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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

23
Jul
2025

Visitar a un anciano es encontrarnos con Jesús

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27julioancianos

El domingo, 27 de julio, casi coincidiendo con la fiesta de san Joaquín y santa Ana, los padres de la Virgen María según el evangelio apócrifo de Santiago y, por tanto, los abuelos maternos de Jesús, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores. Es la quinta jornada mundial de los abuelos y mayores. Eso significa que su creación es reciente. Fue el Papa Francisco el que tuvo esta feliz idea, buscando promover el encuentro entre generaciones, abuelos y nietos

El lema de la jornada de este año está sacado del libro del Eclesiástico (14,2): Feliz el que no se desvanece en su esperanza. Un buen ejemplo de una esperanza que no se desvanece en la ancianidad lo tenemos en la figura de Abraham que, según dice la carta a los romanos, no vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor y el seno de Sara igualmente vacío, sino que mantuvo la esperanza en que Dios era capaz de cumplir sus promesas y de darle un descendiente, cuando humanamente eso parecía imposible. Abraham creyó en un Dios capaz de sacar vida de donde parece imposible que la haya. Ese es el Dios de Abraham y, por supuesto, el Dios de Jesús, poderoso para resucitar muertos. Y, si es poderoso para lo más, también lo es para lo menos, para sacar vida de nuestros desánimos, depresiones, malos momentos.

En su mensaje para esta jornada, el Papa León XIV recuerda que se puede conseguir la indulgencia de este año jubilar visitando, por un tiempo adecuado, a los ancianos en soledad, “como realizando una peregrinación hacia Cristo presente en ellos”, pues “visitar a un anciano es un modo de encontrarnos con Jesús, que nos libera de la indiferencia y la soledad”. Me parece un recordatorio importante, que insiste en que lo fundamental en la vida cristiana no son los ritos, ni las peregrinaciones, ni las visitas a la Iglesias, ni el celebrar mirando a la pared o mirando al techo, sino el encuentro con Cristo, siempre vivo en el prójimo, sobre todo en el necesitado, en el enfermo, en el preso y también en el anciano que está solo.

El lema de la Jornada: felices aquellos que no ven desvanecerse su esperanza, es un buen recordatorio de que, aunque nuestras fuerzas físicas se debiliten, nada puede impedirnos amar, rezar, entregarnos. “Tenemos una libertad que ninguna dificultad puede quitarnos, dice el Papa: la de amar y rezar”. Pues el amor por nuestros seres queridos “no se apaga cuando las fuerzas se desvanecen. Al contrario, a menudo ese afecto es precisamente el que reaviva nuestras energías, dándonos esperanza y consuelo”. Podemos ser signos de esperanza a cualquier edad.

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