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La vida y la ley
3 comentariosUno de los problemas que tienen las leyes es que la vida siempre va por delante de ellas. No solo porque las mentalidades y las costumbres cambian, sino porque la realidad se impone y nos obliga a cambiar nuestras preconcepciones y nuestros planes. Eso ocurre en todos los terrenos, también en el religioso. Hay situaciones que hoy se consideran normales y en otros tiempos se consideraban, como mucho, como algo excepcional, por no decir anormal. Las cuestiones de moral familiar y matrimonial son un buen ejemplo. Se piense lo que se piense, desde el punto de vista moral y religioso, la normalidad social del divorcio ha hecho cambiar leyes que lo prohibían o lo penaban.
Es conocido el gran aprecio de los judíos piadosos por su Ley, que ellos consideran proveniente de Dios. Al respecto no conviene olvidar que lo propio del judaísmo no es exactamente la Ley, sino la Alianza, la elección que Dios ha hecho de ese pueblo, una alianza que permanece para siempre. Esta permanencia indica que en el judaísmo la gracia tiene la primacía. La ley no es más que la respuesta del ser humano a la iniciativa amorosa de Dios de hacer una Alianza con su pueblo. Dicho lo cual, vuelvo al aprecio del pueblo judío por la ley para referir un ejemplo de cómo también para este pueblo la vida, en ocasiones, obligaba a cambiar la ley. Y no pasaba nada.
El libro primero de los Macabeos cuenta la persecución religiosa desencadenada por el rey Antíoco IV, y la rebelión liderada por los Macabeos para defender la religión de sus antepasados. Matatías, el patriarca de la familia, incita al pueblo con el siguiente grito de guerra: “¡Todos los que quieran defender la ley y mantenerse fieles a la alianza que me sigan!” (1Mac 2,27). Tras esta arenga, el libro describe una primera batalla que es perdida como consecuencia de la observación de la prohibición de combatir en sábado. Este incidente conduce a Matatías a proclamar que es necesario combatir en sábado para conservar la alianza (1 Mac 2,40-41). La Alianza es criterio de la ley, y la juzga, e incita a cambiar la ley.
Uno se da cuenta de la necesidad de cambiar la ley cuando estamos ante asuntos serios. Los sábados, en los hoteles de Jerusalén, los ascensores están todo el día funcionando automáticamente, para que nadie tenga que apretar el botón y cumplir así con el precepto del “descanso sabático”. Me atrevo a opinar que el descanso sabático debe ser algo más serio. O está al servicio del ser humano o puede convertirse en algo ridículo. Estoy convencido de que si, en sábado, un piadoso judío se encuentra con un herido en un ascensor y solo puede bajarlo apretando el botón, no lo dudará un solo momento. Ya lo he dicho: cuando se trata de asuntos serios es cuando uno se da cuenta de lo relativas que son las leyes.