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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

16
Sep
2010
Deseo y compromiso de Dios
8 comentarios

Las palabras “hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra”, que Dios pronuncia antes de crear al ser humano, más que una orden que obtendría resultados inmediatos, expresan un deseo y un compromiso de Dios.
 

Un deseo, puesto que no basta con crear un ser capaz de amor y libertad para convertirlo en imagen de Dios. Es preciso que estas capacidades se realicen. Y para que se realicen se necesita la colaboración del hombre, cosa no garantizada de antemano. No basta con que el ser humano realice cualquier tipo de elección, condicionada por su codicia, ni que ame por el placer o el interés que encuentra en ello. Debe esforzarse por liberarse de aquellas ataduras que le encadenan al mal y debe amar en la gratuidad y la generosidad. La creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios sólo se encuentra consumada cuando el hombre acoge libremente a su Creador y ordena su vida según la voluntad amorosa de Dios. El hombre es co-creador de sí mismo y, por tanto, co-creador de la imagen divina que le constituye. Al crear, Dios realiza un acto de confianza en el ser humano, pero también asume el riesgo de que la imagen impresa en el hombre se oscurezca, se degrade y no logre la realización deseada.
 

La creación del hombre a su imagen es, también, por parte de Dios, un compromiso, el de trabajar para que su deseo se realice. Por una parte, para hacerse semejante a su Creador el hombre deberá conocer el modelo que debe reproducir, es decir, conocer a Dios. Eso significa que, al crearlo, Dios se compromete a revelarse al ser humano. La revelación está implicada en el hecho de haber sido hecho a imagen de Dios. Pero puesto que en la presente situación toda revelación de Dios es, por naturaleza, imperfecta, oscura, la imagen nunca acaba de realizarse del todo. Más aún, en este mundo el hombre está sometido a múltiples seducciones que le apartan de su destino. Por tanto la creación del hombre implica el compromiso de Dios de asistirle en una empresa que está por encima de sus fuerzas y el compromiso de salvarle de la muerte, para que un día esa imagen pueda encontrarse claramente con su modelo y realizarse en plenitud. Y así puede decir una de las cartas de Juan que seremos semejantes a Dios cuando le veamos tal cual es.

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13
Sep
2010
Especie única
8 comentarios

“Yo soy especie única” decía Miguel de Unamuno. Cada uno de nosotros es único, irrepetible, singular. He recordado la frase de Unamuno releyendo en el capítulo primero del Génesis que Dios creo la hierba del campo, los peces del mar y los animales de la tierra “según sus especies”. Sin embargo, el hombre no ha sido creado en masa, como se dice de las otras criaturas, sino aparte, como ejemplar único, y de cerca, por una palabra que Dios le ha dirigido personalmente. Allí donde no hay más que géneros de criaturas, de seres creados “según su especie”, aparece el primer nombre propio: Adán, creado “a imagen de Dios”, porque su destino no está hecho a la medida de un mundo creado ya hecho del todo. Cada uno ha sido elegido personalmente “antes de la fundación del mundo”, para ser “hijo adoptivo por medio de Jesucristo” (Ef 1,3-6).
 

Dios es libertad y amor, soberana gratuidad. El hombre ha sido hecho a su imagen porque es capaz de libertad y de amor, porque hay gratuidad en él. En eso mismo que constituye lo específico de la humanidad se encuentra la imagen de Dios. Se encuentra también en la capacidad que tiene el hombre de entrar en relación con otro, en la medida en que la relación implica libertad y elección afectiva; o también en la capacidad de dirigir la palabra a alguien, ya que esto equivale a reconocerle como semejante, capaz de establecer una alianza de amor conmigo. El hombre es imagen de Dios por su aptitud para salir de sí e ir hacia el otro, por su capacidad de dar la vida por amor.
 

Mientras las otras criaturas terrestres están sujetas a la necesidad, el hombre, por ser imagen de Dios, puede elegir y escapar de la necesidad que rige a los otros seres del mundo. El hombre es el único ser capaz de no permanecer tal como ha sido hecho, tiene poder para construir su propio porvenir original, capacidad de hacerse a sí mismo. Está siempre en devenir porque está secretamente trabajado por una alteridad que le atrae más allá de sí mismo, por una trascendencia que le invita a superarse más allá de los límites en los que están encerrados los otros seres. En este sentido cada ser humano es único, singular, especie única.

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11
Sep
2010
Contar historias para que Dios venga
9 comentarios

Desde los comienzos de la historia Dios no cesa de buscar al ser humano. Pero desde estos mismos comienzos el hombre se aleja del Dios que le busca. Surge entonces la pregunta: ¿quién es ese Dios que deja al hombre escapar de su persecución? En nuestros tiempos hay algo más que alejamiento. Ocurre que el ser humano ni siquiera parece enterarse de que Dios le busca.
 

Leyendo a Descartes me encontré con la sorpresa de esta confesión: “reconocer muy claramente que la certeza y la verdad de toda ciencia depende únicamente del conocimiento del verdadero Dios”. Ya no es así en nuestros días: el Nombre de Dios no pertenece al lenguaje universal de la ciencia, ni de la cultura, ni de la sociedad. ¿Qué puede significar, en semejante contexto, hablar de Dios? El mundo está vacío de Dios y de dioses. Quizás hay que cambiar de lenguaje. Para que Dios venga hay que contar historias. Como hacía Jesús. Historias de gente sorprendente, muy humana, pero que al mismo tiempo rompe los cánones de lo humano. Por ejemplo, la historia del dueño de un campo que paga un salario abundante a quien no se lo ha ganado; o la de un padre que acoge a un hijo que ha malgastado su herencia; o la de un viajante que auxilia a un herido extranjero y desconocido, y encima paga los gastos de hospitalización.
 

Lo mejor sería que en estas historias estuviera implicado el que las cuenta. Y que, en vez de contar la historia de otros, contase su propia historia. Estas historias trazan los caminos del Reino de Dios en nuestra historia. Se trata de la historia de unas personas que se convierten en relatos de Dios. Se trata de la historia de Dios en la de los cristianos que van al mundo con una preocupación por la paz, la unidad, la felicidad, el porvenir de la humanidad. Y hacer de estas historias motivo de conversación, que hará posible enunciar la relación del Dios de Jesús con los hombres, puesto que de esta manera Dios mismo se compromete a favor del mundo. Dios sigue acercándose al hombre, incluso cuando parece desaparecido. ¿Seremos los cristianos capaces de hacerle aparecer?

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8
Sep
2010
Los malos de ETA y el bueno de Hawking
12 comentarios

En mi habitación de la residencia en la que se hospeda el Capítulo de la Orden de Predicadores hay una televisión. Les confieso que todavía no la he encendido. Por falta de tiempo. Tampoco he visto un periódico español desde que estoy en Roma. Si estoy al corriente de alguna noticia es porque he oído comentarios de los hermanos en el comedor. Lo más importante que he oído es que ETA ha declarado una tregua. Mi reacción ha sido pensar que cada vez que esta banda de malhechores está debilitada necesita una tregua para poder rearmarse tranquilamente; tampoco hay que olvidar que pronto habrá elecciones en España y esos malhechores deben pensar que la tregua facilita que sus cómplices puedan presentarse a las elecciones. Y entrar así en instituciones en las que se manejan datos y sobre todo dinero. A ellos les viene muy bien y al resto nos viene muy mal que ellos tengan información y dinero.
 

Por el correo de un amigo me entero de una publicación del prestigioso físico Stephen Hawking que ha causado cierto revuelo. Al parecer afirma que, según las conclusiones de la ciencia, no se necesita de ningún Dios Creador. Evidentemente no conozco el libro. Pero me parece que Hawking deja el terreno de la ciencia para entrar en el de la filosofía. Otra cosa es que el científico pueda hacerse preguntas sobre lo que hay más allá de lo experimentable, el sentido o para qué de lo que hay y el por qué de lo que hay.
 

A la primera cuestión solo cabe responder con un “no sé”, porque tan legítimo es decir que más allá de lo palpable hay muchas cosas, como decir que no hay nada. ¿Quién puede saberlo sin haber estado “más allá”? La respuesta a la segunda cuestión, el sentido de lo existente, está siempre condicionada por los presupuestos existenciales, filosóficos y religiosos del que responde. Estos presupuestos condicionan también la respuesta al por qué, la razón, la causa de lo existente. A unos les conducen a afirmar que en el origen está el caos y el azar. Otros notan que este supuesto caos original ha dado origen a un cosmos, un mundo razonable, bello y ordenado, y se preguntan cómo es posible que desde lo irracional pueda aparecer lo racional, lo que les lleva a concluir que en el origen hay una Razón, un Verbo, un Dios bueno en definitiva.

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6
Sep
2010
En medio de la Iglesia
11 comentarios

Aunque muchos lectores de este blog leen las crónicas que escribo sobre el Capítulo General de la Orden de Predicadores, en este lugar un poco más íntimo que es el blog, voy a contar algo que denota las distintas y variadas sensibilidades de los lectores de mis crónicas. En la crónica de la elección, en un tono humorístico, dado que nuestro Maestro no necesita ser confirmado por una autoridad superior, o sea por el Papa, dije: ¡la nuestra no es una democracia vigilada! En tono coloquial y humorístico, repito. Pues bien, como mis crónicas las reproduce mucha gente, no solo en internet, sino también en papel, una de las reproducciones en papel para un buen grupo de gente, copió la crónica entera, pero quitó la frase de la democracia vigilada “para no escandalizar”. Sin embargo, me dicen que en facebook se ha reproducido sólo esta frase, sin el resto de la crónica, en un tono más bien entusiasta.
 

El sucesor de Pedro en la Iglesia tiene un título precioso, no muy conocido, pero importante para un dominico: “Protector de la Orden de Predicadores”. Protector de una Orden que, como su Fundador, quiere servir a la Iglesia, situándose “en medio de la Iglesia”. El evangelio de Lucas, pone en boca de Jesús esta frase: “yo estoy en medio de vosotros como un diácono, como el que sirve”. En medio, no enfrente, no delante, no en los márgenes, no por encima. En medio, porque así se escucha mejor a todos, se comprende a todos, y se puede llegar a todos. Evidentemente, cuando estás en medio corres el riesgo, cuando hay tormenta, de que te golpeen todas las olas. Pero solo así, “en medio”, evitando extremismos, buscando lo mejor de cada parte, tendiendo puentes, la palabra del Evangelio puede ser verdaderamente universal.
 

A mi entender, un dominico no solo debe estar “en medio” de la Iglesia, sino también “en medio” del mundo, con una mirada lúcida, y sobre todo “en medio” de la Iglesia y del mundo, para lograr que la Iglesia entienda al mundo y, sobre todo, se haga entender por el mundo. Sin entender no hay modo de hacerse entender. Pero sólo entendiendo tampoco. La tarea de hacerse entender requiere un esfuerzo constante, en el que está en juego el anuncio del Evangelio. Por eso el diálogo es hoy una de las formas que debe tomar la predicación.

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3
Sep
2010
Reconciliación y adoración
10 comentarios

Compruebo que mis crónicas sobre el Capítulo han tenido difusión. Las he leído en “Periodista Digital” y en una página de los dominicos latinoamericanos. Por otra parte agradezco las buenas palabras que me han dirigido bien personalmente, bien aprovechando este mismo blog. Mi intención es que la próxima crónica salga el lunes, una vez que haya sido elegido el Maestro de la Orden y desde el Capítulo se haya informado de su nombre a la Santa Sede.
 

Un detalle que puede interesar a los lectores es el horario de este sábado por la tarde, víspera de la elección. Yo la califico de tarde para la reflexión. Supongo que para facilitarla el comité organizador del Capítulo ha propuesto dos actos, entiendo que complemente libres, pero significativos. Los cuento con un cierto miedo de que me llamen la atención por desvelar secretos de familia. Pero hay secretos que conviene conocer, para así hacerse una idea más exacta de los amigos. Este sábado por la tarde a las 16 horas está previsto un “Reconciliation Service” y a las 17 horas una “Exposition of the Blessed Sacrament”. Vamos, que todos los capitulares tendrán la oportunidad de confesarse y luego de permanecer en adoración ante el Santísimo Sacramento. ¡Para que vean ustedes lo buenos y piadosos que somos los frailes! Por cierto, hablando de cosas piadosas tengo que decir que tanto la Eucaristía, como los Laudes y las Vísperas son totalmente cantados. Por cantar, hasta se canta la oración de los fieles. La Eucaristía y la liturgia va alternando el español, el francés y el inglés, aunque he de decir que el Padre nuestro suele cantarse en latín. Y por supuesto el día termina con el canto de la Salve, también en latín.
 

Secretos de familia. De una familia bien avenida. Hoy he escuchado esta definición de los dominicos: “un grupo de hombres que están desunidos por el mismo ideal”. Tómenlo con humor. Interpreto: un grupo de varones, que teniendo un mismo ideal, una misma pasión, la de la predicación, se sienten libres bajo la gracia y respetan y potencian la personalidad y las cualidades de cada uno. De varones y mujeres, porque las mujeres son tan dominicas como los varones. Pero el capítulo es de varones, precisamente porque se respeta la autonomía de las monjas, aunque en el Capítulo hay dos hermanas de clausura, dos religiosas dominicas de vida activa y dos laicas dominicas que, como invitadas, están presentes con los ojos bien abiertos, observando todo lo que pasa. Y también haciéndose escuchar.

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1
Sep
2010
La afectividad de Jesús
22 comentarios

Jesús, dice el Vaticano II, amó con corazón de hombre. Si amó con corazón de hombre su afectividad y sus sentimientos debían parecerse mucho a nuestros afectos y sentimientos. En Jesús podemos ver, de forma viva, concreta y existencial, lo que significa amar, a saber, sentirse atraído por otras personas, sentirse triste con las penas de los amigos, buscar con pasión el bien del amado, o vivir la alegría de saberse querido. Todo eso se puede ejemplificar de forma tan edulcorada que no remueva ningún sentimiento, o de forma transgresora, con el riesgo que eso conlleva de que le tilden de herético o, cuando menos, de irrespetuoso. ¿Pero no tiene algo de rompedor, de herético e incluso de sin razón el amor?
 

C. Spicq, exegeta que hoy muchos calificarían de conservador, habla del amor de Jesús por Juan, que él identifica con el “discípulo amado” en términos de ternura e intimidad, confianza y generosidad. Al notar que este discípulo “reposaba en el seno” de Jesús, lo entiende como “el signo de la ternura, del desahogo y el afecto más íntimo, como el de la mujer en los brazos de su marido”. ¡Sorprendente humanidad de Jesús! ¿Y qué decir de los amoríos de Jesús con una mujer pecadora, una de esas que tienen un master en soledades y nos llevarán la delantera en el camino hacia el Reino? ¿O de la escena que montó otra pecadora pública bañando sus pies en lágrimas, enjugándolos con sus cabellos, cubriéndolos de besos y ungiéndolos con perfume? ¡Qué desvergüenza! ¡Cuánta vida!
 

Cuando María y Marta comunican a Jesús la muerte de su hermano, lo hacen con estas palabras: “el que amas”. “El que amas” es más que nuestro hermano, más que tu discípulo, es objeto de tu afecto. Al saber la noticia, Jesús se muestra desolado, deja correr sus lágrimas, no puede contener su emoción, de modo que los testigos, conmovidos, concluyen: “¡cómo le amaba!”. Jesús ama en el sentido más real del término. Su corazón se afecta y siente físicamente la pena de aquellos a quienes ama. Podríamos seguir. Y hablar de los flirteos de Jesús con una samaritana, junto al brocal de un pozo, de su presencia en bodas donde corría el buen vino, o de sus comidas con Zaqueo. Gestos concretos de amistad, cercanía, ternura, afecto, sensibilidad, afectividad. ¡Y pensar que a veces tratamos de reprimir esos sentimientos en nombre de Jesús!

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30
Ago
2010
Septiembre en Roma
9 comentarios

Mañana al mediodía estaré volando hacia Roma. Desde mañana hasta el martes, 21 de septiembre, se celebrará en Roma el Capítulo General electivo de la Orden de Predicadores. Y yo voy como elector y delegado de mi Provincia religiosa. Supongo que, primero con la elección de nuevo Maestro de la Orden (así se llama nuestro Superior General) y luego con el trabajo en comisiones y en asambleas plenarias, estaré bastante entretenido.

Desconozco el horario al que tendré que ajustarme. Espero que me dé tiempo de mantener activo el blog. No digo que no escriba alguna reflexión sugerida por la asamblea capitular, pero no voy a sentirme obligado a ello, dado que estoy convencido de que desde nuestra página web se ofrecerá abundante información sobre lo que ocurra en Roma. Información “oficial” y hasta es posible que oficiosa, enviada por los delegados españoles que allí estaremos, uno de ellos mi compañero de blog, Antonio Praena, que acude como delegado de la Provincia de Andalucía.

Las lenguas oficiales del Capítulo son el español, el inglés y el francés. Se han creado 10 comisiones de trabajo (gobierno, economía, estudio, formación, seguimiento de Cristo, ministerio de la Palabra). A mi me han incluido en una comisión que trabajará en lengua francesa y preparará el documento sobre “el estudio”, que luego presentará a la Asamblea General para que, tras las correcciones y cambios que estime oportunos, lo apruebe y se convierta en documento oficial. Yo mismo solicité que se me incluyera en esta comisión, aunque al pedirlo no sabía en qué lengua íbamos a trabajar.

Para mi será una ocasión de conocer más de cerca la universalidad de la Orden. De salir de ese círculo estrecho en el que, a veces, nos encierran los asuntos caseros. De ver los problemas de casa desde otra perspectiva. De comprobar la riqueza que hay en muchos sitios. Y también de saludar a algunos hermanos que hace tiempo que no veo, alguno incluso que ha sido alumno mío y que ahora acude como delegado de su Provincia a este Capítulo General electivo.

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28
Ago
2010
Si quieres la paz, prepárate a ti mismo (R. Panikkar)
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Si vis pacem, para teipsum. Pido perdón por el latín, pero esta es la frase final de un libro sobre la paz de Raimon Panikkar. Así aprovecho para rendir un pequeño homenaje a este hombre sabio, bueno e inquieto, defensor del diálogo entre culturas y religiones, que acaba de dejarnos a los 91 años.

El texto latino significa: si quieres la paz, prepárate a ti mismo. En realidad esta frase es una seria rectificación de otra más antigua, más clásica, que todavía puede verse en las puertas de muchos cuarteles españoles, atribuida (tengo entendido que incorrectamente) a Julio César: si vis pacem, para bellum, si quieres la paz, prepara la guerra. Pues no, porque “el camino hacia la paz consiste en querer caminar por él. Este deseo de paz es ya en sí pacificador. El deseo de paz equivale a deseo de diálogo, y el deseo de diálogo surge cuando pensamos poder aprender algo del otro… Fanatismos y absolutismos impiden caminar juntos, porque nos hacen creernos autosuficientes o en posesión plena de la Verdad”.

El diálogo, condición imprescindible de la paz, Panikkar lo califica de “dialogal” porque va en doble dirección y supone un esfuerzo constante por entender y darse a entender. “La interrupción del diálogo es el solipsismo y la muerte, porque la vida misma es dialogo dialogal constante. El otro siempre tiene algo que decir. No soy yo la única ventana por la que se ve el mundo”.

Acabo con otro texto de Panikkar que él mismo calificaba de humorístico, aunque añadía que sin humor hay pocas esperanzas de paz tanto para uno mismo como para la humanidad: la conversación, que supone todo diálogo, “implica no sólo ser versado en algo, sino verterse hacia el otro para encontrar una vertical en la que con-vergemos sin sub-versión ni per-versión de ninguna clase, porque estamos ad-vertidos de no ser invertebrados, para poder así atravesar cualquier reverso que pudiera tergi-versar nuestras di-vergencias”.

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27
Ago
2010
El erótico amor de Dios
2 comentarios

Una de las sorpresas de la primera encíclica de Benedicto XVI fue calificar de erótico el amor de Dios. Tiempo atrás, allá por el siglo IV, un autor conocido como el Pseudo-Dionisio constataba que el vocablo “ágape” con el que el Nuevo Testamento designa el amor, carecía de prestigio (como sucede ahora con el término “caridad”) y tuvo la feliz ocurrencia de decir que para hablar del amor de Dios había que utilizar el término “eros”. La gente, cuando oye la palabra “eros” piensa enseguida en erotismo sexual. Con las palabras sucede como con el resto de las realidades: suelen ser neutrales y, por eso, pueden usarse bien o mal. Eros, de entrada, designa la atracción que suscita la belleza. Dios debe tener bastante bien afinado el sentido de la belleza, porque lo primero que constató tras haber hecho el mundo es que era muy bello. Y más bello aún debió parecerle la mejor de sus obras, el ser humano, creado a su imagen, en el que, según el libro de los Proverbios, se deleitaba. Los profetas y el Cantar de los Cantares comparan el amor de Dios por el ser humano con la pasión que siente un joven por su novia. Estos textos inspiraron a Juan de la Cruz: “Oh noche que juntaste amado con amada”.

El de Dios no es un amor frío, distante. Al contrario de lo que ocurre con la divinidad aristotélica, que no necesita de nada y no ama, sólo es amada, el Dios bíblico ama personalmente con un amor apasionado que brota de lo más profundo de sus entrañas y le impulsa, le mueve a salir de sí mismo, como si no pudiera estar sin el ser humano. En su encíclica el Papa calificó a Dios de “amante con toda la pasión de un verdadero amor”. El Nuevo Testamento ratifica y radicaliza, si cabe, esta concepción de Dios. Con Jesús, Dios aparece como puro exceso, absoluta ternura. En él se revela un Amor crucificado. San Pablo entendió perfectamente que algunos calificasen de locura la actuación de este Dios. ¡Un Dios que desvaría! Jesús lo compara con un padre que, al parecer, chochea, porque se pasa el día esperando la vuelta de un hijo que le defraudó, un padre que por el hijo pierde la cabeza, pues siente una nostalgia infinita por el hijo perdido.

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