Abr
Un pastor muy extraño
2 comentariosEn la eucaristía del cuarto domingo de Pascua se leen distintos fragmentos del capítulo 10 del evangelio de Juan, conocido como el evangelio del Buen Pastor. En este ciclo B, que corresponde a este año, se lee la segunda parte este capítulo, en concreto los versículos 11 al 18. En ellos encontramos tres sorprendentes afirmaciones sobre Jesús como Buen Pastor.
En primer lugar, se trata de un pastor muy extraño, porque da la vida por las ovejas. Sin duda los pastores de este mundo cuidan de las ovejas, pero cuidan de ellas con el propósito de aprovecharse y de hacer negocio con ellas. Un pastor que da la vida por las ovejas es un pastor que ama más a las ovejas que a su propia vida. Esto es algo inaudito, prácticamente increíble. Pues así, es como nos ama Jesús, de forma incondicional. Su amor no está condicionado por nuestra respuesta, ni siquiera por nuestro pecado. Ama siempre y en toda circunstancia, ama porque él es así, porque no puede dejar de amar.
En segundo lugar, se dice que ese pastor conoce a sus ovejas y las ovejas le conocen a él. Conocer en sentido bíblico es amar entregándose totalmente al otro, en cuerpo y alma. Si ama de esta forma a las ovejas, se comprende que esté dispuesto a dar la vida por ellas. Pero ahora se añade otra cosa: el ideal del amor no es unidireccional, no basta que el pastor ame de esta forma. La plenitud del amor es bidireccional; por eso, un amor así, tan fuerte, tan íntimo, tan incondicional, pide una respuesta similar: también las ovejas están llamadas a conocer al pastor, a amarle hasta dar la vida por él. El mejor modelo de este amor recíproco es el amor que se da en el seno mismo de Dios, entre el Padre y el Hijo. El amor bidireccional es divino.
Viene luego una tercera sorpresa: este Pastor tiene otras ovejas que todavía no son de su redil. Pero precisamente porque las ama igual que a las de su redil, quiere atraerlas a su redil, quiere que haya un solo rebaño. La gran pregunta es cómo ese pastor bueno va a conseguir atraer a esas ovejas alejadas, que están fuera del redil. Y la respuesta es: por medio de la predicación de la Iglesia, por medio del testimonio de los cristianos. Este Pastor quiere constituir una nueva familia humana, en la que no haya divisiones ni enfrentamientos.
En mundo dividido, plagado de conflictos y de separaciones, la Iglesia está llamada a dar testimonio de que para vivir en comunión no es necesario ser iguales, de que es posible amarnos en la diferencia, de que es posible superar nuestras rivalidades y convertirlas en convivialidades. En esta línea el Vaticano II se refería a la Iglesia como sacramento, o sea, como signo e instrumento de la unidad de todos los seres humanos. Signo, porque en ella se realiza esa unidad. O, al menos, debería realizarse. E instrumento, porque ella trabaja denodadamente para conseguir esa unidad. O, al menos, debería trabajar.