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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Ene
2010

No hay recetas para el mal

14 comentarios

Indiqué en el post con el que presentaba este blog que en mi tienda no se vende pan; en todo caso, levadura, para que cada uno pueda hacerse el pan a su gusto. Recuerdo esto porque en estas reflexiones que les he ofrecido sobre el problema del mal, es posible que alguno haya buscado lo que no tengo, a saber, recetas. Yo no sé lo que hay que hacer cuando te encuentras en una situación como la vivida estos días en Haití. O si lo sé, pero de forma muy genérica: hay que hacer todo lo que se pueda para ayudar y acompañar. Cada uno sabrá como traducir ese “todo lo que se pueda”. Además, una cosa es la reflexión y otra la postura de uno ante el mal y el sufrimiento. Cuando te los encuentras de frente solo cabe ayudar, si se puede. Y, si nada se puede hacer, siempre se puede dar la mano, guardar silencio, llorar con los que lloran (Rom 12,15), o rezar con los que rezan. Que no es poco.

Ya dije que el mal es un misterio. Un misterio que forma parte del misterio de la persona. Por eso, toda explicación es insuficiente. Siempre surgen preguntas nuevas ante cada respuesta. Una pregunta que siempre resurge es cómo Dios es todopoderoso frente al mal. Desde luego, no a nuestra manera. Si lo fuera a nuestra manera habría ahorrado el sufrimiento que comporta el proceso evolutivo, y hubiera intervenido en Auswitch, en Haití y en la cruz de su Hijo. Si no interviene es porque, dicho a nuestra manera, no puede. Porque su obra tiene consistencia y autonomía propia. Esa es la grandeza de la obra y la grandeza del Creador.

Al fin y al cabo, "todo poder" equivale a nulo poder, pues el todo poder no deja espacio para ninguna autonomía, termina aniquilando todo lo que le hace frente, y se queda solo. El lugar en el que se manifiesta el poder de Dios es en la cruz de su Hijo, crucificado bajo el poder de Poncio Pilato (¡ese sí que tenía poder!). Paradójicamente, en aquella cruz Dios consiguió su propósito. Ese es el que tiene poder: el que consigue su propósito. El poder de Poncio Pilato, aunque él no se enterase, al final no vale nada.

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maría
25 de enero de 2010 a las 11:55


Menos mal que no hay recetas para nada. Si hubiera recetas no habría libertad. Pilato tenía poder, todo el poder, pero no tenía autoridad. Hace tiempo, de un libro tuyo, aprendí (o reflexiné) la diferencia entre poder y autoridad. Yo creo que Dios tiene autoridad y no ese poder (de magia) que le otorgamos.

Catalina
25 de enero de 2010 a las 12:56

la confiancia en Dios que veo en los haitianos es un ejemplo y una buena receta para todos.

Consuelo Oubiña
25 de enero de 2010 a las 15:41

He leido en Zenit el 23 de enero el siguiente mensaje, escrito por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca, arzobispo electo de Oviedo. Creo que puede ayudarnos a comprender un poco qué pinta Dios en todo esto:

"Una vez más nos han saltado las alarmas. De nuevo hemos sido humillado en donde más nos duele: los pobres más pobres. No es la mano justiciera de un hada vengativa que se ríe de los opulentos del tener y del poder, sino un extraño e indeseado infortunio que se zafa ante un pueblo de por sí precario y mendigo.

Haití ha sido y sigue siendo en su interminable morgue, un tremendo dedo acusatorio que no sabemos a quién se dirige ni quién lo enarbola. Pero un dedo que se mete intruso en nuestra llaga más vulnerable y nos hace espantarnos ante una tamaña tragedia que nos deja sin hálito, sin palabra, sin nada. Y así lo hemos vivido y lo seguimos viviendo. No se trata de la cuestión de cuántos compatriotas hay bajo los escombros, o cuántos de los nuestros sean quienes sean éstos. Da casi lo mismo, y aunque no podemos ser insensibles a nuestro terruño y más a nuestra sangre, la muerte nos hace a todos iguales y lo único que nos sobrecoge es el hecho en sí mismo, sin pasaporte en ristre, sin parentesco, sin credenciales.

No han sido pocos los que se han preguntado de modo sincero por qué, e incluso no han faltado quienes se interrogan sobre el quién. Y no se halla respuesta a ninguna de las dos cuestiones por más vueltas que le demos: por qué suceden estas cosas que tanto nos duelen, quién sería el responsable al que dirigir nuestra protesta.

Y sin embargo, sí que existen esas respuestas por más que sea complejo hallarlas. Por un momento, nos damos cuenta de cuántas cosas a diario gozamos, tenemos, intercambiamos, dando por supuesto que todo eso debe ser así, dándolo por descontado, perdiendo demasiado a menudo el horizonte del don que significa el hecho de vivir, de caminar, de ver y oír, de amar. Acaso, a fuerza de sernos cotidianas todas estas cosas, perdemos de vista que suponen un regalo continuo, un don permanente.

En segundo lugar, el hecho de que los medios de comunicación nos acerquen en tiempo real lo que está sucediendo a miles de kilómetros, nos permite situarnos dentro de esta aldea global con una conciencia de proximidad que no permite que seamos indiferentes. No estamos asistiendo impávidos a una catástrofe que no tiene que ver con nosotros, que no nos afecta, sino que sentimos la necesidad no sólo de agradecer lo que tenemos como don y regalo, y hacer algo por quienes de pronto todo lo han perdido. Esta solidaridad nos hace humanos, nos saca de nuestros agujeros de seguridad y de nuestras fugas egoístas. Y nos permite adivinar con saludables sobresaltos que la humanidad no empieza ni termina en el patio de mi casa que es particular, sino que hay demasiados rincones de este mundo en donde hay gente que sufre, que está falta de libertad, de paz, de pan, de dignidad, de afecto, de fe. Una tragedia así, nos hace despertar de nuestras dormideras.

Por último, la gran pregunta que tantos se han hecho: ¿y Dios, dónde estaba? Sin duda que no estaba jugando al golf, haciendo turismo estirado o distrayéndose podando bonsáis. Dios estaba en las víctimas, muriendo con ellas una vez más. Pero también está en la gente que está entregado su tiempo, su dinero, sus talentos y saberes para ayudar a sus hermanos: ahí están las manos de Dios repartiendo ternura, ahí sus labios diciendo palabras consoladoras, ahí sus silencios cuando es callando como se dicen las mejores cosas, ahí su corazón cuando sabe palpitar con el latido de la gente que tiene entraña.

Nos unimos al dolor de ese pueblo hermano, ofrecemos nuestra oración por el eterno descanso de los que han perdido la vida, y nos brindamos de tantos modos a ayudar a cuantos necesitan todo tipo de consuelo, de esperanza, para levantar todo desde las cenizas."

Ahí les dejo el mensaje. Saludos cordiales. Consuelo Oubiña.

fray josé mª esteve,op
25 de enero de 2010 a las 17:33


Recuerdo que de pequeño me gustaba ver amasar a mi tia Leonor,siempre me decía para que saliera un buen pan,no podía olvidarse "el ren" la levadura.Hay que ver lo importante que es poner ese trocito pequeño,mezclado con la harina y el agua. Me pregunto con frecuencia si soy levadura,por que al final no me pregun- tarán ni ami ni anadie,cristiano o no,creyente o no,practicante o no... que hemos hecho, no tendremos que presentar en nuestras manos todo lo que sabemos,sino qué hemos hecho por los demás.empezando por nosotros mismos,por la familia,la comunidad......Mateo en el C 25 dice que al final,no se nos juzgará sobre dichos,sobre saberes,sobre ideas,sino sobre HECHOS.
Los hechos concretos de amor serán nuestros únicos valedores.Sin estos acompañantes, no nos dan pasaporte por que le faltará el sello del amor.
Todos andamos muy preocupados por Ahití y asi debe ser y tenemos obligación.Pero es necesario que ocurran estas grandes desgracias para que nuestra conciencia se ponga en tensión? ¿Nos olvidamos de la levadura cuando no nos sacuden?

Isabel
25 de enero de 2010 a las 18:39

El mal es poderoso.Senos manifiesta de múltiples maneras.Los hay imparables como las tragedias sísmicas,¿quien puede evitarlas?.Han de ocurrir.Es cierto que,siempre les toca a los sin nada,a los mas pobres.Es cierto,viendo las imágenes tan reales de,cadáveres,de heridos,derrumbamientos de chavolas incluso edificios como la catedral,surge espontáneo:por qué Señor,Dueño de Todo,Creador del Universo,por qué.
La respuesta convincente,consoladora,llena de esperanza,fruto de una Fe viva es la que tu Martin nos indicas "el lugar en que se manifiesta el poder de Dios es en la Cruz de Su Hijo.El mal es un misterio,forma parte del misterio de la persona".Y dice muy bienMonseñor Sanz Montes:"Dios estaba en las victimas,muriendo con ellas una vez mas".
Unida a tanto dolor con mi oración.

Azucena
25 de enero de 2010 a las 23:16

Pues aunque escandalize a quien lea esto, cuando ocurrió esta tremenda desgracia en Haiti yo lo primero que pensé es, Dios Mio cuan grande es tu poder, si quisieras todo este tu mundo sería aniquilado, reducido a la nada y vendría el momento de juzgar a vivios y muertos.
Es cierto, que el dolor y la tragedia es tan inmensa que nos sentimos impotentes, pero por otra parte el dolor ha echo que paises y gobiernos siempre enfrentados se unan para colaborar con este pais, y entre tanta maldad, de los que se aprovechan de la situación del país secuestrando niños y haciendo otras averraciones, también asoma una luz de misericordia entre millones y millones de personas que oramos por todas estos que han perdido tanto, que han perdido la vida.
Yo veo la mano de Dios, en la belleza del mar, la tierra, los animales, en las personas y por supuesto en la naturaleza, pero de algún modo también la veo en estas catástrofes naturales, la veo en ese niño rescatado ocho dias después del suceso junto con su hermana, en este bebe de 23 dias que ha sobrevivido en su cuna, y me digo Dios Mio haces milagros constantemente y no los sabemos ver.
Me siento un poco mal por decir que veo la mano de Dios en una catástrofe natural como la de Haiti, pero aunque no sepa explicarme mejor, lo siento así, seguramente por ignorancia.
Es cierto que el sufrimiento, el dolor, la injusticia ha unido a las personas en una oración hacia Dios, y este es su gran Poder, cuando todo es desolador volvemos la mirada hacia Él y nos consuela. Quizás necesitaba que su MUNDO, el que Él creó se acercará un poquito más al cielo y poor lo visto esta es el único modo que hay para que lo hagamos.
Oremos por los que se han ido en esta tragedia, por los que han sobrevivido y estas heridos, por los médicos y demas profesionales que ayudan, por todas las organizaciones que han ido a ayudar, por las familias de todos los afectados, por los gobiernos, corresponsales, consagrados, pero también por aquellos que estan cometiendo agravios y delitos aprovechándose de la situación, estos últimos, los más pecadores son los que más necesitan de nuestra oración...

nuestra libertad en Su Silencio
26 de enero de 2010 a las 08:41

Asumir el libre albedrío,la responsabilidad supone madurez evolutiva. El Silencio de Dios es el espacio que Dios nos deja para ejercer nuestra libertad, para madurar. Madurar en todos los sentidos, no solo en lo intelectual y afectivo. Tambien en lo espiritual. Y no siempre todas las areas maduran a la par. Grandes intelectuales aún están estancados en un infantilismo espiritual. Porque evolucionar en lo espiritual supone vincularlo al resto de areas de lo humano, y al tiempo quedar abierto al Misterio de Dios, a la acepción del límite en lo humano. No responsabilizar a Dios de nuestros errores.

Las ciencias geologicas nos muestran que las catástrofes naturales forman parte de la naturaleza. Sobre todo de una naturaleza tan maltratada por el ser humano. Y una coyuntura politico-económica lleva a que las víctimas de estas catástrofes sean los que carecen de recursos materiales, por errores históricos. Occidente tiene mala conciencia con Haití: ya puede ayudar al pueblo haitiano al recomponer su pais pues ha sido causa de su actual devastación. Los barrios acomodados de Puerto Principe mantienen sus edificios en pié. ¿ Recursos mal repartidos ?

Va siendo hora de madurar, de no buscar en Dios las causas de nuestros errores. Actuar como si todo dependiera de nosotros. El Silencio de Dios cede espacio a nuestra libertad . ¿ Que hacemos de ella? Saludos cordiales

su chico
26 de enero de 2010 a las 13:01

¿Y si no existiera el mal… tal y como no existe el frío? No es que pretenda hacer un juego de palabras al amparo de una realidad física sino explorar otras posibilidades a la “tabla de verdad” epicúrea. Recordando que el frío no es sino ausencia calor (es decir, no hay dicotomía “frío – calor” sino solo calor) no solo negaré la implicación “si dios puede y no quiere entonces es malévolo” que trataré de afirmar “puede y quiere” (aunque sea –o lo hagamos– muy complicado “verlo”; es más fácil sentir el frío, sobre todo ahora en invierno –pretende ser una metáfora–)
Además, creo que vincular el mal a nuestra libertad tampoco es el camino. Primero porque deberíamos definir libertad; sin duda no la entenderá igual un acomodado filósofo europeo que un indio guaraní de la selva amazónica. Segundo porque le daríamos demasiada importancia a un término que no nos define. Dependemos siempre de algo, de alguien, para pretenderlo.
La falta de bien (el mal) es relación directa a nuestra finitud, de nuestras limitaciones; unos más (hasta crueles) otros menos (hasta santos). Pero no mejores ni peores. No debe sentirse el “millón” distante del “uno” diciéndose “hay un abismo entre tú y yo”. Podría ser un razonamiento “natural” (entre números naturales). Pero lo cierto es que hay igual cantidad de números (incontables) entre el “uno” y el “dos” que entre el “uno” y el “millón”. Es decir, nos separan o nos acercan los mismos “presupuestos”
Si aceptamos nuestra finitud, si nos negamos cualquier tipo de dignidad, no necesitaremos “capar” el “poder de Dios”. Podrá ser lo Él quiera sin pedirnos permiso si acaso infiriera ello en nuestro albedrío.
No, nuestro Padre reparte la herencia no porque seamos dignos de ella sino porque puede y quiere hacerlo. Y restituye nuestra herencia, no porque en nuestro arrepentimiento logremos su perdón y benevolencia sino porque en su infinito amor quiere y puede hacerlo
Y Cristo, nuestro Señor, nos da ejemplo de aceptación de esta realidad. Desde la cruz y también desde las parábolas: el criado se sentará a la mesa, no con la dignidad del señor, sino porque el Señor (y digo bien, Señor, porque lo es –dicho por Él–) puede y quiere servirnos; por eso nos lava los pies; no para darnos dignidad: para darnos lo que puede y quiere: Amor.

Desde la necesaria brevedad, saludos mis amigos en Cristo.

fray josé m\ esteve,op
26 de enero de 2010 a las 18:56


"su chico" Azucena" Que pena que por mucho que rezamos, siempre les toca llevar la Cruz a los mismos

Bernardo
26 de enero de 2010 a las 22:58

"todo poder es nulo poder", me gusta la expresión. Recuerdo que alguno de mis profesores de Nuevo Testamento contaba que Omnipotente es la traducción latina de Pantocrator y este término no significa exactamente "que todo lo puede", sino el "soberano absoluto" (crator proviene de krátos: fuerza o dominio que se ejerce sobre algo, particularmente en el orden política, de ahí palabras como "democracia") al estilo de los soberanos de este mundo, como Poncio Pilato. Si eso es así, entonces el título griego aplicado a Dios es un término dialéctico que opone el poder mundano de los Señores de este mundo, al poder de Dios que es crucificado en la cruz.
Dios vence el mal padeciéndolo. Podríamos aplicar aquí el psicoanálisis: la única forma de librarse de la tentación es cayendo en ella; la única forma de vencer el mal es sufriéndolo. Sufrir el mal como modo de vencerlo pertenece a la lógica misma de las cosas creadas y Dios NO PUEDE sustraerse a esa lógica, como tampoco puede hacer un cículo cuadrado.

Azucena
26 de enero de 2010 a las 23:10

No se si entiendo bien, Fray Jose, su expresión, si es cierto que es una pena porque parece que siempre son los mismos los perjudicados (a perro flaco todo son pulgas como dirían algunos), pero no es verdad que ¿todos llevamos nuestra propia Cruz? Si lo vemos individualmente, yo creo que es así pero no nos toca, se nos regala para que podamos demostrar si estamos a "la altura".
Los "malos" ¿no llevan su Cruz?, si la llevan pero el libre albedrío puede hacerles ir por el camino del mal, yerran y si es muy triste que por mucho que se intente no rectifiquen y no alcancen su recompensa.
Una vez escuché como alguién criticaba a Judas Iscariote y la verdad es que a mi me da pena, mucha lástima porque como le contesté a esta persona, alguién tenía qque entregar a Jesús y le tocó a Judas, pero Judas también tendría Madre y sufriría y cargaría con esta Cruz hasta el final de sus días.
Jesús en su infinito Amor no solo lo perdonó sino que murió por Él y por todos nosotros, por todos los pecadores. Si en el pecado esta la penitencia, a mayor pecado mayor penitencia, ¿que mayor penitencia que hacer las cosas mal, que hacer maldades, que vivir sin bondad de corazón?.
Los mismo que siempre llevan la Cruz gozarán del infinito reino de Dios.
Un saludo.

josecarlos
27 de enero de 2010 a las 04:09

Si el mal existe, y no hay recetas para neutralizar sus efectos, que sentido tiene relativizarlo; es decir, sostener en base a la virtud teologal de la esperanza "que el bien siempre vencerá al mal" ¿que sentido tiene evocar que Pilatos era el poderoso, cuando en realidad solo era un emigrante con sirvientes, soldados y palacios, explorando a los judíos.

La anatomía del poder me sugiere la existencia por parte de los humanos, de un culto interesado para quien lo ostenta; sabemos que el poder es corrupto, pero no podemos evitar dejarnos seducir por su encanto. Esto si es un mal evidente. Sin evidencia no hay posibilidad de diseñar recetas, ni antídotos ni tan siquiera bálsamos que puedan suavizarlo, esta ahí, es y se manifiesta. A veces lamentablemente aliado con las fuerzas de la naturaleza.

No se si Dios hubiese sido capaz de ahorrarnos todo el dolor que comporta el proceso evolutivo, porque en la Biblia se cita que fuimos desterrados del paraíso, por ser ingobernables y por creernos libres de actuar frente a la seducción del poderoso. Hoy el mal se ha vuelto endémico en el planeta y al igual que hizo con Jesucristo, Dios espera con nosotros ganar la batalla. Tiene que ser duro para un creador que le pongan fecha de caducidad a su obra, por eso la cristificación sin ser una receta, si que viene siendo una formula para seguir ampliando la comprensión y el sentido que tiene todo lo creado. Lo de Dios no es un ejercicio de poder, es más un acto de amor y desamor por la humanidad; un experimento en el que trascender a la individualidad se pueda convertir en un respeto a la fertilidad y a la diversidad del cosmos.

su chico
27 de enero de 2010 a las 12:42

Siguiendo el razonamiento de Bernardo (me vas a coger mania) deberemos afirmar que la unica manera de vencer al pecado es pecando. Me lo explique, que diría Macario.
Por otra parte, efectivamente cualquier matemático se llevaría las manos a la cabeza si alguien intentara cuadrar el circulo.
Pero sin duda, tambien cualquier alcahueta celestina (y algun otro cirujano de nuestro tiempo) darían una fortuna por el secreto de una inmaculada concepción (dicho con TODO RESPETO);
El "arreglo" de estos círculos les cuadraría mejor. Pero ésto último ¿es dogma de fe?

Pd. Estoy leyedo el artículo y, cuando tenga ocasión y lo compre, tu libro.
Ya comentaremos

Alejandro
16 de febrero de 2020 a las 08:15

Leo su artículo y le reconozco en las clases de Teología en la Habana, Cuba el año pasado. Como siempre su lógica filosófica que cautiva, nos hace pensar: bueno, pues sí, es cierto, no tenemos todas las respuestas, no somos Dios, somos el hijo en el hijo.

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