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Los dominicos, ¿secta inmunda?
15 comentariosPensaba comentar las últimas noticias eclesiales y centrarme en tres temas: las felicitaciones y elogios de Monseñor Dorado y el Cardenal Amigo a la FERE, con la que la Iglesia tiene una “deuda impagable”; la exégesis del portavoz de la Conferencia Episcopal al discurso del Presidente, como si no supiéramos leer y como si el discurso de Blázquez necesitase exégesis; y finalmente una noticia que posiblemente les ha pasado desapercibida: la intervención de la Hermana María Rosa de la Cierva en el IX Congreso sobre Católicos y Vida Pública, en la que invita sin recato a la objeción de conciencia contra Educación para la Ciudadanía, haciendo llamadas a la solidaridad y a la unidad. Esta hermana no se ha enterado de que en la Iglesia la unidad es en la fe; por lo demás tampoco parece ella estar muy unida ni a la FERE ni a las posiciones más calladas y discretas de algunos obispos. Así que menos llamadas a la unidad y más respeto al legítimo pluralismo eclesial.
Pensaba hablar de todo eso y me encuentro con una entrevista a Fernando Vallejo sobre su libro La puta babilonia, en el suplemento “Babelia” de El País. Y en la entrevista una perla sobre los dominicos en la que, recordando la Inquisición, nos califica de “inmunda secta, vergüenza de España, hijos de malas madres”, aparte de acusarnos de criminales y torturadores. No voy a hacer ninguna defensa corporativa, porque no es necesario. La historia hay que leerla en su contexto. Cierto, las grandes instituciones, como los dominicos, debemos asumir nuestro pasado. Y en todos los pasados hay cosas menos buenas, cosas de las que avergonzarse, cosas de las que pedir perdón. No creo que en eso los dominicos vayamos a la zaga de nadie. Porque nuestro lema es la verdad, y no tenemos miedo a reconocer nuestros errores. Pero también en nuestra historia hay momentos más brillantes. Bueno es reconocerlo para ser justos con la institución. Y sobre todo lo que a mi me importa es nuestro presente. Y no creo que hoy la Orden esté en línea con esa caricatura que describe Vallejo. Más bien está en línea bien opuesta, como reconocen amigos y no tan amigos. Y cuando uno tiene las cosas claras puede vivir perfectamente en paz con su pasado y lanzarse hacia delante, porque el pasado también enseña a no repetirlo. Lo digo con temor, pero convencido: ya quisieran muchos tener la capacidad de autocrítica que tenemos los dominicos, la capacidad de comprensión de lo ajeno, el amor a la verdad, el pluralismo interno y la democracia constitucional que es un signo de nuestra identidad.