12
Nov
2007Nov
No son rumanos, son gitanos
2 comentariosCuando salen noticias relacionadas con los inmigrantes rumanos (como por ejemplo el caso del que se prendió fuego en Castellón hace ya unas semanas; o la reciente noticia de que Romano Prodi pretende expulsar de Italia a ciudadanos rumanos), algunos nacionales de Rumania se apresuran a aclarar que estos casos problemáticos están protagonizados por gitanos: “no son rumanos, son gitanos”, esa es la frase que he leído y que no me ha gustado nada. Como no tenemos bastante con tratar de extranjeros, de alejados, de extraños, a los que no son de nuestro país, ahora resulta que también se discrimina a gentes del propio país, a los que se considera extraños: son de “otra manera” o son de otra raza. En antropología ya ha quedado suficientemente claro que no hay más que una raza, la humana. Y en teología también ha quedado igualmente claro que todos somos hermanos, hijos del mismo Padre.
En el post anterior, uno de los participantes cita a José Vidal Talens: “Desde Jesús, podemos decir que entre Dios y el hombre se habría abolido toda ley de extranjería”. Esto me ha recordado una anécdota que me contaron en Chile. A los pocos días de triunfar la asonada de Pinochet, el Cardenal de Santiago reunió a su clero, junto a las religiosas y religiosos de la diócesis. Entre ellos había chilenos y bastantes españoles. Pues bien, me contaba una testigo presencial que el Cardenal quiso dejar muy claro que “en la Iglesia no hay extranjeros”. No sé si en todas partes -y no pienso sólo en España- se puede decir lo mismo.
“No son rumanos, son gitanos”. Siempre hay alguien con el que compararse y quedar en buen lugar. Como el fariseo de la parábola de san Lucas: te doy gracias porque no soy “como ese”, como ese pobre desgraciado de publicano. Compararse con otro al que se considera inferior es cerrar los ojos a la realidad. Ser, como diría Jesús, uno de esos ciegos que tienen pecado porque dicen que ven.
En el post anterior, uno de los participantes cita a José Vidal Talens: “Desde Jesús, podemos decir que entre Dios y el hombre se habría abolido toda ley de extranjería”. Esto me ha recordado una anécdota que me contaron en Chile. A los pocos días de triunfar la asonada de Pinochet, el Cardenal de Santiago reunió a su clero, junto a las religiosas y religiosos de la diócesis. Entre ellos había chilenos y bastantes españoles. Pues bien, me contaba una testigo presencial que el Cardenal quiso dejar muy claro que “en la Iglesia no hay extranjeros”. No sé si en todas partes -y no pienso sólo en España- se puede decir lo mismo.
“No son rumanos, son gitanos”. Siempre hay alguien con el que compararse y quedar en buen lugar. Como el fariseo de la parábola de san Lucas: te doy gracias porque no soy “como ese”, como ese pobre desgraciado de publicano. Compararse con otro al que se considera inferior es cerrar los ojos a la realidad. Ser, como diría Jesús, uno de esos ciegos que tienen pecado porque dicen que ven.