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Si no lo hicieran, no nos enteraríamos
3 comentariosEn Porto-Cristo, lugar turístico por excelencia, pues allí están las famosas cuevas del Drach, en mi infancia, ejerció su ministerio un sacerdote sencillo, con mucho sentido común, muy querido por el pueblo. De él se cuentan muchas anécdotas. Dicen que una vez una persona fue a confesarse y le contó el mucho “destape” que había en la playa, con el consiguiente escándalo de las buenas personas que contemplaban tal espectáculo. Dicen que el cura respondió: “si no fueran, no lo verían”.
He recordado la anécdota, al leer dos reportajes en un periódico de gran tirada: Uno, del arzobispo de Maribor (Eslovenia), creador de un pujante grupo empresarial, con canal de TV incluido, que emitía películas pornográficas (¡el negocio es el negocio!), que ha dejado un agujero de más de 800 millones de euros y la ruina de 30.000 inversores que, en su pecado de fiarse de un arzobispo para hacer negocios, tienen su penitencia. El otro: el testimonio de dos exmonjas sobre los niños robados en España hasta prácticamente los años 80 del siglo pasado. Lo que cuentan ratifica de primera mano y desde dentro la verdad de unas prácticas que hoy nos parecen totalmente inaceptables. Lo más escandaloso de ambos casos es la implicación de clérigos y religiosas. Lo del dinero es el peligro permanente de la Iglesia. Sobre los robos de niños se puede decir que las cosas no se ven igual ahora que entonces. Pero entonces no debían estar tan aceptados cuando algunos testigos ahora manifiestan los escrúpulos que sintieron y la cobardía con la que actuaron.
Aplicando la receta del cura de Porto-Cristo: “si uno no va, uno no ve”; habría que decir: “si uno no lo hace, no se arriesga a que un día se enteren”. Una vez que nos hemos enterado, las preguntas son inevitables: ¿en qué manos han estado algunas instituciones? Una manzana podrida no prueba que el cesto entero esté podrido. Pero sí es motivo de alarma, de vigilancia y de desconfianza. Los gobiernos democráticos tienen un parlamento y una oposición que les controla. ¿Qué medidas se toman para contrarrestar los poderes casi absolutos de que gozan determinados cargos eclesiásticos? Por eso digo lo de la vigilancia. En primer lugar sobre uno mismo, pero acompañada de un mirada crítica. Porque el hábito, la piedad y la apariencia no garantizan nada. Y cuanto más se lucen, menos garantizan. Al final todo se sabe. Algo parecido dijo Jesús: “no hay nada oculto que no termine por salir a la luz”.