30
Sep
2007Sep
Niña de seis días en busca de padres
4 comentariosEn un hospital público de Valencia, ayer sábado, dejaron abandonada a una niña de seis días. Tiene una enfermedad muy infrecuente que requiere muchos cuidados. Me perdonarán si no la describo bien: se trata de un problema con los huesos de la cabeza, que se cierran antes de tiempo e impiden un correcto desarrollo del cerebro. Es posible lograr una cierta calidad de vida, pero requiere muchas operaciones y cuidados. La oficial del hospital que acoge a la niña recuerda a una familia que hace cuatro años adoptó a un niño, en ese mismo hospital, que también padecía una grave enfermedad, al que nadie quería, y que ellos se llevaron a su casa y han cuidado como a un hijo más. Llama a la mujer y le informa del nuevo caso de abandono, añadiendo que no confía demasiado en los servicios sociales y prefiere que una familia como la suya adopte a la niña. ¿Quién es esa mujer llamada al hospital porque hubo una primera vez? Una cristiana, convencida y convincente. Ayer tarde, sábado, acudió con sus hijos a la Misa dominical que yo celebré, como otros muchos sábados. Después de la Eucaristía, desde el ambón, la mujer se limitó a informar del caso a los hermanos en la fe.
No se trata de juzgar ni condenar. Se trata de alegrarse de que haya personas que se han encontrado con Jesucristo y son testimonio de amor y solidaridad. En esos temas, como en casi todo, los grandes discursos no sirven de nada. Las instituciones sirven de algo. Pero lo que de verdad sirve es un amor -¿cómo calificarlo?- un “amor capilar”, de tú a tú, de persona a persona, cercano, próximo. Se nota que eres cristiano cuando te buscan, cuando en caso de apuro acuden a ti, se acuerdan de ti, saben que encontrarán en ti a una persona sensible, atenta. Es el encuentro con Jesucristo y no el discurso moralizante, y menos aún la crítica a lo mal que está esta sociedad, lo que logra que haya personas como esa mujer, llamada por si conocía a alguien que pudiera adoptar a la niña abandonada.
No se trata de juzgar ni condenar. Se trata de alegrarse de que haya personas que se han encontrado con Jesucristo y son testimonio de amor y solidaridad. En esos temas, como en casi todo, los grandes discursos no sirven de nada. Las instituciones sirven de algo. Pero lo que de verdad sirve es un amor -¿cómo calificarlo?- un “amor capilar”, de tú a tú, de persona a persona, cercano, próximo. Se nota que eres cristiano cuando te buscan, cuando en caso de apuro acuden a ti, se acuerdan de ti, saben que encontrarán en ti a una persona sensible, atenta. Es el encuentro con Jesucristo y no el discurso moralizante, y menos aún la crítica a lo mal que está esta sociedad, lo que logra que haya personas como esa mujer, llamada por si conocía a alguien que pudiera adoptar a la niña abandonada.