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Presencia del Vaticano II en la exhortación "Dilexi te"
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El Concilio Vaticano II está muy presente en la exhortación firmada por León XIV, Dilexi te. El Papa reconoce que en los documentos preparatorios del Concilio el tema de los pobres fue marginal. Pero un mes después de su apertura, Juan XXIII dijo unas palabras que reorientaron la tarea del Concilio: “la Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres”. Esta reorientación tenía un fuerte apoyo cristológico, pues como bien dijo el Cardenal Lercano, “el misterio de Cristo en la Iglesia es siempre, pero sobre todo hoy, el misterio de Cristo en los pobres”, y para que no quedará la menor duda añadió que “no se trataba de un tema más, sino que en cierto sentido era el único tema de todo el Vaticano II”, pues el pobre es representante de Cristo.
Una de los asuntos más interesantes del Concilio, prolongado luego por el magisterio de Juan Pablo II y de Francisco, fue la cuestión de la propiedad privada. Estos dos Papas afirmaron que el derecho de la propiedad privada era un derecho secundario, siempre subordinado al destino universal de los bienes. Pues, como dijo Tomás de Aquino, no hay derecho de propiedad donde hay urgente necesidad. Y por eso lo superfluo de los ricos debe, no en virtud de la caridad, sino del derecho natural, servir al sostenimiento de los pobres.
El texto clave del Concilio a este respecto es Gaudium et Spes, 69, que la Dilexi te casi cita por entero: “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos... Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás… Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí… La misma propiedad privada tiene también, por su misma naturaleza, una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes. Cuando esta índole social es descuidada, la propiedad muchas veces se convierte en ocasión de ambiciones y graves desordene”.
La exhortación de León XIV recuerda el magisterio de los Obispos latinoamericanos (en Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida) que, siguiendo las huellas del Concilio, se pronunciaron contra las estructuras de pecado que causan pobreza y desigualdades extremas, así como contra la dictadura de una economía que mata. En casi todos los países de América Latina, dice la exhortación del Papa, la Iglesia sintió como propio de drama de la mayoría de sus fieles, de tanta gente que sufría desempleo, subemplo, salarios inicuos y estaba obligada a vivir en condiciones miserables. Y recuerda al Arzobispo de San Salvador, Oscar Romero, que hizo de la atención a los pobres el centro de su opción pastoral.
Si, como dice el salmo 24, “del Señor es la tierra y cuanto la llena”, entonces Dios es el único propietario de la tierra. El ser humano no es el dueño, sino el administrador de la tierra. Debe administrar en función de la voluntad del amo. Y la voluntad del amo es que cada uno tenga lo necesario, porque los bienes de la tierra pertenecen a todos. Por tanto, cuando no llegan a todos, no se cumple la voluntad de Dios.