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Mística, aspiración desmesurada
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Si mística es encuentro con el misterio de Dios, convendrá dejar claro que nada creado es suficiente para hacernos una mínima idea del Increado. Por eso, los místicos quieren ir más allá del mundo de las representaciones sensibles. Miguel de Unamuno, reflexionando sobre la mística, se fija en un famoso texto de San Pablo que afirma que “lo invisible de Dios puede ser conocido por medio de las cosas visibles”, texto que pudiera resultar inadecuado, pues, como dice Juan de la Cruz, “ninguna cosa criada ni pensada puede servir al entendimiento de propio medio para unirse con Dios... Todo lo que el entendimiento puede alcanzar, antes le sirve de impedimento que medio, si a ello se quisiese asir”. Nótese el matiz: “si a ello se quisiese asir”, o sea, si quisiera quedarse en lo sensible, en lo corporal.
Se trata de desnudarse de deseos, para que la voluntad quede en potencia respecto a todo. No hay que ver ahí ningún desprecio del mundo y, menos aún, de la razón, “sino más bien el doloroso efecto (contraste) entre lo desmesurado de sus aspiraciones y lo pequeño de la realidad” (para decirlo con palabras de Unamuno). Así se comprende lo que enseña san Juan de la Cruz: “para venir a poseerlo, a saberlo y a serlo todo, no quieras poseer, saber ni ser algo en nada”.
Precisamente porque se trata de un encuentro, provocado por el amor, no hay anulación de la persona, sino potenciación. De ahí que la experiencia mística no funde ni confunde, no sorbe ni absorbe. El encuentro amoroso solo es posible en la alteridad y el respeto al amado. “Buscaban por renuncia del mundo posesión de Dios, no anegamiento en él”, dice Unamuno comentando unos textos de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz, contraponiendo esta alteridad que aparece en los dos españoles con el “ser Dios del maestro Eckart”. Los españoles “bordean el panteísmo”, pero sin caer en él. Por eso, “aún cuando hablen de perderse en él, es para encontrarse al cabo de El posesores”. Una posesión que implica alteridad y se entiende desde “las comparaciones del desposorio y matrimonio espiritual. Casi todos los místicos han sido pareja castísima” (continuará).