May
¡Qué cosas pasan en el Vaticano!
7 comentariosEn su homilía de Pentecostés, Benedicto XVI habló de una nueva “Babel”, en la que imperan “la sospecha” y el “temor recíproco”, “hasta hacernos incluso peligrosos unos para otros”. Tras las sospechas de asesinato de una joven de 15 años desaparecida dentro de los recintos vaticanos, la destitución del presidente de la banca vaticana y la detención del ayudante de cámara de Benedicto XVI, acusado de difundir documentos personales del Papa, tan confidenciales que, algunos no habían llegado aún a la Secretaría de Estado, estas palabras ¿son acaso inocentes, se trata de un mensaje críptico, o quizás de un mensaje directo? Todos los medios se hacen eco de la noticia de los papeles robados supuestamente por el mayordomo del Papa. Casi nadie cree que haya actuado ni sólo ni por dinero. Se especula incluso con que se trata de una víctima expiatoria, una cortina de humo para encubrir a los verdaderos culpables. Es de esperar que, si es así, pronto tengamos noticias sobre esos ambiciosos culpables.
¿Detrás de todo esto hay eclesiásticos con ambición de poder? Si así fuera la credibilidad de la Iglesia quedaría dañada. Una vez subido Jesús al cielo, la Iglesia ha necesitado organizarse. Y en esta organización eclesiástica siempre ha habido personas desleales que, so capa de mucha piedad y devoción, se aprovechan de la misma para su propio beneficio y sus propias ambiciones. El poder siempre es muy delicioso, la mayor de las delicias. Por este motivo, también los eclesiásticos lo ambicionan. El poder amparado bajo el paraguas de lo sagrado y del nombre de Dios, tapa torpezas y pobrezas personales y las convierte en aciertos y grandezas. De ahí que Jesús pone continuamente en guardia contra el poder: “entre vosotros no sea así”.
Cuando ocurren estas cosas, hay que dejar claro algo muy importante: la Iglesia, criatura pecadora, no es ni objeto, ni término, ni razón o motivo de la fe cristiana. El objeto, término, razón y motivo de la fe cristiana es estrictamente teologal, a saber, Dios mismo. Para aquellos a quienes la fe no les importa, apelar a su dimensión teologal no les parece motivo para dejar de criticarla y desprestigiarla en nombre de los pecados de la Iglesia. A otros, que dicen importarles mucho la fe, recordar que la Iglesia es una criatura pecadora, les incomoda. Me pregunto si tales incomodidades no denotan pobreza de fe, una fe mal fundamentada, mal formada, una fe con poco espíritu.