Ene
Peligrosas comparaciones con... Haití
5 comentariosUno no sabe si los periodistas buscan provocar el titular con preguntas intencionadas o si los que responden no son conscientes de las repercusiones negativas de algunas de sus respuestas. Lo cierto es que, con alguna frecuencia, los Obispos hacen comparaciones entre situaciones espirituales y morales que afectan a España y otros acontecimientos graves ocurridos fuera de nuestras fronteras, bien hace tiempo, bien actualmente. Un elemento de comparación recurrente han sido los crímenes del nazismo. Ayer un Obispo comparó la situación espiritual de España con la desgraciada situación de Haití. Naturalmente, la agencia EFE encontró enseguida un titular provocativo que han reproducido otros periódicos de hoy. El Obispo se ha visto obligado a aclarar que sus declaraciones han sido distorsionadas y que de ningún modo él ha pretendido minusvalorar la desgracia que sufren los haitianos. Bienvenida la aclaración, y bien venidas otras aclaraciones que también precisan el pensamiento del que habla. Pero quizás sería mejor encontrar un lenguaje que no requiriese nuevas aclaraciones, porque muchas personas se van a quedar, en el caso que ahora nos ocupa, con el titular: “hay males mayores que lo de Haití, como la situación espiritual de España”. Las aclaraciones posteriores llegarán, sin duda, a menos gente.
Hay quien dice que las comparaciones son odiosas. En todo caso son arriesgadas y peligrosas. Para denunciar un mal no hace falta compararlo con otro. Porque puede suceder que no todos consideren que el uno es el más grave. Y entonces se suscite una discusión sobre cuál de los dos males es mayor y olvidemos que los dos son malos. Tampoco hace falta estar recordando, venga o no a cuento, que hay determinados males. Ya lo sabemos. Ahora no se trata de si hay otros males, ahora se trata de centrar nuestra atención y nuestra ayuda en el más reciente y más acuciante. El lenguaje es un instrumento maravilloso, pero hay que utilizarlo con cuidado. Porque estando en ocasiones de acuerdo con el “fondo” de lo que se dice, si las formas resultan beligerantes o inadecuadas, corremos el riesgo precisamente de que parezca que estamos en desacuerdo con lo que no lo estamos.