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Ene
2007Ene
Si se trata de oración...
8 comentariosSe ha hablado, en estas últimas semanas, de la posibilidad de convertir la catedral-mezquita de Córdoba en lugar de encuentro ecuménico, en el que pudieran orar creyentes de las tres grandes religiones “abrahámicas”. Todo empezó con unas solicitudes (al presidente del gobierno español y luego al Papa) del presidente de la Junta islámica de España. Y todo parece -al menos por ahora- haber terminado con la negativa del obispo de Córdoba a aceptar el “uso compartido del templo”.
En este asunto hay que distinguir dos aspectos: uno, el que un lugar de culto de una terminada religión sea lugar en el que creyentes de otras religiones puedan eventualmente orar, como ocurrió en Asís cuando Juan Pablo II se reunió con líderes religiosos de todo el mundo para orar en la Basílica de Asís, o más recientemente, cuando Benedicto XVI oró en la mezquita Azul de Estambul. El otro aspecto es que un determinado líder religioso pretenda que le cedan el uso compartido del templo de otra religión, pues eso plantea otro tipo de problemas y requiere conversaciones en las que se puede apelar a eventuales derechos históricos pasados, sin olvidar los derechos históricos presentes adquiridos con el uso a lo largo de la historia.
En todo caso, si se trata de orar en el mismo lugar, bien juntos, bien en tiempos distintos, la lógica del asunto sólo debe conducir a un buen entendimiento. Convendría, pues, preguntarse por las auténticas intenciones que animan la petición. Y también si estamos dispuestos a purificar nuestras intenciones y a ayudarnos mutuamente en esta costosa y permanente tarea de la purificación. Si se trata de oración, seguro que es bueno para todos. Si se trata de oración se nos está planteando un inesperado y estimulante desafío: ¿qué sinagoga, iglesia o mezquita será capaz de abrir sus puertas para unir en la oración a los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas?
En este asunto hay que distinguir dos aspectos: uno, el que un lugar de culto de una terminada religión sea lugar en el que creyentes de otras religiones puedan eventualmente orar, como ocurrió en Asís cuando Juan Pablo II se reunió con líderes religiosos de todo el mundo para orar en la Basílica de Asís, o más recientemente, cuando Benedicto XVI oró en la mezquita Azul de Estambul. El otro aspecto es que un determinado líder religioso pretenda que le cedan el uso compartido del templo de otra religión, pues eso plantea otro tipo de problemas y requiere conversaciones en las que se puede apelar a eventuales derechos históricos pasados, sin olvidar los derechos históricos presentes adquiridos con el uso a lo largo de la historia.
En todo caso, si se trata de orar en el mismo lugar, bien juntos, bien en tiempos distintos, la lógica del asunto sólo debe conducir a un buen entendimiento. Convendría, pues, preguntarse por las auténticas intenciones que animan la petición. Y también si estamos dispuestos a purificar nuestras intenciones y a ayudarnos mutuamente en esta costosa y permanente tarea de la purificación. Si se trata de oración, seguro que es bueno para todos. Si se trata de oración se nos está planteando un inesperado y estimulante desafío: ¿qué sinagoga, iglesia o mezquita será capaz de abrir sus puertas para unir en la oración a los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas?