May
Resurrección: vida antes de la muerte
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La resurrección de Cristo no es un acontecimiento que le afecta a él solo. La resurrección de Cristo tiene repercusiones en todos aquellos que viven unidos a Cristo, pues Cristo ha resucitado como el primero de una larga lista de hermanos. Afirmar que Cristo ha resucitado va indisolublemente unido a afirmar que nosotros esperamos resucitar con él. “Viendo a Cristo resucitado, que es nuestra cabeza, esperamos que también nosotros resucitaremos”, escribió Tomás de Aquino (Suma, III, 53,1). Esta es la gran esperanza cristiana y, sin esta esperanza, todo el cristianismo se derrumba: “si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los hombres más dignos de compasión!” (1 Co 15,19). Nuestra esperanza está en que el mismo Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también vida a nuestros cuerpos mortales (Rm 8,11).
Pero hay que añadir algo más a propósito de la esperanza cristiana. Pues hoy mucha gente, religiosa y no religiosa, y más aún la que vive en situaciones de opresión y dificultad, se pregunta: ¿habrá vida antes de la muerte? Vida, sí, porque hay situaciones en las que uno exclama espontáneamente: ¡esto no es vida! Por eso importa dejar claro que también la esperanza cristiana ilumina la cuestión de la vida antes de la muerte. Si la resurrección de Cristo es el signo más claro de que su camino conduce a la vida verdadera y de que Dios aprueba esta vida, porque una vida como la de Jesús es la que de verdad tiene futuro, entonces la resurrección de Cristo es una llamada a vivir como él vivió, a vivir con sus mismos sentimientos y actitudes, porque si así lo hacemos también nuestra vida culminará en la vida verdadera. Si en la resurrección de Cristo, Dios acoge una vida como la de Jesús, es de esperar que, si vivimos una vida como la suya, también Dios acogerá nuestra vida.
La fe en la resurrección implica, pues, la lucha diaria contra la muerte. No se da solo la muerte al final de la vida, sino también la muerte de seres humanos en medio de la vida. Del mismo modo podemos decir: no hay solo una vida tras la muerte, sino también una vida antes de la muerte. Decir que Cristo ha resucitado es construir la paz con toda nuestra vida, hacer de las espadas, arados. De este modo la esperanza en la resurrección no desempeña un papel falsamente consolador, sino críticamente liberador. Resucitar aquí y ahora significa que no nos matemos unos a otros en la guerra; que no nos matemos con palabras de incomprensión, odios y prejuicios; que sembremos vida, viviendo unos para otros. La dosis de protesta contra la muerte, que late en la esperanza de la resurrección se hace patente en un poema del escritor y sacerdote suizo Kurt Martí (citado por H. Küng, ¿Vida eterna?, Cristiandad, Madrid, 1983, 198):
Qué bien para ciertos señores
que todo la muerte saldase,
el señorío a los dueños,
la servidumbre a los siervos
confirmados para siempre.
qué bien para ciertos señores
que en rico sepulcro privado
siguiesen señores por siempre
y sus siervos como siervos
en baratas tumbas de serie;
mas una resurrección llega
de otra muy de otra suerte,
resurrección, pronunciamiento
de Dios contra los señores
y el señor de todos ellos: la muerte.