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Variantes de la tragedia del aborto
1 comentariosLa noticia es horrorosa. De ayer mismo. La resumo sin detalles. Una mujer, después de varios intentos de fecundación in vitro, queda embarazada de gemelos. Embarazo deseado, buscado y querido. Al cabo de 20 semanas uno de los gemelos es clínicamente inviable. Los padres deciden abortarlo y quedarse con el hijo sano. Error médico: se practica el aborto al sano. Lágrimas, dolor, tragedia. Pero claro, son las lágrimas del egoísmo. Queremos hijos sí, pero los queremos guapos, listos, sanos, parecidos a nosotros. Nos proyectamos en ellos. Reaccionamos en función de las gratificaciones que nos dan, en función de su obediencia o de la satisfacción que nos procuran. Y así no hay modo de que nazca el amor. Porque una de las condiciones del amor es mostrarse atento e interesarse por los sentimientos del otro. ¿Cuál era el interés del embarazo de este mujer? ¿El bien del niño o el propio? Evidentemente, no hay amores puros en este mundo. Al amar a los demás, siempre nos amamos, poco o mucho, a nosotros mismos. Pero hay grados y grados de impureza. Hay niveles de egoísmo que terminan en tragedias que van más allá de lo deseado y de lo previsto.
Como contraste voy a contarles otra historia verdadera. Pero no va a salir en los periódicos. Es la de una pareja joven que están esperando un niño. El joven padre cuenta a sus amigos: “faltan dos meses, pero yo ya le hablo de fútbol y de lo guay que se lo va a pasar cuando salga”. Lo mejor es que habla con el niño y le dice: “te amo desde que salió positiva la prueba de embarazo… Te amé más cuando escuché los latidos de tu corazón por primera vez. Te amé desde el mismo minuto que naciste (¡ese padre da por supuesto que nació en la concepción!)… daría mi vida por ti”. El motivo de tanto amor: “cuando tomas la decisión de tener un hijo, le estás dando permiso al corazón para salir de tu cuerpo”.
No sé si el padre me leerá. Puede que sí. Si me lee le pido perdón por contar estas intimidades (pero tranquilo, hombre, nadie que no conozca la noticia por ti, adivinará quién eres). Pero no me resisto a decirles que el amoroso padre no es de los “devotos y practicantes”. El amor no conoce fronteras. Y fuera de las fronteras de la religión también hay mucho amor.