Abr
¿Una beatificación precipitada?
4 comentariosEso dicen algunos. Aunque otros parece que la deseaban el mismo día de su entierro. Una beatificación o una canonización es un acto que denota unas determinadas preocupaciones pastorales y eclesiales. También es una declaración que hace la Iglesia desde sus instancias más oficiales, presentando a una persona como modelo de vida cristiana. Modelo de vida cristiana por la globalidad de su vida. Con esto no se aprueban ni desaprueban determinadas actuaciones y, menos aún, aquellas en los que actuaba condicionado o en función de lo que otras personas le decían. La causa principal, yo diría que casi única, de una beatificación o canonización es la vida teologal, o sea la unión con Cristo por medio de la fe, la esperanza y el amor, de la persona que se declara santa, y no determinados actos de su vida.
En un pontificado tan largo como el de Juan Pablo II hubo tiempo para muchas cosas. Yo valoro particularmente su contribución a la teología del diálogo interreligioso, sus aportaciones en el campo de la antropología teológica, sus reflexiones en el ámbito de lo social y su clara toma de posición contra la guerra. Cito de memoria una frase que me ha impactado en cada uno de los tres primeros ámbitos: la mediación única de Jesucristo no excluye la posibilidad de otras mediaciones; la inviolabilidad de la persona es reflejo de la absoluta inviolabilidad del mismo Dios; sobre la propiedad privada grava una hipoteca social. Y un hecho referido al cuarto: su decisiva mediación para evitar un conflicto armado entre Chile y Argentina. Quiero decir con esto que, prescindiendo de la oportunidad de la beatificación, la figura de Juan Pablo II ha aportado grandes cosas a la Iglesia.
Sus viajes por el mundo, comenzados ya por Pablo VI, pero que con Juan Pablo II se convirtieron en uno de los signos de su pontificado, son una prueba de lucidez, más allá del aplauso fácil: ya que el mundo no va a la Iglesia, que sea la Iglesia la que vaya a buscar al mundo. En esto, como en muchas otras cosas, los santos son un modelo que debemos “personalizar” y adaptar a nuestra circunstancia. Pero el principio es valioso: la Iglesia debe ir hacia al encuentro del mundo para aportarle la luz de Cristo.