12
Oct
2007Oct
Memorias
4 comentariosMemoria intencionadamente desmemoriada convertida en ley. Tribulaciones pasadas convertidas en fiesta de la fe. Presente condicionado porque no hay modo de que todos nos acordemos de lo mismo. Futuro incierto. Historia que nunca es neutral. Cosas que son del color con que uno las mira. Memoria convertida en identidad cultural. Las aristas de la memoria atenuadas en periodos de tranquilidad. Relatos de experiencias familiares, populares y eclesiales amplificados y mitificados. Pasados que proporcionan estereotipos del grupo enemigo. El tiempo pasa y el pasado sigue vivo. Por eso es peligroso hablar de él. Porque duele.
El Dios de Israel se acordaba del pasado y se hacía presente al recordar determinados acontecimientos. Dios recuerda sus acciones salvíficas realizando en el presente nuevas obras de salvación. Israel no debe olvidar ese pasado (“recuerda Israel”) si quiere interpretar bien su presente. Pero hay otro pasado que Dios olvida, como si no hubiera existido, tal como dice esa ley de la fe basada en la ley de la oración: “no recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres” (Sal 79); Dios olvida el pecado, no mantiene para siempre su cólera, ama la misericordia, destruye nuestras culpas (Mi 7,18-19). Al contrario de otros, que perdonan pero no olvidan, Yahvé perdona y olvida. Un olvido salvífico que devuelve la paz.
La memoria es característica esencial de los seres humanos. No es posible anularla, aunque sí reprimirla. Pero las represiones no son buenas. Sin embargo sí es posible vivir el presente en paz con el pasado. No sólo cuando el tiempo cura las heridas (aunque hay tiempos que las empeoran), sino cuando se mira el pasado y el presente a la luz de Dios, un Dios capaz de resucitar muertos, regenerar a las personas, sacar de donde no hay, purificar la memoria. El Dios del futuro que actúa ya en el presente, un futuro distinto al que “se merecen nuestros pecados”.
El Dios de Israel se acordaba del pasado y se hacía presente al recordar determinados acontecimientos. Dios recuerda sus acciones salvíficas realizando en el presente nuevas obras de salvación. Israel no debe olvidar ese pasado (“recuerda Israel”) si quiere interpretar bien su presente. Pero hay otro pasado que Dios olvida, como si no hubiera existido, tal como dice esa ley de la fe basada en la ley de la oración: “no recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres” (Sal 79); Dios olvida el pecado, no mantiene para siempre su cólera, ama la misericordia, destruye nuestras culpas (Mi 7,18-19). Al contrario de otros, que perdonan pero no olvidan, Yahvé perdona y olvida. Un olvido salvífico que devuelve la paz.
La memoria es característica esencial de los seres humanos. No es posible anularla, aunque sí reprimirla. Pero las represiones no son buenas. Sin embargo sí es posible vivir el presente en paz con el pasado. No sólo cuando el tiempo cura las heridas (aunque hay tiempos que las empeoran), sino cuando se mira el pasado y el presente a la luz de Dios, un Dios capaz de resucitar muertos, regenerar a las personas, sacar de donde no hay, purificar la memoria. El Dios del futuro que actúa ya en el presente, un futuro distinto al que “se merecen nuestros pecados”.