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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

16
Feb
2010

La voluntad a la que se entrega Dios

9 comentarios

Dice el Maestro Eckhart: “Dios nunca se entregó ni se entregará jamás a una voluntad ajena. Solo se entrega a su propia voluntad. Donde Dios encuentra su voluntad, ahí se entrega y se abandona a ella con todo cuanto es”. En otras palabras, solo si conformamos nuestra voluntad con la divina, Dios podrá hacerse presente en nuestra vida. La conclusión que saca el místico es que la conformidad con la voluntad divina implica un continuo vaciarse, un abandonar toda voluntad propia, a fin de que la voluntad de Dios tenga espacio en nosotros.

Estos pensamientos del maestro dominico, parecidos a los de otros grandes místicos, no hay que entenderlos como suponiendo una anulación de la propia personalidad ni como un olvido de nuestro compromiso a favor de los otros seres humanos. No hay anulación de la propia personalidad porque el ser humano solo se encuentra a sí mismo cuando se entrega al amor y cuando recibe amor; en definitiva, se encuentra a si mismo en la amistad. Y la amistad supone una identidad de voluntades entre los amigos; los amigos buscan complacerse mutuamente y para ello quieren hacer la voluntad del amigo. Pero como mi amigo también quiere complacerme, cuando yo hago su voluntad, él se complace en mi y busca lo mejor para mi. Cuando yo me entrego a Dios, me entrego al mejor amigo y entonces es cuando de verdad me encuentro a mi mismo.

Por otra parte, Dios nos habla a través de los hermanos, sobre todo a través del hermano pobre y necesitado. De alguna manera, atender al pobre supone un abandonar mi voluntad. Esta voluntad que me dice que busque mi comodidad y me insta a que me olvide de ese pobre que me molesta y reclama, nada menos, que lo deje todo para atenderle a él. No hay verdadero encuentro con el pobre sin renuncia a la propia voluntad, sin abandonarse a la voluntad ajena, esa voluntad que transmite la voz de Dios: “cada vez que lo hicisteis con uno de esos, los pequeños, a mí me lo hicisteis”. Los místicos que, a veces, parecen tan alejados de la realidad, resultan a la postre los más realistas y los más comprometidos en el terreno fraterno y social. Y, en definitiva, los que nos conducen a lo único necesario.

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fray josé mª esteve,op
16 de febrero de 2010 a las 20:00

Al comenzar la cuarta sesión del Concilio Vaticano II, Pablo VI decía ante los Obispos:" ¿Que hacía la iglesia en el concilio?,se preguntará el historiador de mañana", y él mismo respondía" La Iglesia amaba.Amaba con un corazón pastoral. Amaba con un corazón abierto a todos los hombres, incluso a los que la persiguen."
Hemos de presentarnos ante el mundo como caridad. Para que sirve toda la teología,el magisterio,la vigilancia moral si falta el amor?.Dios ama al hombre y la mujer de hoy.Nos entiende,nos acoge,nos perdona,busca para nosotros siempre lo mejor,quiere nuestra salvación.La evangelización,no nace del recelo,el miedo o la condena sino del amor. Seremos evangelizadores si nos dejamos arrastrar por la corriente del amor de Dios a los hombres.

Manolita
17 de febrero de 2010 a las 08:04

Doy cada día parte de mi tiempo a los pobres, a los emigrante. No he ido a ellos ni sigo con ellos buscando la voluntad del Padre, ni la amistad; lo inicié por compasión y sigo por amor, siento cariño por ellos, hago mias sus necesidades. Yo soy cristiana pero si no lo fuese lo haría igual.
¡En los dos supuestos estaría cumpliendo la voluntad de Dios!.
No lo hago por Dios, creo en la fraternidad universal y me duele ver a mi hermano en diferentes condiciones que yo.

Oscar P.
17 de febrero de 2010 a las 11:31

Estupenda meditación en este comienzo de Cuaresma. Gracias Profesor. Otra cosa: lo que dice Manolita me recuerda que se puede cumplir la voluntad de Dios incluso sin pretenderlo explícitamente. El amor siempre es un acto divino.

Bernardo
17 de febrero de 2010 a las 20:35

"Yo soy otro" decía Imre Kertesz. Y en la misma línea nos ilumina Lévinas: es la otredad la que origina la mismidad. Esto lo han repetido todas las tradiciones místicas habidas hasta el momento, y en los últimos decenios lo han expresado los filósofos más tocados por la realidad. El problema está en el mal congénito de occidente: el dualismo solipsista y negador del otro.
Hacer la voluntad de Dios es darse al huérfano y a la viuda; socorrer a los menesterosos y luchar contra la opresión, liberando a la humanidad de tantas injusticias. A veces hace falta mucho amor para quitar de en medio a tanto HP que anda suelto. A esto también nos invita la voluntad de Dios, aunque muchos no lo crean.

Manolita
18 de febrero de 2010 a las 07:58

Bernardo, estoy de acuerdo contigo. Si algunos miramos en la misma dirección, ¿por qué sigue aumentando la desigualdad?. Hoy se necesitan hechos, mas que palabras. Se dá muy poco la bienaventuzanza "felices los perseguidos (por los HP) a causa de la justicia"; preferimos los "pacíficos". Jesús se lo jugó todo.

Consuelo Oubiña
18 de febrero de 2010 a las 16:30

Doña Manolita, me alegra sinceramente que en el mundo haya personas como usted, capaces de darse a los demás y de tener misericordia. No todo el mundo tiene ese don. Por otro lado, dice que es cristiana, pero si no lo fuese lo haría igual. En este punto me gustaría aportar una reflexión: en primer lugar, usted no sabe qué haría si no fuese cristiana, porque los sacramentos -como el bautismo- no son rituales sin contenido; imprimen un caracter y por supuesto sirven de ayuda a quien los recibe. En segundo lugar, es bastante habitual en nosotros pensar que hacemos las cosas en nuestras propias fuerzas, lo que a veces da lugar a la vana-gloria, pensando que uno es estupendo porque hace cosas por los demás, cuando en realidad la gloria sólo le corresponde a Dios, que es quien nos da el Amor para poder hacerlo. Pero me resulta descarnado decir -como cristiano- lo que usted dice: "si no lo fuese (cristiano) lo haría igual, no lo hago por Dios". En fin, usted no lo hará por Dios, pero tenga la seguridad de que sin Dios usted no haría nada. Porque el tener compasión es un don que se lo da Dios. Ahora bien, usted puede hacerlo por solidaridad pura y dura -como pueden hacerlo los ateos, que son incapaces de ver a Dios en su historia- o hacerlo por la fe, es decir, porque usted ha experimentado en su propia vida la misericordia de Dios con su persona, y no puede hacer más que corresponderle ofreciendo su vida diariamente a hacer la Voluntad de Dios. El cristiano ha de ser solidario, pero la solidaridad no es necesariamente cristiana. La Voluntad de Dios es que todos los hombres se salven, y para salvarse usted, que es cristiana, las obras sin fe no le sirven de nada. Lo mismo que la fe sin obras. A usted por ser cristiana se le exige la fe. No digo con esto que lo que usted hace no haga bien a los demás y a usted misma, humanamente hablando. Pero lo que le pide Jesucristo -como cristiana, repito- es que crea en Él, que ha muerto y resucitado para salvarla a usted. "Creer en la fraternidad universal", como usted dice, le puede ayudar a poner por obra su fe, pero insisto, no pierda de vista lo más importante para usted, que es creer en Jesucristo. Tome como ejemplo a la madre Teresa de Calcuta, que no hacía nada por solidaridad, sino "con Cristo" y "por Cristo". Ni más ni menos. En eso se diferencia usted de un ateo, doña Manolita. Como dijo madre Teresa: "A la hora de nuestra muerte, seremos juzgados por nuestra actitud de haber reconocido a Cristo en cada hombre que sufre". Saber ver a Cristo y amar por amor a Cristo. No solo por amor a la humanidad. Se trata de ser instrumentos de Dios. Dar el Amor que hemos recibido de Él. Esa es la diferencia. Termino diciéndole que su actitud es un bien inmenso para muchísima gente; la animo a que lo nutra con la fuerza del Espíritu de Cristo, rezando, alimentando su fe, para que el pobre no sólo reciba de usted el pan, sino también la certeza de saberse amado por Dios, y que pueda ser usted reflejo de la luz de Cristo. El amor humano al prójimo y el amor cristiano por el prójimo se diferencian en esto mismo. Para el cristiano, el pobre es Cristo, y el que ama al pobre "por amor a Cristo" ama al mismo Cristo, y el que ama a Cristo es porque a su vez ha recibido el Amor de Cristo. Y nada de esto tiene sentido -en el cristiano- sin Cristo. Es decir, en el servicio hay una grandeza implícita, pero todo servicio "cristiano", para ser auténtico, debe estar motivado por el amor a Cristo. De forma que, con su servicio, el pobre no se encuentre sólo con una buena persona que lo atiende y calma sus necesidades afectivas y materiales, sino que se encuentre con el mismo Dios. Y usted también. Un saludo. Consuelo Oubiña.

jardineros
18 de febrero de 2010 a las 17:18

Crecer en el amor tiene que ver con dejar a Dios ser Dios en nuestro hondon del alma. Dejar crecer esa semilla divina depositada en nuestro Bautismo, y que como buen jardinero, debemos darle el riego, la luz, la poda justa. Y ello supone retirar de nuestra vida aquello que dificulte el crecimiento y comunicación constante de ese Verbo divino que nace sin cesar en nuestro más profundo Centro. Igual que Dios dejó espacio-tiempo en Sí para que su creación fuera autónoma, estamos llamados a dejar cada vez mas espacio-tiempo a Dios en nosotros, así en plural porque nadie es isla, ni vive para sí. Tiempo de Cuaresma. Como buenos jardineros, es tiempo de re-avivar, de oxigenar, de renovar el humus. La semilla va creciendo sola. Saludos cordiales

valero
19 de febrero de 2010 a las 12:20

Hace años leyendo a San Juan De La Cruz me di cuenta de que, tal como dice Martín, los místicos son las personas que más pisan tierra. Conocen su debilidad, se saben nada... pero son listos, pues utilizan su fragilidad para conmover al Señor y abandonarse en su misericordia, y al vivir de la misericordia del Padre, son capaces de ser misericordiosos con su prójimo. Y es que nadie da si antes no ha recibido. La fraternidad que no tiene como punto de partida la humildad, es flor de un día, porque si vives pensando que en el fondo eres una buena persona,acabas quemándote. Y es tan fácil pensar que eres una buena persona... quizás por eso dice Jesus que son muchos los llamados y poco los elegidos.

josecarlos
20 de febrero de 2010 a las 16:55

Me parece acertado después de una etapa de discernimiento, pasar a otra de conformidad de nuestra voluntad con la de Dios padre; ambas fases representan los ejes de nuestra relación personal con Él, relación que ira madurando en la medida en la que nuestros vínculos sean espontáneos y no forzados ni recurrentes. La mística siempre destapa nuestra interioridad de forma apasionada y no deberíamos de renunciar a palabras como el Amor en su doble dimensión para comprenderla: Amor a Dios y al prójimo de tal manera que se convierta en Amor inocente a nosotros mismos. Gozar de Dios y ser Gozosos en nuestra percepción de La Cuaresma, es el único bálsamo aceptable para poder superar por cristificación, todo lo efímero de la vida cotidiana.

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