6
Sep
2007Sep
Misa en latín... y en valenciano
4 comentariosEl 14 de septiembre entra en vigor la norma por la que se permite utilizar el Misal latino, promulgado por Pío V en 1570, según la reforma establecida en 1962 por Juan XXIII. Es un matiz interesante, pues Juan XXIII corrigió aspectos antisemitas de ese Misal, como la mención a la “pérfidos” judíos el Viernes Santo. No creo que con ello se solucione el problema que ha motivado esta concesión, a saber, la vuelta a Roma de los partidarios de Lefebvre. Este grupo cismático no rechaza sólo la Misa en lengua vernácula, sino la globalidad del Vaticano II. Y en eso no hay vuelta atrás.
Lo interesante del decreto de Benedicto XVI es la razón ofrecida para esta vuelta a la Misa en latín: donde haya un número estable de fieles que lo soliciten el párroco deberá satisfacer su demanda. No es una mala razón. Los sacramentos son para los hombres. La liturgia debe favorecer la participación de los fieles, el encuentro con el Señor, la escucha de la Palabra. Por eso me pregunto: ¿el latín favorece la escucha de la Palabra, favorece de verdad la oración? Para escuchar la Palabra y poder orar se necesita entender lo que se oye y se dice. Precisamente a propósito del hablar en lenguas escribía San Pablo: “en la asamblea prefiero decir cinco palabras con sentido, para instruir a los demás, que diez mil en lenguas” (1Co 14,19). Es de suponer que los fieles que soliciten estas eucaristías entenderán fácilmente el latín. Para ser coherentes la homilía tendrá que ser también en latín.
Puestos a utilizar el estupendo principio de la utilidad de los fieles, ¿por qué no aplicarlo a otros colectivos y situaciones? Por ejemplo, en la diócesis de Valencia hay muchas dificultades para celebrar la Eucaristía en valenciano, a pesar de la demanda real que hay. Y los dominicos tenemos un antiguo rito eucarístico suprimido por el Vaticano II. Si algunos estuvieran interesados en revitalizarlo, ¿lo tendrían fácil? Uno termina por sospechar que eso del latín no hace sino ocultar otro tipo de intereses o desintereses.
Lo interesante del decreto de Benedicto XVI es la razón ofrecida para esta vuelta a la Misa en latín: donde haya un número estable de fieles que lo soliciten el párroco deberá satisfacer su demanda. No es una mala razón. Los sacramentos son para los hombres. La liturgia debe favorecer la participación de los fieles, el encuentro con el Señor, la escucha de la Palabra. Por eso me pregunto: ¿el latín favorece la escucha de la Palabra, favorece de verdad la oración? Para escuchar la Palabra y poder orar se necesita entender lo que se oye y se dice. Precisamente a propósito del hablar en lenguas escribía San Pablo: “en la asamblea prefiero decir cinco palabras con sentido, para instruir a los demás, que diez mil en lenguas” (1Co 14,19). Es de suponer que los fieles que soliciten estas eucaristías entenderán fácilmente el latín. Para ser coherentes la homilía tendrá que ser también en latín.
Puestos a utilizar el estupendo principio de la utilidad de los fieles, ¿por qué no aplicarlo a otros colectivos y situaciones? Por ejemplo, en la diócesis de Valencia hay muchas dificultades para celebrar la Eucaristía en valenciano, a pesar de la demanda real que hay. Y los dominicos tenemos un antiguo rito eucarístico suprimido por el Vaticano II. Si algunos estuvieran interesados en revitalizarlo, ¿lo tendrían fácil? Uno termina por sospechar que eso del latín no hace sino ocultar otro tipo de intereses o desintereses.