May
Un Dios fiel que se fía del hombre
5 comentariosUn comentarista de mi anterior post sugería que escribiera sobre “la fe de Dios en el hombre”. Y añadía: “Esta fe de Dios en mí, alimenta mi fe en Él”. No es un mal tema el de la fe de Dios. Con el término fe ha habido un deslizamiento curioso y equívoco. Los fieles no son los cristianos. O, al menos, no en primer lugar. Y si lo son, lo son como partícipes de la fidelidad de Jesús. El verdaderamente fiel, como dice la carta a los Hebreos (y he tenido ocasión de comentar en este mismo blog) es Jesús. Los cristianos, al incorporarnos a Jesús, como cabeza nuestra, participamos de su misma fe, de su confianza incondicional en Dios. Incluso podemos ir más lejos, en línea con lo que indica el comentarista de mi post. Pues el verdaderamente fiel tiene que ser Dios, el Dios que hace promesas y las mantiene a pesar de todo. Jesús, y nosotros, nos fiamos del Dios de la promesa. Pero el fiel, el que mantiene su palabra, es Dios. El cristiano lo que tiene que ser es confiado.
En sentido bíblico, creer significa apoyarse en alguien que merece un crédito absoluto y otorga plena confianza. El ser humano confía o no confía, cree o no cree en la fidelidad de Dios. No se confía en la tabla de multiplicar, sino en las cosas que podrían suceder de otra manera. Hay confianzas estúpidas, por ejemplo, la del que acude al astrólogo. Pero hay confianzas inteligentes (dignas decía en mi anterior post). El Dios que Jesús revela se presenta como digno de fe, porque afirma y reafirma su fidelidad a lo largo de la historia de la salvación. Por eso es calificado de “roca” de Israel (Dt 32,4). Este nombre simboliza su inmutable fidelidad, la verdad de sus palabras, la solidez de sus promesas. Dios no miente ni se retracta (Num 23,19). Por este motivo puede exclamar San Pablo: aunque nosotros seamos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo (2 Tim 2,13). Si dejara de ser fiel, dejaría de ser Dios. Fiel a su amor.
La fidelidad de Dios le lleva a fiarse del hombre. La creación es un acto de confianza en el ser humano. Y además llevado a cabo sin exigir ninguna garantía, ni imponer ninguna condición. La creación del hombre es un cheque en blanco del que Dios mismo sale fiador. Dios se fía de cada uno de nosotros. Cada vez que nos equivocamos o fallamos, Él sigue confiando en nosotros, en nuestras posibilidades, más de lo que confiamos nosotros. Con Dios siempre es posible volver a empezar, porque es un Dios fiel que se fía del ser humano.