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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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24
Feb
2011
El "inhumano" humanismo cristiano
1 comentarios

El famoso teólogo Karl Rahner afirma que el cristianismo ha hecho posible, por primera vez y de manera insuperable, un humanismo inhumano. Humanismo inhumano es una expresión paradójica que invita a pensar. Dice Rahner que el cristianismo convierte en contingente cualquier otro humanismo, porque lo considera reemplazable por un humanismo futuro, ya que todo lo humano está abierto al futuro de Dios. Dado que el ser humano proviene de Dios y tiende hacia Dios, mientras no se encuentra plenamente con Dios su situación es provisional. En esta línea el Nuevo Testamento afirma que todavía no se ha manifestado lo que seremos. En este contexto entiendo que Rahner afirme que el cristianismo hace posible un humanismo inhumano, o sea, un humanismo que encuentra su verdadera realidad en Dios, por tanto, más allá de lo humano.

A la luz del misterio de Dios, el cristianismo prohíbe al ser humano comprenderse únicamente a partir de sí mismo y de las posibilidades de la naturaleza, y nos abre a la esperanza de un mundo y una humanidad nuevas. Ahora bien, el que el cristiano considere todo humanismo, toda realización humana concreta, como contingente, no sólo no le impide, sino que por el contrario le estimula a decidirse a favor de todo lo que promueve, en esta realidad concreta, la dignidad, el bienestar y la felicidad de toda persona. De esta manera el cristianismo se hace compatible con toda cultura. Lejos de estar atado a una civilización determinada, por ejemplo, la civilización europea con sus secuelas imperialistas y colonialistas, el cristianismo reconoce la legitimidad de un pluralismo en la forma de concebir y realizar lo humano. Este pluralismo no se refiere sólo a las formas de vivir lo humano existentes actualmente, sino también a formas que todavía no han llegado, pero que pueden ser creadas por el hombre.

El cristianismo no pretende ratificar ningún humanismo particular, ninguna cultura concreta, ninguna política por muy buena que parezca. Más bien condena todo humanismo (toda política, economía, técnica, desarrollo, cultura) que pretenda ser único y absoluto. Porque esta pretensión limita las posibilidades humanas y le cierra al porvenir absoluto de Dios.

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23
Feb
2011
Antisistema utiliza visita del Papa
7 comentarios

Una noticia publicada por “eclesalia” me ha dejado sorprendido. No porque parezca increíble, sino porque no he encontrado el modo de confirmarla. Una noticia que cita una rueda de prensa de un comisario de policía, o un comunicado del Banco de Santander, y que se refiere a mensajes interceptados en redes sociales entre participantes en las Jornadas Mundiales de la Juventud que arengan a la desobediencia civil y a la ejecución de actos vandálicos, no es algo baladí. Si además estas arengas están “inspiradas” en palabras del mismísimo Jesús de Nazaret, tales como: he venido a prender fuego a la tierra, no se puede servir a Dios y al dinero, raza de víboras (refiriéndose a los políticos), y pretenden así convocar a jóvenes críticos e insatisfechos para que acudan al encuentro con el Papa, resulta lógico que los organizadores del encuentro y la policía española se muestren alarmados. Pero insisto, no he podido confirmar la noticia más allá de la agencia que la ofrece.

Es posible que algunos quieran aprovechar la visita del Papa para lanzar reivindicaciones política y eclesialmente incorrectas. Sospecho que si lo intentan van a tener poco éxito. Pero el mero hecho de que se haya planteado esa posibilidad nos debería hacer pensar algunas cosas: una, que cuanto menos se politice la visita, cuanto más sobria sea y cuantos menos apoyos financieros tenga (no olvidemos que Emilio Botín fue uno de los más entusiastas en apoyar las Jornadas, aunque según esa noticia ahora parece que su Banco retira su patrocinio), más coherente con el Evangelio será. Otra reflexión es que el Evangelio no es patrimonio de nadie y que sus aspectos indomesticables siempre escapan por algún sitio. ¿Serán estos supuestos gritos que corren por las redes sociales una vía de escape de un evangelio indomesticable?

Ahora bien, de ser cierta la noticia, resulta a todas luces incorrecto titular: “Benedicto XVI convoca a los jóvenes antisistema”. Respondería mejor a la realidad que se pretende ofrecer otro titular, como: jóvenes antisistema buscan aprovechar para sus proclamas la visita de Benedicto XVI; o este otro: jóvenes antisistema utilizan palabras de Jesús que parecen ir en línea con sus reivindicaciones.

Quizás la noticia sea auténtica y se prefiere guardar silencio porque no es eclesialmente correcta, o para no alarmar, o para desactivarla mejor. O quizás sea falsa, y eso explicaría el silencio de los medios convencionales, incluidos los digitales.

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21
Feb
2011
El que no puede ser definido
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Leyendo un artículo de Karl Rahner, escrito hace 45 años, me encuentro con esta definición del hombre: “el que no puede ser definido”. La frase me ha recordado otra que Miguel de Unamuno escribió en los márgenes de los Diarios de Sören Kierkegaard que se encontraban en su biblioteca: “un Dios definido es un dios acabado” (en realidad lo escribió en francés: un Dieu défini c’est un dieu fini). En efecto, si definir es poner límites, entonces definir a Dios es acabar con él, porque un dios finito, un dios limitado, eso no es Dios. De forma similar, definir al ser humano, creado a imagen de Dios, es también acabar con él, limitarlo, encerrarlo en unos esquemas, no hacerle justicia. Cierto, el ser humano tiene sus límites pero, paradójicamente, es también un ser con capacidades infinitas. Sus límites están abiertos y parece que nunca se agotan.

El ser humano nunca está satisfecho con lo que tiene. Esta es una característica que le distingue de los otros animales. Hay un desajuste, una contradicción en el ser humano que no se constata en los animales: el hombre es un ser pequeño, pero con deseos tan grandes que la naturaleza nunca logra saciar. El hombre “está hecho de tal manera que no puede ser para sí mismo el bien que le hace feliz”, decía san Agustín. La ambición humana es tan desmesurada que, aunque no lo sepa, ambiciona a Dios. Esta es la paradoja: la grandeza y la miseria del sujeto humano (todo junto): es un ser pequeño y limitado, pero insaciable, de modo que por mucho que se le dé y por mucho que consiga, nunca acaba de llenarse.

Al contrario de lo que ocurre con los animales, que se encuentran adaptados a su ambiente, el ser humano se encuentra depositado en un mundo en el que sus deseos de autorrealización y crecimiento personal no son satisfechos por su ambiente natural, evidenciando así un mal-estar con nuestro estado evolutivo, un desajuste que reclama explicación y, si es posible, cura. ¿Por qué el proceso de evolución que ha generado organismos conformados y adaptados a sus respectivos entornos, no ha conseguido garantizar un ajuste parecido en el caso del homo sapiens? ¿Cuál es el entorno propio del florecimiento de lo humano? Si nada de lo que el mundo ofrece nos satisface, ¿habrá algún mundo que pueda satisfacernos? ¿Cuál es el verdadero entorno de lo humano? ¿Hay alguna realidad con la que la humanidad se sienta en armonía?

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19
Feb
2011
De esos tan católicos, líbranos Señor
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Una vez más el nombre de José María Ruiz Mateos aparece en los periódicos acusado de supuestas malas prácticas financieras. No me corresponde a mi juzgar tales prácticas. Otros se ocupan de ello. Tampoco quiero hacer valoraciones de tipo personal sobre las intenciones de un empresario que tiene, como todos, derecho a su buen nombre y a una legítima defensa. Pero sí quiero referirme a una de sus declaraciones. Dijo D. José María que “si no pudiera satisfacer esa obligación (la de devolver el dinero a los inversores de sus empresas) y no tuviera fe, me pegaría un tiro”. Eso parece muy laudable porque, por una parte, manifiesta el propósito de devolver lo que no es suyo y, por otra, afirma que su fe (su fe católica, porque él es declaradamente católico, apostólico y romano) le impide llegar al extremo al que pudiera empujarle su desesperación.

Dejo aparte la cuestión de unos pequeños o grandes ahorradores que hicieron inversiones de alto riesgo, pensando en enriquecerse fácilmente, y ahora en su pecado llevan la penitencia. Prefiero contrastar la declaración de una fe que conlleva una valoración de la propia vida y el propósito de devolver lo que otros le han confiado, con la última noticia sobre los dineros de “Nueva Rumasa”, a saber: que están bien guardados y protegidos en paraísos fiscales, de modo que va a resultar muy difícil que el Estado español pueda expropiarlos o recuperarlos. Con precauciones así no resulta muy clara la intención de satisfacer las deudas.

Si el empresario está tan a favor de la vida en nombre de su fe, esa misma fe debería inspirar sus operaciones económicas y su modo de manejar el dinero. Porque la fe católica no sólo tiene que ver con políticas familiares, sino sobre todo con el mandamiento del amor, que se extiende a niveles mucho más amplios y exigentes. La fe católica tiene consecuencias en el terreno de lo económico y lo empresarial. Apelar a lo católico para algunas cuestiones y olvidar las consecuencias de la fe católica para otras, tanto o más importantes, es una burla y una manipulación de esa misma fe que se pretende defender.

Cuando se sirve al dinero, lo mejor es dejar a Dios de lado. Sobre todo si damos a entender que ese Dios es el revelado en Jesús de Nazaret, ese que declaró que no se puede servir a Dios y al dinero (sí, sí, dijo al dinero, no al sexo).

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16
Feb
2011
Transmitir certezas respetando al oyente
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El testimonio es inherente a la fe cristiana. Ahora bien, el testimonio de nuestra fe, nuestra transmisión de certezas y valores, no puede convertirse en proselitismo, en celo desmesurado para introducir dentro a los que están fuera. Hay que respetar la posición de los otros, fundamentalmente porque la acogida de la fe siempre es fruto de la libertad y nunca puede ser resultado de la presión. Y luego, porque hoy nuestro testimonio, ante un mundo plural tanto cultural como religiosamente, debe tomar la forma de diálogo. Un diálogo en el que ofrecemos, pero antes escuchamos, y también recibimos. Así ponemos en práctica el amor cristiano, que es acogida, respeto, comprensión y oferta.

Lamentaba un alumno de la Facultad de Teología, al escuchar esto del respeto, la libertad y el diálogo, que nosotros, los católicos, no fuéramos tan proselitistas como otros, porque entendía que el proselitismo es signo de convicción y certeza. A mi entender el proselitismo puede ser manifestación de fanatismo e inseguridad. La falta de buenas razones se compensa con gritos y amenazas. La fe cristiana busca convencer, no busca llenar iglesias. Busca cambiar el corazón, no vaciar el bolsillo de dinero. Busca un encuentro con Jesucristo, no el aplauso de la autoridad.

No se puede ofrecer el tesoro que llevamos sin haber primero experimentado la fuerza transformadora de la fe, y luego sin un respeto exquisito a la respuesta de quien recibe nuestra oferta. En línea con lo que dice la primera carta de Pedro: estad siempre dispuestos a dar razones de vuestra esperanza y vuestra fe, pero con buenos modos y respeto, siguiendo las huellas de Cristo que, cuando le insultaban no devolvía el insulto, en su pasión no profería amenazas, y siempre respondía con una bendición.

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13
Feb
2011
Prueba científica: Cristo en la Eucaristía
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¡Hay que ver las ganas que tienen algunos, no de que la ciencia venga en ayuda de la fe (eso sería poco), sino de que la ciencia pruebe irrefutablemente los más grandes misterios de la fe! De ahí se seguirá que todo el que no crea es porque es un ignorante o un pertinaz rebelde contra Dios. Aunque yo, personalmente, pienso que si, por una hipótesis imposible, la ciencia lograse lo que algunas almas cándidas y piadosas esperan de ella, habría desaparecido para siempre la fe en Dios y la relación de amor que con nosotros quiere establecer.

Digo esto porque, de los muchos videos y montajes que circulan por internet en una incansable campaña de apostolado supuestamente católico, acaba de llegar a mis manos un vídeo en el que Ricardo Castañón (que era ateo, ¡así aumenta el valor del asunto!), especialista en psicología clínica, dice haber probado la presencia física de Cristo en la Eucaristía (¡nada menos!), mediante unas experiencias de laboratorio sobre unas formas consagradas. Yo quisiera decir a todas esas buenas personas que se emocionan ante este y otros casos parecidos, que vayan con mucho cuidado, no sea que en vez de afianzar su fe, en realidad la estén degradando, aún pensando precisamente lo contrario.

En primer lugar, para considerar algo científicamente probado hay que repetir la prueba varias veces y, sobre todo, asegurarse de que al realizar pruebas similares, los resultados coinciden en todos los casos. Yo desafío a quien quiera, a pinchar una forma consagrada a ver si sale sangre. Si no sale, es la prueba evidente de que lo que el Dr. Castañón califica de científico, no lo es. Porque en la inmensa mayoría de los casos (por no decir en todos), lo que él dice que sucede, en realidad no sucede. Por tanto, la ciencia más bien demuestra que en las formas consagradas sólo hay trigo.

Teológicamente hablando, la presencia de Cristo en la Eucaristía no es una presencia carnal, sino sacramental. Según Tomás de Aquino: “que en este sacramento está el verdadero cuerpo de Cristo y su sangre, no lo pueden verificar los sentidos”. Por eso, “nuestros ojos corporales no pueden ver el cuerpo de Cristo”. Por tanto, si uno ve allí “figura de carne”, se trata de “una visión subjetiva”. O sea, que lo mejor que puede hacer es ir al oculista. Ahí les dejo el vídeo, espero que para su divertimento y no para la corrupción de su fe.

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12
Feb
2011
Jesús, condenado por la religión
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La ley, en tiempo de Jesús, no permitía tocar a los leprosos. Posiblemente una ley así tenía una intención sanitaria, pretendía evitar el contagio. Sería como si hoy se nos pidieran precauciones frente al sida o frente a algunas enfermedades contagiosas. Las precauciones son buenas, pero no pueden utilizarse para discriminar a las personas. Ni tampoco para acusarlas de supuestos o reales pecados que serían la causa de su enfermedad. Jesús, lejos de discriminar a los leprosos, se acercaba a ellos, los tocaba, les ayudaba a recuperar su dignidad y les curaba. También hoy, un cristiano debe mostrar misericordia, comprensión y compasión con personas marginadas o mal vistas, que han contraído enfermedades de transmisión sexual, por ejemplo. Ese sería el equivalente de lo que entonces hacía Jesús.

Lo que seguramente más irritó a los defensores de la ley y de la religión fue la cercanía de Jesús a los pecadores, el que comiera con ellos, pues comer en la misma mesa es un signo de solidaridad e identificación. El perdón que Jesús otorgaba, en nombre de Dios, a los pecadores, resultaba incomprensible para los que concebían la justicia de Dios en términos de rendimiento de cuentas. Pues lo justo no es perdonar al pecador, sino exigir que haga penitencia o condenarle. Este enfrentamiento con las autoridades religiosas, hizo que Jesús fuese condenado en nombre de la religión. Le acusaron de blasfemo. La vida de Jesús fue un choque teológico entre él y la concepción dominante de la ley, un choque entre un Dios de justicia y un Dios de gracia. Jesús muere a causa de la ley. El evangelista Lucas lo expresa así: “fue contado entre los impíos” (22,37), entre malhechores, entre gente poco piadosa y nada cumplidora. Y el cuarto evangelio llegar a decir de los discípulos lo que comenzó cumpliéndose en Jesús: “llegará un día en que el que os mate piense que da culto a Dios” (Jn 16,2). A Jesús le mataron por motivos muy religiosos, ¡pensando que daban culto a Dios!

La vida de Jesús invita a no absolutizar la religión, los rezos, los ritos, las costumbres, las formas, las maneras. Todo esto está bien si nos ayuda a ser más felices con Dios y más caritativos, cercanos y misericordiosos con el prójimo. Ese es el criterio que determina la bondad o la perversidad de una religión.

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10
Feb
2011
Jesús frente a la religión
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La espiritualidad, en tiempo de Jesús, estaba basada en el cumplimiento de la Ley. Jesús no rechazó la ley, pero la relativizó. De ahí esta palabra suya, que sigue conservando todo su valor: “el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Para Jesús, lo importante era la persona. Les leyes, incluidas las leyes de Dios, han sido concebidas para nuestro servicio. No existimos para dar culto a la ley. Eso sería idolatría. Jesús se sintió perfectamente libre para transgredir la ley cada vez que su cumplimiento podía hacer daño a las personas. Esto resultó escandaloso para los guardianes de la religión, especialmente cuando enseño a sus discípulos a hacer lo mismo, permitiendo que sus discípulos hambrientos, arrancasen en pleno sábado espigas para comer, cuando la ley prohibía hacer esfuerzos y trabajos en sábado (Mt 12,1-5), precepto que siguen hoy cumpliendo los judíos piadosos.

En tiempo de Jesús la ley no eran solo los diez mandamientos, sino toda una serie de preceptos relativos a personas, lugares, cosas y alimentos. Jesús vio en ello una serie de disposiciones humanas que distorsionaban la voluntad de Dios. Por eso ignoró la distinción entre alimentos puros e impuros: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre” (Mt 15,11). Muchas religiones hoy siguen teniendo preceptos sobre lo que se puede o no se puede comer algunos días. Eso está bien, siempre que no se convierta en una carga o, lo que sería peor, en un cumplimiento externo que olvida la intención de fondo que abrigan esas leyes. Por ejemplo, las leyes actuales sobre el ayuno o la abstinencia de carne en cuaresma deberían servir para recordar que hay mucha gente en el mundo que pasa hambre, estimulando así nuestra solidaridad. Y no convertirse en un precepto fácil de manipular, tomando pescado caro en vez de carne, creyendo que así hemos cumplido. (Continuará)

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8
Feb
2011
Contrastes
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Contraste entre el campo, verde, tranquilo, bucólico, bañado por el mar, y el bullicio de la capital. Contraste entre las casitas y casas del campo y de los pueblos, y las grandes casonas y palacios coloniales de las ciudades. Contraste entre algunas de estas casas señoriales, cuidadas y restauradas, y otras convertidas en casas de vecindad, en mal estado, necesitadas de bastante más que de una capa de pintura. Contraste entre los modernos autobuses y coches, y los buses y coches antiguos, la mayoría anteriores al año 60 que, sin embargo, en su tiempo, eran de lo mejor y más moderno. Contraste entre las tiendas de venta libre en las que se paga en moneda convertible y aquellas en las que se paga en moneda nacional, acompañada de cartilla de racionamiento para algunos productos, como el pan, el arroz o los fríjoles.

Contraste entre el sueldo medio de un trabajador (menos de un dólar al día) y las posibilidades de desarrollo del país. Contraste entre la realidad y el lenguaje (no hay parados, hay disponibles). Contraste entre la cantidad de funcionarios y las colas de la gente. Contraste entre lo que se ve y lo que no se ve. Las caritas parroquiales (con ayuda de caritas de otros países) contribuyen, en parte, a paliar lo que no se ve: repartiendo desayunos, medicinas, asistiendo a enfermos y ancianos.

Hay quien dice que para vivir allí hace falta mucha FE. O sea, Familia en el Extranjero. Eso es FE. Así resulta posible recibir unas necesarias divisas. Pero más allá de los detalles concretos, a mí me parece que hay un gran potencial de esperanza, que habría que estimular. La esperanza es realista y se fundamenta sobre el poder de lo posible. En nuestro caso, hay un estupendo poder sobre el que basar la esperanza: una tierra bendecida por el clima y acariciada por el mar, tierra fecunda que podría dar hasta tres cosechas por año; unas playas casi vírgenes; una Iglesia viva, con gran protagonismo de los laicos; una gente alegre, amable y acogedora; una juventud culta y preparada; una aceptable sanidad y otros servicios sociales gratuitos; sensación de seguridad en las calles; espíritu de sacrificio y una gran tarea por delante.

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5
Feb
2011
Ovejas sin pastor
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Ya he dicho que en Cuba hay libertad de culto. En la guía telefónica se encuentra la lista de Parroquias católicas y una lista igual o mayor de templos evangélicos. Como en muchos otros sitios de Latinoamérica, son abundantes las capillas e iglesias protestantes. Las relaciones ecuménicas son buenas. En La Habana aún hay personas que recuerdan un famoso coloquio, moderado por el Obispo auxiliar de la diócesis, en el que intervinieron un pastor bautista, un rabino judío, un dirigente musulmán y, por parte católica, el P. Juan Bosch. El coloquio, organizado por el Centro Fray Bartolomé de las Casas, desbordó todas las previsiones y hubo que habilitar la Iglesia de San Juan de Letrán para dar cabida al mucho público que asistió.

 

Pero además de buen ambiente ecuménico, la Iglesia católica tiene un problema: la falta de ministros. En todos los pueblos hay una o varias capillas evangélicas. Y en los pueblos medianos (de cinco mil habitantes) hay culto protestante diario. Mientras, la Iglesia católica es atendida por sacerdotes que tienen a su cargo varios pueblos, deben desplazarse muchos kilómetros y sólo pueden atender a los fieles unas horas a la semana. Esto hace que mucha gente de buena fe vaya poco a poco adhiriéndose a las comunidades evangélicas. Porque en ellas encuentran lo que no se les ofrece en la Iglesia católica.

 

La solución, a mi entender, dadas las actuales circunstancias eclesiales, pasaría por formar y ordenar diáconos o encargar a mujeres (religiosas o no) formadas, que ejerciesen, en los pueblos sin presbítero, un verdadero ministerio, abriendo diariamente la Iglesia y celebrando liturgias de la Palabra, con predicación, oración e incluso con su momento eucarístico. Diáconos o mujeres de esos pueblos y para esos pueblos. Porque diáconos hay, pero la mayoría se encuentran en La Habana, haciendo tareas administrativas eclesiales. Este es un ejemplo concreto de cómo la Iglesia debe plantearse seriamente responder al “derecho”, insisto, al derecho que tienen los fieles a la celebración de la Eucaristía. Un derecho que pasa por delante de leyes o costumbres.

 

No discuto la legitimidad de que cada gran confesión pueda estar presente en todos los lugares. Lo que digo es que cuando uno se ausenta, otros ocupan un espacio que, quizás, si estuviera presente, no ocuparían. No se trata, pues, de apartar a nadie para que yo tenga más espacio. Se trata de que todos podamos convivir. Pero sólo hay convivencia si estamos todos.

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