Ene
No hay recetas para el mal
14 comentariosIndiqué en el post con el que presentaba este blog que en mi tienda no se vende pan; en todo caso, levadura, para que cada uno pueda hacerse el pan a su gusto. Recuerdo esto porque en estas reflexiones que les he ofrecido sobre el problema del mal, es posible que alguno haya buscado lo que no tengo, a saber, recetas. Yo no sé lo que hay que hacer cuando te encuentras en una situación como la vivida estos días en Haití. O si lo sé, pero de forma muy genérica: hay que hacer todo lo que se pueda para ayudar y acompañar. Cada uno sabrá como traducir ese “todo lo que se pueda”. Además, una cosa es la reflexión y otra la postura de uno ante el mal y el sufrimiento. Cuando te los encuentras de frente solo cabe ayudar, si se puede. Y, si nada se puede hacer, siempre se puede dar la mano, guardar silencio, llorar con los que lloran (Rom 12,15), o rezar con los que rezan. Que no es poco.
Ya dije que el mal es un misterio. Un misterio que forma parte del misterio de la persona. Por eso, toda explicación es insuficiente. Siempre surgen preguntas nuevas ante cada respuesta. Una pregunta que siempre resurge es cómo Dios es todopoderoso frente al mal. Desde luego, no a nuestra manera. Si lo fuera a nuestra manera habría ahorrado el sufrimiento que comporta el proceso evolutivo, y hubiera intervenido en Auswitch, en Haití y en la cruz de su Hijo. Si no interviene es porque, dicho a nuestra manera, no puede. Porque su obra tiene consistencia y autonomía propia. Esa es la grandeza de la obra y la grandeza del Creador.
Al fin y al cabo, "todo poder" equivale a nulo poder, pues el todo poder no deja espacio para ninguna autonomía, termina aniquilando todo lo que le hace frente, y se queda solo. El lugar en el que se manifiesta el poder de Dios es en la cruz de su Hijo, crucificado bajo el poder de Poncio Pilato (¡ese sí que tenía poder!). Paradójicamente, en aquella cruz Dios consiguió su propósito. Ese es el que tiene poder: el que consigue su propósito. El poder de Poncio Pilato, aunque él no se enterase, al final no vale nada.