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Servidumbres de Belén
6 comentariosPara ir desde Jerusalén a Belén hay que atravesar un muro, uno más de los muchos muros que hay en Israel, con cámaras nada disimuladas. Las casas que hay en la parte palestina parecen nuevas y de buena calidad. Las que hay inmediatamente después de la aduana, pegadas al muro, parecen incluso lujosas. En Belén muchos cristianos se ganan la vida trabajando en torno al santuario. Pero una cosa es el legítimo trabajo y otra las servidumbres que los peregrinos deben pagar para celebrar la Eucaristía y visitar el lugar del nacimiento.
El autobús con los peregrinos llega una hora y media antes de la concertada para celebrar la Eucaristía. El uso de la capilla para la celebración hay que negociarlo con los gerentes de un complejo comercial. Dado que el autobús llega con tanto adelanto se invita a los peregrinos a entrar en la amplia tienda en la que ofrecen todo tipo de objetos con un 25% de descuento. ¡Nada menos! Para abrir boca, tras los saludos de bienvenida, muestran tres paquetes llenos de rosarios. Al comprador del primer paquete le cobran 3 euros; al del segundo, 5; al del tercero, 10. Prefieren euros a dólares. El cambio es de tres dólares por dos euros. Buen redondeo. Fuera de la tienda, el mismo pañuelo para las señoras que en Jericó costaba 6 euros, en Belén lo ofrecen por uno.
Llega el momento de cambiar de registro y celebrar la Eucaristía en una hermosa capilla de los franciscanos, pegada al santuario donde está el lugar del nacimiento. Los peregrinos salen contentos de la celebración. Pero antes de entrar en el esperado lugar del nacimiento hay otra servidumbre: la foto del grupo en la puerta de la Basílica, a cinco euros el ejemplar, que yo no adquirí. Un detalle menor, pero patriótico: en el extremo izquierdo de la foto puede aparecer la bandera del país que usted prefiera, o ninguna bandera.
Por fin se entra en la Basílica. Se tarda hora y media en recorrer los casi 50 metros hasta el lugar de la estrella de plata con la inscripción en latín: “Aquí, de la Virgen María, nació el Salvador del mundo”. A medida que uno se acerca a la estrella cesan los murmullos y la gente, en un respetuoso silencio y en un clima sincero de oración, se arrodilla y besa la estrella. Al regresar a Jerusalén, al llegar de nuevo al muro, dos policías israelíes, con metralleta, suben al autobús, no ven nada sospechoso y lo dejan avanzar.