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Las dos alas de lo humano
3 comentariosHay una tendencia en la cultura, la filosofía y la religión a buscar dualidades que separan lo que hoy muchos consideramos inseparable. Un mal precedente del dualismo es una corriente de los primeros siglos de nuestra era llamada encratismo. Se trata de un ascetismo que desprecia lo corporal, lo sexual, el matrimonio, y que ve en lo sexual el origen de todos los males; más aún, atribuye a la mujer la culpa de la seducción sexual. Es bien conocido que Platón es uno de los referentes filosóficos del dualismo, con su separación de alma y cuerpo. En su estela una serie de escritos y autores antiguos (por ejemplo Filón de Alejandría) identifican el cuerpo con lo femenino y el alma con lo masculino. La traducción religiosa de este dualismo suena así: Eva es figura de lo corporal y Adán de lo espiritual. Eva es la parte sexual y Adán la parte intelectual. El varón fuerte y la mujer débil, el varón superior y símbolo de la inteligencia, Eva inferior y símbolo de lo sensible. El dualismo macho y hembra se ha asociado a otros dualismos: celeste y terrestre, espíritu y materia, luz y tinieblas, alma y cuerpo, que se resumen en uno: positivo y negativo. Cuando se oponen se destruyen mutuamente.
Debemos cambiar la mentalidad. Y recuperar las dos alas de lo humano, para que juntas se refuercen y podamos volar lejos: oriente y occidente, norte y sur, razón y fe, varón y mujer. El pan y las rosas, el pan de la justicia y las rosas de la dignidad; el pan fruto del trabajo y las rosas signos de belleza. La voz masculina y la voz femenina. El “Adán” y la “Eva” que hay en cada individuo humano. Individuos con su diferente constitución sexual, pero no constituidos por lo sexual, sino por lo humano, que es a la vez masculino y femenino (aunque quizás habría que encontrar otra terminología y otra manera de expresarse, para evitar malos entendidos y confusiones). Lo humano es a la vez justicia y gratuidad, trabajo y descanso, derecho y deber, servicio y amor, don y tarea, razón y sensibilidad, necesidad y libertad, donación y acogida, actividad y recepción, cuerpo y espíritu, animal y ángel, finito e infinito, terreno y celestial, y ya puestos, humano y divino. Y en cada persona, sea del sexo que sea, estos elementos se encuentran bastante equilibrados.