May
Lo justo es que haya pan para todos
11 comentariosLa justicia brota de la racionalidad de la naturaleza humana, parte del principio de que hay que dar a cada uno “lo suyo”. La caridad confirma esta aspiración a la justicia que hay en todo ser humano. Y amplia el concepto de justicia, pues la caridad tiene un alcance universal. Nadie está excluido del amor cristiano. La fe nos recuerda que Dios ha entregado la tierra y cuanto ella contiene a “todos” los seres humanos; por tanto, allí donde los bienes no son accesibles a todos, no se cumple la voluntad de Dios. Se amplía así el concepto de justicia, que entiende el dar a cada uno lo suyo en clave individualista. Por el contrario, el Evangelio afirma la clave social y universal de lo que corresponde a cada uno. De modo que, la presencia de pobres entre nosotros es la prueba palpable de nuestra injusticia.
Esto tiene una aplicación muy concreta en la actual situación económica que estamos sufriendo. Hay personas que se han quedado sin trabajo, otras han visto reducido su salario. Otras no pueden pagar las deudas contraídas. Un concepto estrecho de justicia diría que hay que pagar las deudas como sea y que cada uno debe vivir con lo que tiene. El amor cristiano amplia este concepto de justicia y proclama que lo “justo” es que “todos” puedan comer y vivir dignamente. Y que por encima del dinero y del pago de las deudas están las personas.
El Evangelio nos invita a buscar soluciones que respeten los derechos de cada uno, pero no opriman a las personas, hasta el punto de dejarlas sin techo, sin atención médica, sin pan: “perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Deudas, sí, mejor que ofensas. Hoy hay mucha gente endeudada, como en tiempos de Jesús. ¿Vamos a aplicar la fría justicia con esta gente o, al menos los cristianos, buscaremos ampliar el concepto de justicia, que dice que “lo justo” es que la persona viva y viva dignamente?
Los que somos acreedores solemos pensar que lo justo es que el otro nos pague lo que nos debe, aunque en muchas ocasiones tenemos más que de sobra para vivir muy bien sin eso que nos deben. Cuando el otro no puede pagar, cuando pagar le supone al otro quedarse sin casa, sin comida, sin vestido, “lo justo” es que, si tengo suficiente, amplíe los plazos del pago; aunque el Evangelio me invita no sólo a no agobiar al otro con plazos que no puede cumplir, sino incluso a perdonar o reducir la deuda que tiene contraída conmigo.
“Ojo por ojo y diente por diente”. Este era el concepto de justicia en tiempos de Jesús y también en nuestro tiempo. Pero esta aplicación fría y rígida de la justicia puede terminar por aniquilar al prójimo. Queda así manifiesto que la justicia sola no es suficiente para el logro de una auténtica humanidad, “si no se le permite a esta forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones” (decía Juan Pablo II). Al abrir la vida humana al amor, el Evangelio eleva toda justicia y nos abre a la gratuidad y a la misericordia como auténtica dimensión de lo humano.