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La "vuelta" del purgatorio y del infierno
3 comentariosResulta divertido leer algunos comentarios sobre la encíclica: “Benedicto XVI, dice un editorialista, ha reabierto las instalaciones del infierno y el purgatorio después de que Juan Pablo II hubiera mandado precintarlas”. ¡Qué barbaridad! Cierto, Juan Pablo II, en alguna de sus homilías, se refirió al cielo, purgatorio e infierno no en clave de lugar, sino de situación. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es la aparente sorpresa que ha causado la “recuperación” del purgatorio y del infierno por parte de Benedicto XVI. A mi entender lo que causa problema a los creyentes no es tanto su realidad cuanto el modo de concebirla. La encíclica trata esas cuestiones desde la “docta ignorancia”, como “desconocidas realidades conocidas”.
El Papa asume las perspectivas de algunos teólogos contemporáneos: el purgatorio no hay que entenderlo como lugar de tristeza y penalidad, sino como un ser purificado en el encuentro con el Señor. Una purificación bienaventurada, gracias al poder del amor, que nos permite ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios. El purgatorio no es una situación intermedia entre el cielo y el infierno, sino más bien una introducción purificatoria para el cielo. El purgatorio es la antesala del cielo. Pero en esta antesala ya nos recibe Dios. El purgatorio es la consoladora verdad del matiz: ni somos tan buenos como a veces nos imaginamos, ni tan malos como otros suponen de nosotros.
Una palabra sobre el infierno: hay tantos infiernos intrahistóricos, tanta violencia destructiva, que no sería de extrañar que un día algunos se encuentren con lo que han estado siempre buscando. ¿En quién estará pensando el Papa cuando en el nº 45 de su texto afirma que “en nuestra propia historia podemos distinguir con horror figuras de este tipo”?