Abr
Subiendo el nivel
7 comentariosPara que las malas noticias sigan siendo noticia hay que subir el nivel. Es lo que está ocurriendo. Y solo por esto vuelvo sobre el tema. El viernes, día 23, la Santa Sede aceptó la dimisión del Obispo de Brujas. El motivo, según declaración del propio obispo, es “haber abusado sexualmente de un joven” no solo cuando era sacerdote, sino “al comienzo de mi episcopado”. Por otra parte, los casos españoles, algunos conocidos hace tiempo, vuelven a recordarse y a publicitarse, en un intento, repito, de subir el nivel sobre un asunto cada día más desagradable.
Recuerdo lo dicho en intervenciones anteriores: nada de eso debe hacer tambalear la fe, porque la fe se sitúa en otro ámbito. Es un acto puramente teologal y su motivo único es teologal: Yo creo en el Dios que Jesús revela porque me fío de Jesús y porque el Espíritu Santo dispone mi corazón para aceptar la revelación de Jesús. Pero dicho esto, no es menos cierto que los casos de sacerdotes y no digamos de Obispos infieles a su ministerio, generan una crisis de confianza en muchas personas. Por este motivo, además de condenas, dimisiones y penitencias, se hace necesaria una reflexión serena y en profundidad sobre los causas que han conducido a esta crisis eclesial.
Ya sé que eso que digo, lo de la reflexión, puede ser interpretado como un cuestionamiento del celibato. Yo no cuestiono nada. Al contrario, me he pronunciado muy positivamente sobre el celibato. Pero sí digo que no hay que tener miedo a replantear las cosas. Sin duda, el celibato no tiene la culpa de nada, pero está presente en todo. Añado que es necesario explicar la historia de la Iglesia de otro modo, no como la historia de las glorias del Papado, sino como una historia llena de mucha luz y también de muchas penalidades. Si el Papa Alejandro VI, no hace tanto tiempo, tuvo seis concubinas y nueve hijos, pues que se diga, que no pasa nada. Incluso esas cosas pueden dar pie a una apologética que, si bien no justifica nada, explica alguna cosa. La apologética empleada por un Cardenal, no recuerdo su nombre, cuando Napoleón se pavoneó de que iba a destruir la Iglesia. Si nosotros, cardenales, obispos, curas, frailes y monjas, -parece que contestó-, no lo hemos logrado, ¿cómo piensa lograrlo su majestad imperial?