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Lo que valen algunos juramentos
5 comentariosRafael Navarro Valls es uno de los mayores expertos en nuestro país en Derecho Constitucional y Jurídico. Es hermano de Joaquín, que fue portavoz de la Santa Sede en el Pontificado de Juan Pablo II. Acaban de hacerle una entrevista en Religión Digital sobre los problemas, ventajas y desventajas de la Educación para la Ciudadanía. En un momento dado, la entrevista suscita esta declaración: “En el tema de Juan Pablo II y Maciel, el papa fue engañado. Él exigió a Maciel -y esto es rigurosamente verdadero- que jurara ante Dios que lo que decían de él era inexacto. Lo juró y ese juramento apareció en la propia página web del Vaticano”.
Así, como quien no quiere la cosa, nos acabamos de enterar, dicho por una persona muy bien informada, de que el Papa sí estaba al tanto de las acusaciones contra Marcial Maciel. E incluso de que se preguntó si serían o no verdad, ya que exigió a Maciel que jurase que no eran ciertas. A mi no me sorprende que el delincuente y pecador jurase en falso. ¿Qué se podía esperar de alguien como él? Lo normal era que jurase en falso. Una acusación, por muy seria que sea, no implica la culpabilidad del acusado. Ahora bien, cuando se llama a declarar al acusado de tales felonías, si declara que son verdad, estamos ante alguien convicto y confeso. Pero si declara que son falsas (y en caso de ser verdad, lo que se puede esperar de alguien así es que declare que no lo son) lo lógico es buscar otros medios o testigos independientes para comprobar y ratificar la veracidad del juramento de la persona implicada.
No tengo la menor duda de que, tal como dice Rafael Navarro Valls, el Papa fue engañado. Más aún, seguramente actuó de buena fe. Pero el falso juramento, que con la entrevista acaba de salir a la luz, nos debe poner en guardia contra los juramentos. Cuando un acusado jura a su favor, es posible que diga la verdad, pero las mismas posibilidades hay de que jure en falso. Por eso, porque la cuestión no está clara, ante juramentos así hay que seguir investigando y no dar el asunto por cerrado por muy amigo, muy piadoso o muy prestigioso que sea el que jura.