Jun
Yo no invito a imitar al cura de Ars
7 comentariosDeclaraciones de Monseñor Raffin, obispo de Metz, en pleno año sacerdotal, llenas de buen sentido y que se prestan a muchas aplicaciones: “Hemos querido celebrar el año sacerdotal acudiendo a Ars, cerca de los recuerdos del cura de Ars, para contagiarnos de su espíritu. No se trata, evidentemente, de rehacer la materialidad de lo que hizo el cura de Ars en este pueblecito de Dombes, en el siglo XIX. Sería equivocarnos de siglo. Nosotros debemos retomar como cosa nuestra su compromiso, que fue un compromiso total a su misión de sacerdote en circunstancias extremadamente difíciles. Y ahí es donde puede todavía inspirar nuestro trabajo pastoral. Que quede muy claro, yo no invito a imitar al cura de Ars en la materialidad de su ministerio, sino –para decirlo con la terminología del Vaticano II- a imitar su caridad pastoral”.
A los santos, como a todos los personajes de la historia, hay que situarles en su contexto. Los contextos son irrepetibles. Repetir lo mismo es un contexto distinto, no es repetir lo mismo. A veces, haciendo los mismos gestos y diciendo las mismas palabras en distintos contextos, puede incluso decirse lo contrario. Cada uno vivimos nuestra propia historia. Los santos vivieron la suya. Fueron fieles en su situación. A nosotros se nos pide ser fieles en la nuestra. En este sentido, las grandes figuras del pasado no están para ser repetidas. Lo mejor que podemos hacer con ellas es reinterpretarlas en consonancia con nuestra propia situación. Así se convierten en un estímulo para nuestra responsabilidad presente.
A veces formulamos mal las preguntas y por eso obtenemos respuestas poco valiosas. ¿A qué horas rezaba Sto. Domingo? Pregunta poco útil, que quizás interese a los historiadores. Lo importante no es la hora en la que rezaba, porque esta hora estaba marcada por su ritmo de trabajo y las posibilidades de aquella sociedad. Lo importante es que nos dejemos contagiar de su espíritu apostólico y orante, y busquemos los mejores modos para que nuestro apostolado sea hoy contagioso y nuestra oración sea viva y comprometida.
A veces se oye decir: “si Santo Domingo levantara la cabeza, no se reconocería en lo que hacen hoy los dominicos”. Ante una afirmación tan desafortunada cabe responder: “si los que así piensan se trasladarán al siglo XII, tampoco se reconocerían en lo que hacía Santo Domingo”.