May
Pero, las monjas, ¿a qué se dedican?
9 comentariosEl próximo domingo, fiesta de la Santísima Trinidad, la Iglesia nos invita a orar por las y los contemplativos. Monjas y monjes que no hacen ruido, viven sobriamente y se ganan el pan con su trabajo. Mucha gente, incluso entre los católicos, se preguntan: pero, ¿qué hacen, a qué se dedican monjes y monjas? Recuerdo que, hace unos años, predicando unos ejercicios en una comunidad cisterciense, presencié como un joven monje le contaba al Abad su decepción, porque las preguntas que le habían formulado un grupo de adolescentes a los que había acompañado a visitar el monasterio, habían sido sobre aspectos que él consideraba superficiales: ¿a qué hora os levantáis, a qué hora os acostáis, tenéis televisión, en qué trabajáis?
Las monjas y los monjes dedican su vida a algo que también hacen otros (¡no tienen la exclusiva!), que todos estamos invitados a hacer, algo que interesa a todos, aunque no todos sean conscientes de ello. Se dedican a buscar a Dios por medio de la oración contemplativa. ¿La oración no es más bien pedir? Pedir cosas buenas, pero pedir. No, la oración es ante todo cobrar conciencia del amor y la bondad de Dios, así como de las maravillas que obra en mi vida, en la vida de los demás y en el mundo. Y darle gracias por ello. Orar es proclamar la grandeza del Señor y alegrarse de sus beneficios. A eso estamos todos llamados, porque en eso está la vida. Monjas y monjes nos lo recuerdan.
La contemplación requiere un oído atento, para escuchar, meditar y comprender esas Escrituras que transmiten la historia salvífica que Dios ha hecho con el género humano, y que culmina en Jesucristo. Pero requiere también una mirada lúcida para descubrir la presencia de Dios en tantas personas necesitadas, sin trabajo, enfermas, solitarias, a las que les cuesta ver la bondad de Dios. Y en esas otras personas satisfechas, llenas de dinero, prepotentes, pero muy vacías de amor y de Dios.
Contemplar es buscar a un Dios que juega al escondite, porque siempre se nos escapa. La contemplación es una tarea permanente, porque con Dios nunca se acaba. Si por un imposible llegásemos a conocer todos los designios de Dios, Dios quedaría aún todo entero por descubrir. Contemplar es saber que Dios siempre es más grande, pero con una grandeza que le hace muy cercano a todos y cada uno. Contemplar a un Dios Comunión de Amor y de Vida, que quiere para todos y cada uno un presente y un futuro lleno de amor y vida.