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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
May
2012

Un Dios fiel que se fía del hombre

5 comentarios

Un comentarista de mi anterior post sugería que escribiera sobre “la fe de Dios en el hombre”. Y añadía: “Esta fe de Dios en mí, alimenta mi fe en Él”. No es un mal tema el de la fe de Dios. Con el término fe ha habido un deslizamiento curioso y equívoco. Los fieles no son los cristianos. O, al menos, no en primer lugar. Y si lo son, lo son como partícipes de la fidelidad de Jesús. El verdaderamente fiel, como dice la carta a los Hebreos (y he tenido ocasión de comentar en este mismo blog) es Jesús. Los cristianos, al incorporarnos a Jesús, como cabeza nuestra, participamos de su misma fe, de su confianza incondicional en Dios. Incluso podemos ir más lejos, en línea con lo que indica el comentarista de mi post. Pues el verdaderamente fiel tiene que ser Dios, el Dios que hace promesas y las mantiene a pesar de todo. Jesús, y nosotros, nos fiamos del Dios de la promesa. Pero el fiel, el que mantiene su palabra, es Dios. El cristiano lo que tiene que ser es confiado.

En sentido bíblico, creer significa apoyarse en alguien que merece un crédito absoluto y otorga plena confianza. El ser humano confía o no confía, cree o no cree en la fidelidad de Dios. No se confía en la tabla de multiplicar, sino en las cosas que podrían suceder de otra manera. Hay confianzas estúpidas, por ejemplo, la del que acude al astrólogo. Pero hay confianzas inteligentes (dignas decía en mi anterior post). El Dios que Jesús revela se presenta como digno de fe, porque afirma y reafirma su fidelidad a lo largo de la historia de la salvación. Por eso es calificado de “roca” de Israel (Dt 32,4). Este nombre simboliza su inmutable fidelidad, la verdad de sus palabras, la solidez de sus promesas. Dios no miente ni se retracta (Num 23,19). Por este motivo puede exclamar San Pablo: aunque nosotros seamos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo (2 Tim 2,13). Si dejara de ser fiel, dejaría de ser Dios. Fiel a su amor.

La fidelidad de Dios le lleva a fiarse del hombre. La creación es un acto de confianza en el ser humano. Y además llevado a cabo sin exigir ninguna garantía, ni imponer ninguna condición. La creación del hombre es un cheque en blanco del que Dios mismo sale fiador. Dios se fía de cada uno de nosotros. Cada vez que nos equivocamos o fallamos, Él sigue confiando en nosotros, en nuestras posibilidades, más de lo que confiamos nosotros. Con Dios siempre es posible volver a empezar, porque es un Dios fiel que se fía del ser humano.

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Oscar
18 de mayo de 2012 a las 13:12

Dios se fía del hombre. Esa está muy bien. Pero sería más interesante saber si, dentro de la Iglesia, nos fiamos los unos de los otros, si hay confianza, si se puede hablar y escuchar en un clima de confianza, sin condenas, sin autoritarismos.

Calimandroco
18 de mayo de 2012 a las 13:35

Muchas veces olvidamos la fidelidad de Dios para con el hombre, por esto, gracias Martín por el comentario. Me has dado tema de meditación para hoy.

Juanjo
18 de mayo de 2012 a las 16:15

Agradezco sinceramente el post porque a mi entender resaltar la absoluta fidelidad de Dios es crucial para quien busca comprender cada vez mejor a Dios y enregarle su confianza. Como dice la Escritura "si nosotros somos infieles, Dios permanece fiel pues no puede negarse a sí mismo" ¿Quien se puede fiar de mí conociéndome tan bien como Dios mismo? ¿Sería lógico entender el amor entre dos esposos en el que unicamente se incidiese en la fidelidad de uno ellos?. Salvando la analogía, si uno es fiel al otro ¿no alimenta la fidelidad del otro en el uno? Si yo me siento amado... ¿no voy a amar? Es por ello por lo que creo fundamental acentuar la fidelidad de Dios, cuando parece que lo que se nos imponga es una "obligación moral" de fidelidad. Fidelidad de Dios, ¡tan bien! recogida y concentrada en la parábola del hijo prógido.

lealtad y fidelidad
18 de mayo de 2012 a las 19:52

Se habla de la distinción entre fidelidad y lealtad. Algunos en una relación perdonarían una infidelidad pero les es más dificil confiar en alguien desleal. Dios es fidelidad y lealtad suma. Nosotros en relación con Dios a veces somos infieles, aunque en nuestro fuero interno nos consideramos leales. Es el hago lo que no quiero paulino. Son los límites de lo humano. Dios nos perdona la infidelidad y la des-lealtad, si pedimos perdón. Igual debemos hacer con nuestros semejantes. El jarrón roto y con arañazos, re-compuesto, no será el mismo. La vida habrá pasado por él. La lealtad y fidelidad de Dios hace el resto.
Gracias Fray Martín.

Francesc Maria
21 de mayo de 2012 a las 01:10

Sobran las palabras. Magnífico.

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