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Los cuatro sentidos de la Escritura
3 comentariosUn viejo pareado, reproducido por el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 118), que tiene su origen en la Edad Media (atribuido al dominico Agustín de Dacia), resume la significación de los cuatro sentidos de la Escritura. Dice así:
"Littera gesta docet, quid credas allegoria,
Moralis quid agas, quo tendas anagogia"
(La letra enseña los hechos,
la alegoría lo que has de creer,
la moral lo que has de hacer,
la anagogía a dónde has de tender).
La letra enseña los hechos. La Escritura narra hechos, acontecimientos, cosas que sucedieron. No es una exposición de doctrina ni una colección de mitos. Dios se revela a través de una historia, la historia de Israel y la historia de Jesús de Nazaret. Esta historia es la raíz y el fundamento de los tres sentidos posteriores. En primer lugar, de la alegoría, pues las palabras y la historia nos orientan hacia un misterio, es decir, a un conjunto de verdades sobre Dios, Cristo y su Iglesia. La alegoría revela el sentido oculto de la historia, se refiere a aquello que hay que creer.
Tras la alegoría, viene el sentido moral. Pero no se trata de una moral cualquiera, sino de una moral que es consecuencia directa de la doctrina, que indica por dónde debe caminar el cristiano si quiere seguir a Cristo y actuar según la voluntad de Dios. El misterio de Dios ilumina lo que es el ser humano y en Cristo encontramos el modelo más acabado de humanidad. Por eso, creer en Cristo implica un cambio de vida, una vida nueva. Finalmente, el sentido anagógico: se trata de las realidades celestiales, del misterio plenamente desvelado, de aquello que nos espera, de la vida eterna en la que serán colmadas todos nuestros deseos. La vida eterna es Dios mismo, gozo del corazón humano y plenitud total de todas sus aspiraciones.
Estos cuatro sentidos forman el edificio de la vida cristiana. San Jerónimo decía que en el sentido histórico o literal encontramos los cimientos del edificio; la alegoría sería comparable a los muros; la tropología aseguraría la decoración interior, el buen orden de la casa; y, finalmente la anagogía lo completaría todo a modo de techo. La comparación es buena, pero siempre que no nos lleve a separar un sentido del otro. No se trata de cuatro partes de un mismo todo, sino de una misma realidad vista bajo distintos aspectos inseparables, estrechamente interconectados y relacionados. La alegoría o doctrina expone el sentido de la historia o de la letra; la moral es la doctrina hecha vida del creyente, es Cristo acogido en el alma y el corazón; y la anagogía o escatología no es simplemente la recompensa, es la realidad del dogma, no solo vivido, sino realizado y triunfante.
La Sagrada Escritura, bien leída e interpretada, está en la base de toda vida cristiana, porque ella nos conduce al misterio de Cristo. San Jerónimo decía que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo. Por eso es importante que todo cristiano conozca la Palabra de Dios que se nos entrega en la sagrada Escritura.