Ene
Yo superé la crisis
2 comentarios“Yo superé la crisis”, leo en una octavilla (con nombre y foto) que unos jóvenes me entregaron al lado de la estación de Atocha, en Madrid, portadores de una pancarta con el lema de “Campaña nacional contra la crisis”. El personaje, alcohólico y maltratador de su mujer e hijos, “vivía en la pobreza” y, de pronto, encontró el medio de “superar la crisis poniendo su fe en practica”, de modo que su “vida financiera resurgió”, como lo prueba un coche valorado en 30.000 euros que, naturalmente, ha hecho feliz a su familia. Se me ocurrió preguntar al joven que me entregaba la octavilla si pertenecían a una Iglesia evangélica. Me contesto que “sí”, y añadió: “somos un grupo cristiano de ayuda”.
Comienzo por aclarar que a los pastores y responsables de Iglesias cristianas no católicas que yo conozco, no les veo animando este tipo de acciones ni predicando estos resultados de la puesta en práctica de la fe. Hecha la aclaración añado que toda supuesta fe cristiana que conduce a tales resultados, además de falsa, es una estafa: “no podéis servir a Dios y al dinero”. Resulta sorprendente que todavía haya gente que piense que es posible servir a dos señores y se presté a tales maniobras. Es posible que la necesidad apriete y uno se agarre a cualquier clavo ardiendo. Pero estas agarradas solo conducen a quemarse.
Dios solamente merece este nombre y solo puede ser aceptado y creído, cuando deja de ser un recurso, un dios domesticado en definitiva, y se convierte en exigencia, en sorpresa, en desafío, en lo más insospechado, en un Dios gratuito que, paradójicamente, vale mucho. Un Dios que transforma mi corazón y, a lo mejor, vacía mi bolsillo. Un Dios que me llena de alegría y me invita a repartirla entre los tristes. Un Dios que, sin darme nada, me sacia totalmente. Un Dios que, en Jesucristo, se presenta como la verdad crucificada, que abre sus brazos para abrazar a todos, dejando siempre libre a cada uno. Un Dios con el que no hay ningún negocio que hacer porque, una vez encontrado, todos los negocios se convierten en basura y solo cuenta el amor.