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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

31
Ene
2010

Yo superé la crisis

2 comentarios

“Yo superé la crisis”, leo en una octavilla (con nombre y foto) que unos jóvenes me entregaron al lado de la estación de Atocha, en Madrid, portadores de una pancarta con el lema de “Campaña nacional contra la crisis”. El personaje, alcohólico y maltratador de su mujer e hijos, “vivía en la pobreza” y, de pronto, encontró el medio de “superar la crisis poniendo su fe en practica”, de modo que su “vida financiera resurgió”, como lo prueba un coche valorado en 30.000 euros que, naturalmente, ha hecho feliz a su familia. Se me ocurrió preguntar al joven que me entregaba la octavilla si pertenecían a una Iglesia evangélica. Me contesto que “sí”, y añadió: “somos un grupo cristiano de ayuda”.

Comienzo por aclarar que a los pastores y responsables de Iglesias cristianas no católicas que yo conozco, no les veo animando este tipo de acciones ni predicando estos resultados de la puesta en práctica de la fe. Hecha la aclaración añado que toda supuesta fe cristiana que conduce a tales resultados, además de falsa, es una estafa: “no podéis servir a Dios y al dinero”. Resulta sorprendente que todavía haya gente que piense que es posible servir a dos señores y se presté a tales maniobras. Es posible que la necesidad apriete y uno se agarre a cualquier clavo ardiendo. Pero estas agarradas solo conducen a quemarse.

Dios solamente merece este nombre y solo puede ser aceptado y creído, cuando deja de ser un recurso, un dios domesticado en definitiva, y se convierte en exigencia, en sorpresa, en desafío, en lo más insospechado, en un Dios gratuito que, paradójicamente, vale mucho. Un Dios que transforma mi corazón y, a lo mejor, vacía mi bolsillo. Un Dios que me llena de alegría y me invita a repartirla entre los tristes. Un Dios que, sin darme nada, me sacia totalmente. Un Dios que, en Jesucristo, se presenta como la verdad crucificada, que abre sus brazos para abrazar a todos, dejando siempre libre a cada uno. Un Dios con el que no hay ningún negocio que hacer porque, una vez encontrado, todos los negocios se convierten en basura y solo cuenta el amor.

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Catalina
31 de enero de 2010 a las 14:38

Al menos ellos salen a la calle y hablan, aunque equivocadamente, de Dios. Nosotros ¿Hablamos de Dios en la calle a toda la gente? Pues no nos quejemos, alguien lo hara
Hablar a tiempo y a destiempo, ¿pero quien lo hace?, yo no soy capaz, y no veo que nadie lo haga en el lugar donde hace falta.

Juanjo
31 de enero de 2010 a las 16:12

Supongo que el trasfondo de la octavilla es la gran tentación y el error de entender a Dios desde la doctrina de la retribución. El Dios que "premia al justo" al fiel y al religioso, y "al que todo le irá bien", y que por contra castiga al impío, al pecador, al infiel. Esta doctrina típica y habitual en una gran parte de la historia habitual en el Antiguo Testamenteo, no ha sido superada.
Siempre se observan actitudes, y formas de pensar en nuestros contemponaneos que vuelven a este mismo esquema. Da lo mismo que sea una Iglesia que otra, una confensión que otra. Siempre hay rebrotes, que en fondo inducen a pensar que si "soy bueno" Dios me lo tendrá que recompensar de alguna forma, me tiene que ir bien. Una lógica muy humana, pero no evangélica. Querer el premio en esta vida, la recompensa por "mi esfuerzo". Se vé muy a menudo esta actitid. Brotes de pelagianismo. "Hace llover sobre justos e injustos", sí, pero a unos con lluvia provechosa y a los otros con lluvia torrencial y destructora. Así se piensa.

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