May
¿Tomar posesión o acogerse?
2 comentariosHace tiempo que los buenos teólogos dicen que la Iglesia es una comunión. No hay comunión sin amor, libertad, respeto, porque comunión es mutua relación. La comunión no va en una sola dirección. Va siempre en doble dirección. Sin duda, en toda comunión pueden aparecer tensiones, debido precisamente a la libertad que guardan y se reconocen los que están en comunión. Cuando la tensión deriva en oposición entonces se rompe la tensión, aparece la ruptura y desaparece el amor. Si las rupturas son malas, las tensiones pueden ser expresión de la libertad en el amor. Hay tensiones que ayudan a crecer.
Es inherente a toda comunión y a todo encuentro interpersonal que el uno vaya hacia el otro y el otro hacia el uno. Si es solo uno el que camina hacia el otro, nunca habrá posibilidad de encuentro. Esto vale para las relaciones del párroco con sus fieles y de los fieles con su párroco. También vale para las relaciones del obispo con su presbiterio y de los presbíteros con su obispo. Vale para todo tipo de relaciones y de encuentros intra-eclesiales, incluido el encuentro matrimonial o el paterno-filial. Quiero insistir en el doble camino del “su”, del posesivo: porque los presbíteros son del obispo, pero el obispo también es de su clero. Como el padre es del hijo y el hijo del padre, la mujer del marido y el marido de la mujer. Si el camino solo va en una dirección (por ejemplo, que el hijo es del padre) y desaparece la otra (que el padre es del hijo), no hay relación, ni comunión, ni amor, ni libertad.
No me gustan las “tomas de posesión” en sentido único, ni siquiera las que parecen decentes, porque incluso éstas llevan un virus peligroso: el párroco toma posesión de su parroquia, el obispo de su diócesis, el marido de su mujer. Prefiero las mutuas acogidas.