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¿Los milagros hay que grabarlos?
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No es lo mismo. Porque eso de grabar los milagros suena a filmarlos y, claro, dicho así, parece muy extraño. Primero porque todo lo que se puede grabar son cosas de la tierra. Y si intervención divina hay en las cosas de la tierra, esa intervención no puede grabarse. Así que, de entrada, si pretenden mostrarme una grabación de un milagro o de una aparición divina o mariana, yo digo: falso. Recuerdo que un operador televisivo intento grabar hace unos meses unas supuestas apariciones. Evidentemente la grabación descubrió la patraña que había detrás. Y segundo, el verdadero milagro, el bueno, el que cuenta, es el milagro de mi conversión. Por eso, cuando se trata de canonizar a alguna persona lo que importa es su vida teologal, su vida de fe, de esperanza y de amor a Dios y a los hermanos. Ahí está la prueba de toda verdadera santidad. No en lo espectacular, sino en la vivencia cotidiana de la vida teologal. Desgraciadamente, lo más importante en la vida de la Iglesia es lo que suele pasar desapercibido, también para muchas y muchos creyentes. Desgraciadamente, lo más importante es lo que se predica menos. Resulta más espectacular hablar de a quién conviene votar que hablar creíblemente de amor a los pobres y de amor a Dios.