único que importa recibir, que es el Evangelio de Cristo.

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27
Jun
2008
Historia y Fe
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Me refería en mi artículo anterior a la necesidad de una buena información y una buena formación para tener buenos criterios. Pues bien, los lectores del libro de J.A. Pagola harán bien en estar informados de la Nota que acaba de emitir la Comisión Episcopal de la doctrina de la Fe. En la parte final de la nota se reconocen aspectos positivos en el escrito de Pagola, aunque la globalidad de la nota busca clarificar las deficiencias metodológicas y doctrinales que, a juicio de sus redactores, contiene el libro.

La cuestión de fondo del debate es, a mi entender, la relación entre historia y fe. La fe cristiana parte de un acontecimiento histórico, a saber, la obra, la palabra, la vida toda, la muerte y la resurrección de Jesús. En esta historia se revela Dios mismo y sólo mirando a esta historia conocemos al Dios que se revela en Jesús. Pero esta historia sólo se comprende en toda su verdad desde la confesión de Jesús como el Hijo. Jesús, el hombre de Nazaret martirizado en Jerusalén, es el Cristo, el Ungido, el Mesías, el Enviado de Dios. Por eso, los cristianos unimos un calificativo (Cristo) a un nombre (Jesús) para formar un “nombre nuevo” (Jesucristo), en el que se unen la fe y la historia. Una lectura histórica de Jesús que prescinde de la fe, o dicho de otro modo, una historia de Jesús no leída según el Espíritu, no es reveladora. Este es el límite de los estudios sobre el Jesús histórico. Los estudios sobre el Jesús histórico tienen una relevancia teológica fundamental, son absolutamente necesarios, pero con ellos solos no se sostiene la fe. Esta me parece que es una de las claves del debate.

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26
Jun
2008
Ante la desorientación, información y formación
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Muchos católicos no comprenden determinados asuntos eclesiales. Algunos preguntan, pero cuando preguntan a personas distintas, supuestamente enteradas, tampoco se aclaran, porque reciben respuestas diferentes. Yo suelo recomendar que se informen, si pueden directamente, y que se formen ellos mismos su propio criterio. Para muchos ha sido motivo de desorientación la aparición del libro de José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica. A mi modo de ver lo que ha despistado no ha sido tanto el libro en sí, sino los comentarios que ha suscitado. Resulta incluso curioso que muchos lo critiquen sin haberlo leído y que bastantes lectores no encuentren nada que chirríe con su fe. Hace unos días leí la carta que el obispo Juan María Uriarte escribió a sus diocesanos informándoles de que había dado el preceptivo permiso canónico para la edición del “texto renovado” del libro de Pagola, y en la que manifiesta conocer la positiva reacción de muchos creyentes y alejados que han encontrado en este libro ”una llamada al seguimiento, un impulso de conversión y un interés por la persona y el mensaje de Jesús”.

Una lectora del blog, entre sorprendida y dolorida, me envía una información de agencia que posiblemente refleje algo de lo ocurrido en la reunión plenaria de la conferencia episcopal, aunque también me parece que contiene algunas inexactitudes. Es dudoso que la comisión permanente fuera presidida por J.A. Martínez Camino, porque el presidente de la comisión es Rouco. Es extraña “una orden de Roma” que no ha sido enviada al presidente de la Conferencia y que sólo conoce el Secretario. Sí que tengo datos para pensar que algunos de los obispos más influyentes son partidarios de la vía del diálogo. Y me sorprende que alguien pueda decir que el libro de Pagola está escrito para hacer sombra al del Papa, entre otras cosas porque estos libros no se hacen sombra, se complementan. El del Papa, teniendo muy en cuenta la historia de Jesús de Nazaret, ofrece una buena explicación teológica de la interpretación creyente de Jesús, como Hijo del Padre enviado a los hombres para nuestra salvación; el de Pagola, supuesta esta fe en Jesús como el Hijo, busca los elementos históricos fiables que hacen posible y sostienen la fe.

Acabo con una anécdota que me ha recordado esa información de agencia. En febrero de 2004, antes de que hubiera ninguna noticia del libro del Papa actual, Pagola me invitó a cenar en un restaurante del casco viejo de San Sebastián. Allí me habló con devoción y unción del libro que estaba preparando. El suyo no ha sido escrito buscando responder a nadie; es el resultado de una búsqueda personal de un creyente enamorado de Jesús.

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24
Jun
2008
Unidad sin fisuras, ¿en torno a qué?
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A veces, en algunos discursos eclesiales, aparecen apremiantes llamadas a la “unidad sin fisuras”, a la “fidelidad eclesial”, y a la “resistencia” ante determinadas leyes o programas políticos. Estas llamadas generan grandes entusiasmos y grandes incomodidades. Los entusiasmos, más que a fidelidades eclesiales, suelen deberse a posiciones políticas, porque en cuanto el eclesiástico dice algo con lo que no comulgan los entusiasmados, entonces le ignoran o descalifican. Las incomodidades provienen de aquellos que sospechan que detrás de la apelación a la unidad está el uniformismo, detrás de la fidelidad está la sumisión, y detrás de la resistencia se encuentran asuntos discutibles. Esto me lleva a pensar que también hay resistencias a las mociones del Espíritu que actúa más allá de las fronteras eclesiales; hay una unidad en la comunión, que no suprime, sino que respeta y valora las diferencias; y hay una fidelidad fundamental a Cristo nuestro Señor.

No me refiero a casos concretos, porque cada caso es único y requiere su propio análisis. Además, los casos concretos despiertan mucha pasión y, desgraciadamente, bastantes personas los juzgan visceralmente, incapaces como son de reconocer que la realidad no es ni blanca ni negra, se parece más a la amplia gama de matices del gris. Siguiendo con consideraciones generales, a veces da la impresión de que algunas llamadas a la unidad se refieren a cuestiones accidentales. En ese caso basta una unidad en las formas, importando poco la unidad en el amor. Y, sin embargo, allí donde hay amor, hay unidad en lo esencial y apertura mental para acoger puntos de vista distintos y, por eso mismo, enriquecedores. Apertura mental para comprender eso que decía el Vaticano II: una misma concepción cristiana de la vida puede conducir a soluciones divergentes, a juzgar del mismo asunto de distinta manera (Gaudium et Spes, 43). La comunión no la rompe el que se atreve a soñar o hace gestos de desaprobación, sino el que hace de ella bastión fortificado en el que no cabe ninguna discrepancia.

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20
Jun
2008
Formarse para hablar de Dios
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En estos dos últimos años he tenido ocasión de dirigirme, en diversas ciudades de España, a catequistas y profesores de religión. En todas partes he insistido en algo que me parece fundamental, a saber, que en las tareas pastorales la actitud es un elemento imprescindible. Se puede enseñar informática y pensar que eso es perjudicial; pero no puede enseñarse religión sin estar convencido de la absoluta necesidad de lo que se enseña que, en definitiva, no es otra cosa que la persona misma de Jesucristo. Pero si la actitud es necesaria, no es suficiente. Junto con la actitud, la preparación, la buena formación, la competencia, en suma, es otro requisito para realizar una buena tarea pastoral.

La razón fundamental de la necesidad de una buena formación es la ley de la encarnación: Dios se puso a merced de un acontecimiento humano, asumió el riesgo de lo humano. La ley de la encarnación, aplicada a la tarea pastoral, suena así: cuanto más preparados estamos, mejor actúa Dios; y cuando no estamos preparados obstaculizamos y hasta impedimos la acción divina. Dios nunca actúa directamente, actúa a través nuestro, a través de causas segundas, dicen los teólogos. Si Dios actúa a través de lo humano, cuanto mayor sea la calidad de lo humano, cuanto más preparados estemos, mejor se transparentará la obra divina. La calidad del instrumento, en este caso nuestra preparación, condiciona la transmisión y la recepción. A veces oigo decir a algunos catequistas, más voluntariosos que preparados: “el Espíritu Santo me ayudará y me inspirará lo que tengo que decir”. Olvidan que la acción del Espíritu se da a través del estudio, de nuestro esfuerzo. Y por tanto, cuando no estamos formados, cuando no nos hemos actualizado, cuando no hemos estudiado bien el tema, el Espíritu “inspira” tonterías, ridiculeces o cosas de poco nivel (dicho sea pidiendo perdón al Espíritu por atribuirle lo que sólo debe atribuirse a nuestra desidia o a nuestra pereza).

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15
Jun
2008
Contento de ser como soy
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¿Se acuerdan de Cristina Kaufmann? Sí, esa monja carmelita de Mataró, que un día fue entrevistada por Mercedes Milá en la única televisión de entonces y ante la pregunta de la periodista sobre qué era eso de rezar y para qué servía, la monja se puso a rezar ante las cámaras provocando un aluvión de llamadas que solicitaban la repetición del momento. Pues bien, en una entrevista poco conocida grabada meses antes de su muerte, Cristina Kaufmann ofrece esta sorprendente definición de creer: “Creer es estar contento de ser como soy. Y saber, de alguna manera, que mi vida no es inútil, que hay alguien a quien le agrada que yo viva”.

Creer es estar contento de ser como soy y de ser quien soy. O sea, creer es aceptarme. Cosa nada fácil en esta sociedad en la que abundan las personas disgustadas consigo mismas, esta sociedad en la que hay mucha gente que desea ser “otra” u “otro”, porque constantemente nos están bombardeando con modelos que distan mucho de ser lo que somos. Importa, pues, ayudar a reconciliar a las personas con el ser que ellas son. Y vivir agradecidos por ello. Cada vida humana es un milagro matemático, una lotería de miles de millones de números en la que sólo hay una posibilidad de ser quien soy. Si mis padres me hubieran engendrado cinco minutos después, si por el motivo que fuese se hubiera retrasado el momento, yo no existiría. Soy el que soy y como soy porque ocurrieron una concatenación de circunstancias humanas y biológicas que se dieron en un determinado momento y que son irrepetibles. ¿Por qué soy así? Sólo puedo ser así y no de otra manera. O así o de ningún modo. Y la vida vale por sí misma. Debería estar agradecido a mis padres, tantas veces abandonados, criticados, no aceptados, sencillamente por ser, por ese regalo que vale por sí mismo. Si no estoy satisfecho de ser quien soy, difícilmente podré reconciliarme con mis orígenes humanos y con ese origen más profundo de mi vida que es Dios.

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11
Jun
2008
Esperanza esperable
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Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Sin embargo, mi impresión es que falta mucha esperanza, no sólo en esos lugares donde abunda la pobreza y escasean las posibilidades de trabajo, sino también en nuestro mundo rico, en el que tenemos de todo, pero nunca acabamos de estar satisfechos. He leído en George Sand que a las personas nos gusta tanto viajar porque no estamos contentos en ningún lugar. Y Bernardo de Claraval  dice que los seres humanos, en vez de agradecer lo que tenemos, nos pasamos la vida lamentando lo que no tenemos. Nunca estamos contentos del todo. Y, en ocasiones, no estamos satisfechos de nada. En estos casos es frecuente utilizar la palabra esperanza para animar a los que se encuentran desanimados o en mala situación.

Tan importante como dar esperanza es no profanarla. En el ámbito personal, en el político, y también en el religioso, cuando aparecen dificultades, se hacen apelaciones a la esperanza. Pero la esperanza no es un consuelo para acallar protestas, un recurso para conseguir votos a base de falsas promesas, o un modo de cerrar los ojos ante las dificultades apelando a futuros que nunca llegan. La esperanza debe ser esperable. Y se hace esperable cuando ofrecemos soluciones, cuando buscamos salidas buenas y reales para la situación opresiva. Ejemplos de esperanza profanada por no esperable son las posturas que reflejan estos recientes titulares de prensa: “El Gobierno dice que saldremos adelante, pero no anuncia medidas”; “muchas palabras y pocas soluciones contra el hambre”; “el Gobierno confía en atajar el conflicto con medidas que no precisa”.

Sólo hablan correctamente de esperanza los que antes se han detenido a pensar en las posibilidades que tiene de salir adelante aquello para lo que reclaman esperanza. La esperanza reposa siempre sobre un poder. Cuando se habla de esperanza y las posibilidades de conseguir lo esperado son nulas, o apuntan a los contrario de lo que se desea, aparece la desesperanza. Y eso vale tanto para la esperanza en el futuro Reino de Dios, como para las esperanzas mundanas. La posibilidad es condición indispensable de la esperanza. La esperanza siempre es activa, movilizadora. Sólo ofrecemos de verdad esperanza cuando nos comprometemos a luchar, con todos nuestros recursos, para conseguir lo esperado.

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7
Jun
2008
Desconchados
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A veces me envían comentarios sobre lo que escribo en estos articulitos. Siempre es de agradecer que a uno le lean y más si lo que escribe sirve a otros para reflexionar, incluso para reflexionar sobre el desacuerdo con lo que se lee. Suelo decir a mis alumnos que no pretendo que piensen como yo, ni que repitan lo que digo en clase; pretendo que ellos se hagan su propio planteamiento sobre los temas sabiendo justificarlo. Una vez comencé un examen preguntando al alumno: ¿qué le ha parecido el tema de esta materia opcional? Respuesta: antes que nada quiero manifestarle que estoy en el más completo desacuerdo con el tratamiento que ha hecho del tema. Reacción mía: me parece muy bien; ahora usted hará dos cosas: una, resumirme el planteamiento que he hecho yo del tema, dándome las razones del desacuerdo; y dos, exponer su planteamiento del asunto de forma justificada; seguramente yo no estaré de acuerdo, pero si me lo justifica bien, le pondré un diez. Lamentablemente, tras intentar el alumno resumir lo que yo había dicho en clase, tuve que decirle: lo lamento, usted no ha entendido nada; yo no me reconozco en lo que usted me atribuye.

Todo esto porque pensaba contarles una de las reacciones que he recibido sobre el anterior post. Pero en este caso no para manifestarme ningún desacuerdo, sino todo lo contrario. Mi corresponsal casi podría haberlo incluido como comentario, pero dados los filtros la gente no acaba de animarse a filtrarse. Así que lo copio para general conocimiento: “Lo que me parece más triste Martín es que la Iglesia no se pueda entender como una casa, como una familia, donde si uno ve un desconcho lo dice para que no se nos caiga el muro y poner remedio. Porque si no se arregla se nos puede caer el muro, como ha pasado con la pederastia en Estados Unidos, que hemos tenido que llamar al albañil (el Papa) para que vaya a solucionarlo porque no se atrevía la familia de allí a ver que había un desconchón. Pero el muro se cayó y ahora se nota que se cayó. Que triste que muchas veces no se pueda hablar en la Iglesia de los desconchones que tiene”.

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4
Jun
2008
Sobre credibilidades
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En el interior de la Iglesia hay grupos de creyentes que no consideran creíbles a otros grupos. Incluso no consideran creíbles determinadas actuaciones de sus propios prelados. Como no es fácil que los otros cambien, este no considerar a otros creíbles sólo se supera elevando el propio nivel cultural y la propia madurez en la fe. Pues para el cristiano, la credibilidad brota de la persona, la palabra y la obra de Jesús y no de la respuesta que unos u otros damos a Jesucristo. En este sentido Tomás de Aquino dejó dicho, a propósito del escándalo dentro de la Iglesia, que las personas maduras en la fe “se encuentran firmemente afianzadas en Dios, cuya bondad es inmutable, y aunque están unidas a sus superiores eclesiásticos, lo están solamente en la medida en que éstos lo están con Cristo”. Así el escándalo queda superado, pues “por más que vean que los otros se comportan desordenadamente, ellas no declinan de su rectitud” (Suma, II-II,43,5).

Con los alejados, la credibilidad depende de la imagen que damos los creyentes. De ahí la importancia de que los discursos más oficiales y las actuaciones de los cristianos más representativos dejen claro el compromiso de la Iglesia con los pobres y oprimidos, por mucho que esto indisponga a los poderosos. Ahí nos jugamos la credibilidad de la Iglesia. Sin duda también es verdad que la imagen de la Iglesia depende de quién mira. Pero a la postre el problema de la credibilidad siempre repercute en los creyentes.

Parece oportuna esta distinción entre credibilidad para creyentes, que se fijan fundamentalmente en Jesucristo, y credibilidad para no cristianos, que se fijan en los cristianos. Los pecados de la Iglesia o su mala imagen (incluida la que pueden dar sus propios medios de comunicación) no produce el mismo efecto en unos que en otros. A los creyentes les apena, pero pueden superar el escándalo mirando a Jesucristo. A los no cristianos les ofrece nuevos motivos de crítica y de alejamiento, ya que su mirada no se fija en Jesús, sino en la visibilidad de su cuerpo terrestre, que es la Iglesia.

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