Jun
Ni relativismo ni dogmatismo
6 comentariosEl dogma es una proposición cierta, desde el punto de vista de la fe. Estas proposiciones suelen formularse cuando hay un peligro de desviación sobre aspectos fundamentales de la Revelación cristiana. El dogmatismo es otra cosa. Es una actitud, un estado de ánimo, un modo concreto de vivir la relación con la verdad, caracterizado por la pretensión de lo exclusivo y lo excluyente.
A las certezas no hay que tenerles miedo. No puede darse un compromiso serio e incondicional sin certezas. ¿Quién contraería matrimonio si no estuviera seguro y cierto del amor de su pareja? ¿Quién apostaría su vida por una causa o por un ideal sin tener la certeza de que esta causa y este ideal son verdaderos y valiosos? En este mundo, en donde parece que todo es relativo, es necesario reivindicar la necesidad de las certezas. El problema no son las certezas, sino el hecho de que estas certezas respondan a la verdad del ser humano. Por otra parte, el relativismo, tan característico de nuestra cultura (todo es provisional, no hay nada definitivo; solo importa lo útil, no existen valores), ¿no será una actitud propia de una mentalidad capitalista y consumista? Se buscan clientes fáciles de convencer, sin convicciones, poco críticos, dispuestos a cambiar cada poco tiempo de producto. El sistema capitalista requiere, para su pervivencia, de productos fugaces, con rápida fecha de caducidad.
Ahora bien, tan peligroso como el relativismo es el dogmatismo. Dogmático no es el que cree en la verdad, sino el que se cree en posesión exclusiva de la verdad y la utiliza como arma arrojadiza contra los demás. Más que absolutizar la verdad, el dogmático se absolutiza a sí mismo y a sus ideas. La verdad no tiene dueños, sino humildes servidores. Se puede morir por la verdad, pero no matar por ella. El dogmático confunde lo seguro con lo visceral, cree que la fuerza de una convicción depende de la violencia con la que se propone. El Evangelio de Cristo ni se defiende ni se propone a base de dogmatismos, porque estos modos intransigentes de relacionarse con la verdad son la destrucción misma de la verdad. No hay verdad sin amor.