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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Sep
2008
Extraño poder
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En la Eucaristía de este pasado domingo la oración colecta (esa primera oración, que se llama colecta precisamente porque “recoge” los sentimientos de la asamblea y los presenta unificados a Dios) decía algo sorprendente: “Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia”. ¿Qué extraño poder es este, que se manifiesta en el perdón y la misericordia? ¿No estamos más bien ante signos de debilidad? El poder en este mundo toma formas opresoras, la fuerza es su principal manifestación.

El poder de Dios no sólo resulta sorprendente, además muestra el verdadero camino del poder. Tiene poder el que consigue lo que quiere, el que logra sus objetivos. Los grandes de este mundo, con toda su fuerza y todo su dinero, a veces no consiguen lo que quieren, sólo logran destruir. Dios consigue lo que pretende. ¿Qué es lo que Dios quiere? La salvación de todos y cada uno de los seres humanos. Precisamente perdonando los pecados y teniendo misericordia de todos, Dios conduce a los seres humanos a la salvación, que es el máximo efecto del poder divino. Así Dios consigue el fin que se ha propuesto para el ser humano. Luego su poder se manifiesta en el perdón y la misericordia.

Tenemos ahí un criterio para el comportamiento de la Iglesia y de cada creyente: muchas veces logramos más cediendo que exigiendo, perdonando que reclamando, con comprensión que con intransigencia, con misericordia que con severidad. Al hacerlo así no sólo conseguimos mejor lo que queremos; hacemos algo más importante todavía: asemejamos nuestro poder al divino.

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27
Sep
2008
Aborto/aporto
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En el último número de la revista Vida Nueva aparece una viñeta del humorista Quique. Su personaje, Tico, es interpelado por alguien que le dice: “No me digas que no estás en contra de las medidas que el Gobierno quiere imponer sobre el aborto”. Tico responde: “Si entramos en valoraciones, más que la palabra aborto…, a mi me gusta la palabra aporto. Yo aporto esto, yo aporto lo otro”. Quique ha dado en el clavo y ha dicho, en clave de humor sapiencial, que el único modo serio de estar en desacuerdo con determinadas leyes no es criticarlas, sino ofrecer alternativas y soluciones reales al problema que ellas quieren afrontar de forma a veces discutible y, a veces, contraria a los principios cristianos.

El periódico Las Provincias del pasado viernes ofrece una noticia que va en línea con eso de ofrecer soluciones: El Consell valenciano ha presentado una serie de medidas para fomentar la maternidad: ayudas económicas a embarazadas que carezcan de recursos; una red de familias que ofrecerá desinteresadamente un hogar a las embarazadas que carezcan de él; un plan para favorecer la integración laboral de las embarazadas y otro tipo de ayudas a las familias. Por ahí vamos bien. A mí algunas políticas del Gobierno de la Generalitat valenciana, en materia educativa por ejemplo, que sólo buscan molestar al Gobierno de la nación, me parecen fuera de lugar. Pero con esta medida de apoyo a las mujeres embarazadas considero que han acertado. Así se fomenta la esperanza.

Una madre embarazada quizás es dueña de su cuerpo, pero me parece evidente que no es dueña de lo que en su cuerpo se ha depositado, a saber, una vida humana distinta a la suya. Más que dueña es guardiana. Pero, en ocasiones, hay guardianes que se encuentran en situación desesperada. Darles esperanza no es decir hermosas palabras y, mucho menos, condenar o amenazar. Dar esperanza es ofrecer soluciones.

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23
Sep
2008
Al Cesar lo que es del Cesar
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Un compañero me ha enviado una entrevista a Carlos Dívar, el que va a ser nuevo presidente del Consejo General del Poder Judicial, publicada en la Revista Alba. He buscado en internet para ofrecerles el enlace, sin resultado. Pero como la persona que me la envía merece toda confianza, la doy por buena y auténtica. En la entrevista Carlos Dívar se confiesa abiertamente católico, miembro de la Adoración Nocturna y congregante mariano. Y llega a decir: “el amor de Dios, que es el que ha dirigido toda mi vida, nunca puede quedarse en casa. Tengo que actuar conforme a mi conciencia. No puedo dejar de creer por tener un cargo público. Mi vida es una unidad. Antes de abandonar a Dios, abandonaría mi trabajo”. Palabras que le honran. Pero estas palabras no dicen nada ni a favor ni en contra de su labor como jurista. Es de suponer que si acepta el cargo, lo hará consciente de que su principal labor es aplicar las leyes de la nación española, leyes que tienen su origen en el Parlamento, conforme a la separación de poderes que rige en España.

No sería bueno que sus argumentos jurídicos estuvieran apoyados en referencias religiosas. Estoy convencido de que no será así. Porque los órganos superiores de justicia están al servicio de todos los ciudadanos, no sólo de los ciudadanos católicos. Y deben legislar buscando lo mejor para todos, aunque a veces esto que parece lo mejor desde el punto de vista político y jurídico no sea lo mejor desde el punto de vista de la moral católica. Otra cosa sería que pretendieran imponer a algunos ciudadanos deberes que están en contra de su conciencia. Aquí no está de más recordar el principio empleado por Benedicto XVI en Francia de dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Alegrémonos, pues, del nombramiento de una persona honrada, que no oculta sus convicciones, pero no esperemos de ella planteamientos que favorezcan una determinada política eclesial. Porque la política eclesial también es política y como tal política debe ser tratada.

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21
Sep
2008
La voluntad de Dios
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Un antiguo alumno me pide una respuesta a la siguiente pregunta: ¿la voluntad de Dios es algo previsto para nosotros y nosotras desde toda la eternidad, o no está establecida y debemos buscar cada día lo que Dios quiere en este momento de la historia? La pregunta toca un aspecto que a muchos preocupa, a saber, cuál es la voluntad de Dios sobre lo concreto de mi vida. Algunos entienden que esa voluntad coincide bien con lo que dice un determinado superior eclesiástico (el catequista o el confesor me orientan sobre los hijos que debo tener) o bien con lo que de forma inesperada acontece (me han echado del trabajo; será porque ese trabajo no me conviene o porque Dios quiere que aprenda a vivir en la pobreza). Esta es una mala manera de entender la voluntad de Dios.

Reproduzco la respuesta que di a mi ex alumno, por si puede servir o provocar a otros: Si vemos las cosas desde nuestro punto de vista, que es el único que conocemos; y si además Dios se relaciona personalmente con nosotros, lo que supone respetar nuestra libertad, entonces hay que decir que no nos condiciona; en Dios hay algo que se corresponde con nuestra temporalidad, lo que hace posible una auténtica relación libre. Hay quien dice que Dios no conoce los futuros contingentes y, por tanto, conoce probabilísticamente, con una finura infinitamente superior a la nuestra, pero probabilística. Nosotros, por nuestra parte, sólo conocemos la voluntad de Dios de un modo general. Sabemos que Dios quiere siempre el bien. Pero cuál es el mejor bien en cada situación tenemos que buscarlo a partir de los datos de los que disponemos. Y es posible que puedan darse distintas respuestas en función de la interpretación que unos y otros hacemos de los datos disponibles. No sabemos en concreto cuál es la voluntad de Dios. Sólo lo sabemos de forma general: Dios quiere el bien. Cuando actuamos en función del bien, entonces cumplimos la voluntad de Dios. Pero cuál es el bien concreto que Dios quiere, lo que Dios haría en mi situación, eso no lo sabemos; el bien hecho realidad concreta es decisión y responsabilidad nuestra.

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17
Sep
2008
Nadie está de más en la Iglesia
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El balance de la visita del Papa a Francia puede considerarse satisfactorio. Una de las cosas que más ha interesado en círculos católicos españoles es el concepto de laicidad positiva del Presidente Sarkozy. Se ha dicho que en España más que una laicidad positiva, respetuosa con la Iglesia, tenemos una laicidad beligerante. Sin embargo, la situación de la Iglesia católica en Francia es mucho menos boyante que en España y el concepto de laicidad positiva está pensando sobre todo para contentar al Islam.

El discurso a los obispos franceses, ha sido, para algunos, el más conservador. Según el vaticanista Ignazio Ingrao esta “severa” intervención “ha tenido el efecto de una ducha de agua fría” y su impacto llegará más allá del ámbito de la Iglesia de Francia. En este discurso el Papa ha pasado revista a las dificultades de la Iglesia francesa. Ha reafirmado la necesidad de ofrecer una catequesis con contenidos; ha dicho que en el diálogo interreligioso no basta la buena voluntad, sino que hay “llegar al testimonio y al anuncio de la misma fe”; ha recordado que el matrimonio y la familia se encuentran ante “verdaderas borrascas” y manifestado sus reservas sobre la situación de los divorciados vueltos a casar.

Sin duda, lo más polémico ha sido la defensa del uso del antiguo rito de la Misa en latín: “ya se han dejado ver los frutos de estas nuevas disposiciones”, ha dicho el Papa. No hay que olvidar que en Francia Monseñor Lefebre tiene bastantes partidarios. La Santa Sede ha hecho esfuerzos, hasta ahora inútiles, para reintegrarlos en la plena comunión católica. El tema de la Misa en latín ha sido un intento de acercamiento con los simpatizantes de esas posiciones. El Papa, a modo de justificación del uso actual del rito latino, dice: “Nadie está de más en la Iglesia. Todos, sin excepción, han de poder sentirse en ella como en su casa, y nunca rechazados”. Uno desearía que estas hermosas palabras se aplicasen en todas las direcciones. Para los unos y para los otros.

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15
Sep
2008
¿Aparición de la Virgen o visión de Bernardette?
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Con ocasión de la visita del Papa a Lourdes me han preguntado si “realmente” la Virgen se apareció a Bernardette. Quizás sea un asunto menor, pero ofrezco alguna aclaración dada la sensibilidad que muchas personas manifiestan ante este tipo de hechos. Vaya por delante mi convicción de que los santuarios de Lourdes y Fátima son lugares serios de oración, que pueden ayudar a los que allí van a una necesaria renovación espiritual. Pero la cuestión es otra: ¿se apareció o no allí la Virgen? Tomás de Aquino se hace una pregunta parecida a propósito de la Eucaristía, motivada por alguna situación que debía darse en su tiempo, a saber, que algunos afirmaban haber visto en el sacramento carne o un niño. Tomás (Suma III,76,8) responde que en tales casos los ojos de los videntes quedan impresionados subjetivamente como si efectivamente viesen de manera objetiva carne, sangre o un niño, pero en realidad no ocurre ningún cambio ni mutación en las especies sacramentales.

De forma parecida conviene distinguir, como ya hizo Benedicto XIV, hace más de 200 años, entre aparición y visión. Aparición es un hecho objetivo que se produce fuera de nosotros y que todos pueden ver. La visión sólo la ve el vidente o los videntes, pues las hay que pueden darse en varios videntes. Así debió ocurrir en Fátima cuando se cuenta que más de 500 personas vieron girar el sol, cosa que ningún observador astronómico detectó ni nadie vio fuera de allí. En caso de que se hubiera tratado de un “hecho objetivo” todo el sistema solar se hubiera visto afectado. Esta distinción entre aparición y visión nos permite afirmar que la Virgen no se apareció sino que, a lo sumo, Bernardette tuvo una visión subjetiva. Más aún, siguiendo el Catecismo (n. 67) tenemos que decir que el mensaje contenido en las visiones no pertenece al depósito de la fe, aunque puede ayudar a algunos a vivirla mejor. Estos mensajes precisan siempre de un criterio de discernimiento, y este criterio es el Evangelio. Con el Evangelio lo tenemos todo dicho y no necesitamos ninguna otra palabra.

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13
Sep
2008
Raíces de la cultura europea
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De entre los discursos que está deparando el viaje del Papa a Francia me gustaría resaltar el ofrecido al mundo de la cultura. Este discurso, sobre las raíces de la cultura en Europa, hay que situarlo en el marco de los dos acontecimientos eclesiales a los que me referí en un artículo anterior: el Sínodo sobre la Palabra de Dios y el año paulino. En efecto, tras recordar que los monasterios fueron en Europa los grandes guardianes de la cultura, el Papa nota que la intención profunda de los monjes no era crear cultura, sino buscar a Dios. Pero precisamente esta búsqueda de Dios fue también creadora de cultura. Pues los monjes sabían que en los libros de las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios estaba al alcance de todos. Por tanto, si en el texto bíblico la Palabra de Dios viene a nuestro encuentro, será necesario saber leer la lengua humana en la que Dios se expresa. Saber leer es algo más que leer, exige interpretar, conocer la mentalidad y modos de hablar de los autores bíblicos. La interpretación es necesaria para no caer en fundamentalismos, resultado de lecturas literalistas. La búsqueda de Dios exige cultura de la palabra. El deseo de penetrar en este libro, para llegar a la Palabra divina que encontramos a través de las palabras humanas, he ahí una de las bases de nuestra cultura.

El Papa se refiere a otros aspectos de la Palabra bíblica. Uno importante es su dimensión comunitaria. La Palabra abre a la búsqueda de Dios, pero es una Palabra que mira a la comunidad, introduce en la comunión de cuantos caminan en la fe. Otro aspecto importante, relacionado con la comunidad, es que la Palabra no sólo habla de Dios, sino que nos enseña a hablar con Dios. Para orar con esta Palabra, dice el Papa, se requiere la música. Tras citar dos himnos de raíces bíblicas, el Gloria y el Sanctus, afirma: “la liturgia cristiana es invitación a cantar con los ángeles y dirigir así la palabra a su destino más alto”. De este canto, que nace en los monasterios, provocado por la Palabra de Dios, dice Benedicto XVI: “De esta exigencia intrínseca de hablar y cantar a Dios con las palabras dadas por Él mismo nació la gran música occidental”.

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9
Sep
2008
Nada se para, nada se destruye
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Hay momentos en que parece que todo se para y todo se destruye. Cuando muere una persona el tiempo se ha parado definitivamente para ella y parece que, por momentos, también se detiene para quienes la querían. Sin embargo, los creyentes en Cristo muerto y resucitado saben que hay alguien para quien el tiempo nunca se detiene, pues no sólo es el Señor de la vida, es también el dueño de las horas y el que dispone de todos los tiempos. Dios es eterno en el sentido de que no hay tiempo alguno, ni lo habrá en el futuro, en el que Dios no exista. Pero no es intemporal en el sentido de que carezca de relación con el tiempo. Al contrario, Dios es temporal porque se relaciona personalmente con nosotros, necesitados de tiempo para existir. Es esta relación personal la que da todo su sentido a la esperanza cristiana. Con Dios nunca se para nada, porque en él los tiempos y las cosas adquieren una nueva dimensión. Con el Dios de Jesús nada termina y nada se pierde. Sólo se transforma.

Comentaba con una bióloga, que trabaja en una prestigiosa institución, estas dos ideas: una, que la muerte más que el final, en realidad es un no saber, es lo desconocido; y otra, que para el cristiano, la vida no termina, se transforma. Y me encontré con esta sorprendente respuesta: “la energía no la crea el ser humano, ni la puede destruir. El ser humano sólo consigue transformar la energía en formas diferentes. De este modo, la vida podría ser un estado energético especial, que daría lugar a un cambio energético llamado por nosotros muerte, distinto a lo que conocemos y del que no sabemos nada, hoy por hoy”. Reflexión interesante que, si bien, no prueba nada (pues la subsistencia de la energía no es lo mismo que la subsistencia personal), da que pensar y, sobre todo, parece coherente con la fe cristiana.

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5
Sep
2008
Depresiones clericales
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Los pecados del clero, clero en sentido amplio (curas, frailes, monjas), son muchos. Dígase lo mismo de sus problemas. Según el Cardenal Martini la envidia, la calumnia y la vanidad son pecados muy comunes entre los eclesiásticos. Recientemente una persona se sorprendía de haberse encontrado (por motivos profesionales) con sacerdotes, frailes y monjas que necesitaban tomar medicación antidepresiva. No lograba entenderlo. Pensaba que Dios era más que suficiente para colmar su vida. Me lanzó la pregunta: ¿por qué toman medicación?

En mi respuesta no negaba la realidad. Simplemente la situaba: en todas partes hay de todo, los cristianos tenemos los mismos problemas que los demás. A mi me cuesta entender la mentalidad subyacente en esa frecuente petición a las monjas de clausura: “ustedes que están más cerca de Dios, recen por ese problema”. ¿Más cerca de Dios? Es Dios el que está cerca de cada uno, más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad. Y rezar es asunto de todos.

Pero volviendo a las depresiones clericales, sigo con la respuesta que di a esta persona: el tener trabajo ayuda mucho y evita depresiones. Yo no me deprimo porque no tengo tiempo. La vida no es fácil para nadie. Cierto, Dios es una gran ayuda para los que a él se acogen, él llena de bienes el corazón humano. Pero a Dios siempre le alcanzamos a través de mediaciones, a través de los hermanos, de la comunidad, del trabajo, de la propia psicología, de las manías y afectos personales, del estudio, de la oración, de la predicación, de las catequesis, de hacer el bien, del ayudar a los pobres, de tantas cosas humanas y limitadas. Si además de ser limitadas no se cuidan, o se abandonan, o incluso viviéndolas bien sobreviene un disgusto inesperado (la enfermedad o fallecimiento de un familiar) no es extraño que uno se sienta perdido o vacío y pueda aparecer la depresión.

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1
Sep
2008
La carrera continúa
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Para caracterizar la vida cristiana san Pablo utiliza el símil de la carrera. Una carrera en la que todos pueden ganar, y en la que el premio es la meta misma: conocer a Cristo y el poder de su resurrección (cf. Flp 3,10-16). En las carreras de larga distancia es necesario que haya etapas. Esta imagen, carrera con etapas, resulta oportuna ahora que vamos a comenzar un “nuevo curso”, porque de algún modo indica que seguimos por un camino ya trazado y bien comenzado: “desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos en la misma dirección” (Flp 3,16). Pero la carrera por etapas indica también que en el camino nos trazamos nuevas metas parciales, que nos confirman que estamos en el buen camino, nos muestran que vamos avanzando y nos estimulan a mantener un buen ritmo en lo que resta de carrera.

A nivel eclesial, en este nuevo curso, nos vamos a encontrar con dos etapas, dos acontecimientos que no convendría que pasasen desapercibidos. Uno la celebración de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre “la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”, durante el mes de octubre. El otro lo celebraremos durante todo el curso. Se trata del año paulino, que Benedicto XVI inauguró el pasado 28 de junio. Los dos son una buena ocasión para cobrar conciencia de la importancia de un buen conocimiento, serio y crítico, de la Sagrada Escritura, que evite fundamentalismos; y para aprender a distinguir el mensaje salvífico que se encuentra en la Escritura de las estilos literarios con los que se expresa.

Ambos acontecimientos son también una ocasión para profundizar en los grandes temas bíblicos y así fundamentar la vida espiritual en un buen conocimiento de la Escritura. La piedad no es criterio de lectura de la Escritura, es la Escritura la que debe orientar nuestra piedad. A veces me encuentro con personas que dicen: “a mi este texto me dice”, o “yo lo veo así”. Y está muy bien eso de que el texto nos diga algo. Pero si eso que nos dice no se corresponde con lo que el texto dice, o al menos, con algo de lo que en el texto se encuentra, pasamos de largo por lo que dice la Palabra de Dios y nos guiamos por nuestra imaginación, tantas veces engañada. Ya decía San Agustín: “óptimo ministro tuyo es el que no atiende tanto a oír de ti lo que él quisiera cuanto a querer aquello que de ti oyere” (Confesiones, X, 26,37).

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